sábado, 1 de septiembre de 2018

Regalos de mierda 22 (la epopeya de los mapaches parte 3)

La estrecha carretera de tierra serpenteaba entre altos árboles y curiosas formaciones rocosas, ascendiendo en ocasiones y bajando en otras hasta desembocar, ya de noche, en una pequeña llanura bañada por la luz de la luna y que parecía estar situada en otro mundo. En el centro había una desvencijada casa de masera oscura. Un cartel colgaba de dos postes carcomidos cuando terminaba el camino. “Mierdaville” rezaba.
-Mamá, papá... ¿En serio? -protestó el niño al bajar del coche y ver el lugar al que se acababan de mudar.
-Es una casa robusta, a la antigua, y en un enclave natural precioso -dijo el padre quitándose las gafas de sol después de haber conducido casi una hora con ellas puestas, de noche y por un camino desconocido.
-¡Es una ruina horripilante! -siguió protestando el chaval señalando cada elemento del lugar como la casa, el cobertizo torcido, el árbol del ahorcado, el estanque pútrido, la colina del antiguo monolito repleto de símbolos indescifrables más antiguos que el mismo universo... -Todo en este lugar presagia cosas malas. Y seguro que habrá un montón de bichos.
-No te preocupes -dijo la madre rompiendo su silencio.-He traído flus flus.
-Se llama flit -le corrigió el padre.
-¡Se llama mierda! -gritó histérico el niño subiendo de nuevo al coche, esta vez en el asiento del conductor. -¡Yo me largo de aquí ahora mismo!
Pero al accionar la llave de contacto el coche arrancó, dio cuatro sacudidas y se paró de nuevo para no volver a arrancar jamás.
-No tiene gasolina -explicó el padre con tranquilidad-. Lo he apurado al máximo para llegar aquí.  Da igual. Queda bonito aqui.
En ese momento el niño salió del coche echando espuma por la boca de pura desesperación, hasta que la madre le detuvo con un gesto amoroso y le entregó un paquetito.
-Toma. Esto te lo he comprado para que tu estancia aquí sea más entretenida. Es una figura oficial de tu serie favorita
Disfrútala.

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