El niño
se acerca a la puerta de casa de puntillas. Coge su abrigo, su sombrero de copa
y su bastón de bola de bronce, y se dispone a salir de casa. Pero cuando apenas
ha rozado el pomo de la puerta, su madre, ataviada con los guantes de goma rosa
de fregar los plataos, se teletransporta frente a él.
-¿Adónde
vas, hijo mío?
-Joder
mamá, que susto… No hagas esto nunca más.
-¿Adónde
vas, hijo mío? –le repite con irritante insistencia.
-Voy al
centro, a por una calculadora que necesito para mañana a primera…
-¡Voy
yo y te la compro! –le interrumpe ella quitándose los guantes y los arroja
descuidadamente contra "El concierto" de Johannes Vermeer.
-No,
mamá, que te conozco. Además, solo me falta ponerme los zancos y la marsupia y…
-Te he
dicho que yo te la compro. No te preocupes. Va a ser un… Regalo.
Y esta
última palabra entra por los oídos del niño, rebota en sus tímpanos y desciende
por su médula espinal hasta aflojar peligrosamente sus esfínteres.
-De
acuerdo mamá. Ve tú a comprarla. Pero recuerda: Tiene que ser una calculadora
científica. Eso significa que es una de esas de muuuchos botones. Recuerda que
ya me compraste una de mierda en el capítulo siete. Muchos botones y por favor,
nada de ir a comprarla al chino. Que te gusta mucho el chino a ti.
La
madre piensa un momento, asiente, sonríe, y sale de casa dando volteretas
laterales sin demasiada gracia. Se hace mayor la mujer. El niño se quita lo
puesto y se deja caer en el sofá, a la
espera de que su madre regrese.
Y
regresa. Vaya si regresa. Con esa mirada de satisfacción y esa sonrisa alegre
(¿O era al revés?) y el niño se fija en el paquetito que lleva en sus manos.
-Toma,
ábrelo, es un regalo. –Le dice ella.
-Pero…
Ya sé lo que es. Es una calculadora científic…
-¡No le
quites la ilusión al momento! ¡Ábrelo! –le interrumpe con violencia.
-¿Era esto
lo que querías, no?
-Si
mamá. Con esto me va a salir un trabajo sobre la materia oscura que lo flipas.
Entonces
se hace un silencio de esos tan incómodos, las luces comienzan a atenuarse y la
cámara se aleja un poco. Parece que el capítulo ha terminado, pero el niño
rompe el momento.
-Por
cierto… ¿Dónde está papá? Le vi salir el otro día en plan tipo duro y ya no ha
vuelto.
-No lo
sé, hijo mío. Pero tengo la sensación de que pronto sabremos de él.
-Mierda
de familia de pirados me ha tocado. Y encima hijo único…