lunes, 25 de julio de 2022

 

A veces uno divaga sobre el papel, se deja llevar por ideas y conceptos ajenos a su propio ser para crear historias de fantasía, ficciones más o menos creíbles o simplemente, como yo mismo he hecho durante años en este blog, trata de crearse otra vida alternativa en la que verse reflejado, con la intención de reivindicar ese “yo” reprimido o simplemente arrancar unas risas a los lectores.

Pero algunas veces uno divaga en su propia cabeza, sin encontrar la forma de exteriorizar esas ideas, se monta películas de acción sin espectadores y al final esos pensamientos intrusivos van ganando terreno hasta confundirse con la realidad, haciendo que la dulce monotonía de la vida, el trabajo de años y años de aprendizaje se diluyan, se vuelvan incómodos o incluso hostiles y sin darnos casi cuenta, arrojamos nuestra vida por la borda, en alta mar, en medio de una tormenta y sin flotadores con la que rescatarla.


Sé que escribo esto para justificarme ante el mundo. Y también sé que al mundo le darán igual mis excusas. Y también sé que si llega alguien hasta aquí y se muestra interesado por mi, no querré darle más explicaciones que la ambigüedad con la que escribo esto. ¿Por qué lo hago entonces? Supongo que por esa necesidad casi enfermiza de escribir que siempre he padecido. Supongo que porque ahora que estoy completamente solo sea la única forma de evitar que enloquezca, o por lo menos retrasar el momento. Supongo que porque la culpabilidad que ahora me aplasta es más fuerte que cualquier sentimiento que anteriormente haya degustado. Y supongo que porque escribir es la prueba de que todavía no estoy muerto, aunque solo siga aquí por responsabilidad con mis descendientes y con las personas que de algún modo siguen atadas a mi.


A veces uno divaga sobre el papel, y otras llega a creérselo. Como si esos cuentos de hadas con finales felices estuviesen esperándonos al girar cualquier esquina, como si la espada clavada en la piedra que nos convertirá en reyes pudiese ser encontrada una tarde cualquiera en medio del campo o como si al atravesar el espejo encontrásemos un nuevo y fascinante mundo. Para que luego creamos a los que dicen que la edad nos vuelve sabios y responsables, que los años nos hacen disfrutar de las cosas más simples y que todo adquiere un tono más cálido y apacible. Para que luego creamos a los que afirman que lo mejor siempre está por llegar.