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Aqui vemos la época dorada de los videoclubes |
Una de
las cosas que más pena me está dando últimamente, es sin duda, la lenta pero
imparable desaparición de los videoclubes. Al igual que pasó en su día con las
salas de recreativas (y de las cuales se podrían hacer cienes de entradas),
estos establecimientos de alquiler de pelis, se han visto superados por la
tecnología y languidecen lentamente mientras esperan su inevitable final. Pero
no quiero ponerme tristón, que al final me da el bajón, lloro y me pongo a
destrozar todo lo que encuentro a mi alcance, y no es plan.
Los
videoclubes, decía, formaban un ecosistema social que abarcaba desde niños
obligando a sus padres a alquilarles la última de Disney, pasando por frikis de
los ninjas y los robotes japoneses y hasta llegar a los expertos en cine de
terror que se sabían al dedillo todos los títulos y nombres de directores y
actores. Pero sin duda, si había una sección digna de mención, esa era la de
cine adulto, o “porno” como se le suele llamar.
Al
principio el mundo no era tal y como ahora lo conocemos. En esos tiempos no
había internet con su porno a la carta y la única forma de ver a otras personas
practicando sexo era meterse tras las cortinitas de los videoclubes a alquilar “una
de esas” y salir de allí esperando no encontrarte con ningún
vecino/amigo/familiar con la película en las manos. Hay que decir que
normalmente ese vecino/amigo/familiar estaba ahí, y además era mujer, que da
como más apuro, pero eso ya es otro tema.
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Esto era lo que todos soñabamos con encontrar tras las cortinitas |
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Y ésto lo que había en realidad |
Al
principio, como decía, cuando todavía éramos menores de edad, teníamos que
ingeniárnoslas para alquilar películas de ese tipo sin que nos llamaran la
atención. Todo valía. Pintarse bigotillo con un rotulador, poner voz grave,
alquilar veinte películas normales para que el tipo no se diese cuenta de que
entre ellas había una “prohibida”… Incluso una vez alguien propuso robar el
coche de su padre porque “si nos ven llegar en coche van a suponer que tenemos
los 18”. Pero no hizo falta llegar a tal extremo, ya que todos y cada uno de
nuestros planes anteriores funcionaba a la perfección, con lo que nos dimos
cuenta de que simplemente al tipo del videoclub se la soplaba nuestra edad con
tal de que su negocio funcionara. Y ahí comenzó una época dorada para nosotros.
En poco
tiempo nos convertimos en unos sibaritas del porno. “Ésta tiene buena pinta, en
ésta hay muchos brillos, en esta todas están operadas y eso no mola, es que
este director ni fu ni fa…” Pero como pasa siempre, la emoción del principio se
convirtió en rutina y lentamente fuimos perdiendo la ilusión por ese género
cinematográfico.
Pero a
pesar de eso yo seguía pasándome por el videoclub regularmente para ver las
novedades, las nuevas tendencias, y esas cosillas. Y fue así como un día me
topé con un título que me cautivó: “Follemon, las aventuras de Pollachu”. No me
lo podía ni creer. Alguna poderosa productora de cine para adultos había
decidido aprovechar el tirón de los Pokemones (los Digimon todavía no habían
llegado) para expresar sus inquietudes sexuales, y eso había que verlo. Como
no, alquilé la película, me la llevé a casa, la metí en el video y… Empezó una
porno normal. Ni tipos disfrazados, ni poderes especiales, ni transformaciones
espectaculares… Me habían timado. Y en algún lugar de Silicon Valley alguien se
estaba tomando una cerveza a mi costa.
Devolví
la película con rabia y regresé a mi vida normal (si a eso se le podía llamar
normalidad), hasta que tuve una revelación divina. ¿Era posible que el tipo del
videoclub se hubiera equivocado al elegir la cinta? Sin duda era una
posibilidad, y más teniendo en cuenta la cantidad de referencias y códigos y
polleces que les ponen. Y de ser así… ¿Iba a perderme Follemon por eso? Así que
a la semana siguiente volví y la realquilé. “Ésta ya la has visto” Me dijo el
videoclubero, a lo que yo le respondí con un “Qué más da si en todas pasa lo
mismo” Y él se quitó el sombrero ante esa muestra de sabiduría. Llegué a mi
casa, encendí el video y… Nada. Era la de la otra vez. Comprobé el título de la
cinta y era. ¡Era! Me habían timado dos veces con la misma película. En algún
lugar de Silicon Valley se estaban comiendo una paella a mi costa.
Devolví
la película otra vez y me dispuse a pasar página en mi vida, hasta que una idea
descabellada pero con cierta lógica me asaltó. ¿Y si las referencias a Pokemon
no estuviesen en las escenas de sexo sino en los diálogos de en medio que todos
pasamos a cámara rápida? ¿Y si con mi actitud poco respetuosa hacia los
guionistas del porno me estaba perdiendo una pequeña obra maestra? Y fue así
como la alquilé por tercera vez. “Esta ya la has visto dos veces” me dijo el
tipo, a lo que yo le respondí que “Es que no me acuerdo mucho del final”, a lo
que el señor volvió a ponerse el sombrero que se había quitado la semana
anterior.
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Fiestuki a mi costa. |
Llegué
a mi casa, puse la cinta en el video, agarré el mando a distancia e hice lo que
jamás había hecho en mi vida: Pasar rápido las escenas de sexo (que por cierto
ya me las sabía de memoria) y tragarme los trozos de hablar. Y no.
Definitivamente no. En algún lugar de Silicon Valley alguien estaba comiendo
gambas en un yacusi a mi costa. Y volví al videoclub. Derrotado. Desmoralizado.
Frustrado. Me sentía impotente ante una industria pornográfica que podía
pasarme por encima sin problemas. Pero juré que algún día me vengaría, y ese
día ha llegado.
Amigos/as
lectores/as de este blog… ¡No alquiléis Follemon, que es una estafa!
Y ya me
he quedado más tranquilo.
Creo que con el tiempo que ha transcurrido y con la madurez que te ha podido dar el tiempo, frase tipo rajoy. Intenta bajártela por Internet y así podrás redondear la venganza. Cada vez que bajas una peli por Internet muere un hada porno.
ResponderEliminarPero! Cada vez que un adolescente se masturba nacen 2.... así que las hadas del porno están a salvo.
EliminarNo por ello deja de dar pena la que muere. Piensa en su familia, amigos...
Eliminar... las hadas del porno no tienen amigos. Sólo pizzeros, limpiapiscinas, profesores, jardineros, fontaneros, mecánicos,...no me puede dar pena ni su muerte. En todo caso, envidia de la mala.
EliminarSi fuera verda todo lo que se dice cuando un adolescente se masturba, todos estaríamos ciegos, bajitos y calvos. Así que dudo que nazca un hada con dicho acto.
EliminarNo hay ningún problema cuando una adolescente lo hace. Y es ahí, querido compañero, donde nace un hada del porno.
EliminarTe haré caso y no la alquilaré nunca. Si acaso me la bajaré (si es que algún loco ha perdido su tiempo en digitalizar semejante atentado celulóideo) y me reiré un poco de tu inocencia juvenil mientras la veo...
ResponderEliminarLo tomaré como un sincero homenaje a aquello que fui.
EliminarGenial como siempre!
ResponderEliminarGracias, compañero.
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