Últimamente me
llaman para muchas cosas raras. Esta vez se trata de una "Tertulia
literaria" que se celebra periódicamente y que reúne a varios
escritores de la zona para charlar sobre literatura, como no. La
verdad es que no suena especialmente emocionante, pero he aceptado
asistir por eso de no verme excluido de futuros eventos, hacer
contactos y por qué no decirlo, que me inviten a una infusión.
Llego al edificio
que está situado en el centro del pueblo; un antiguo casino
reconvertido en espacio multiusos que incluye un bar, un pequeño
cine y múltiples salas misceláneas, todo ello rodeado por una zona
arbolada que le da al lugar un ambiente de aislamiento y
atemporalidad. Me dirijo a la sala indicada, una habitación
rectangular repleta de tapices y descubro que a pesar de mi
puntualidad, soy el último en llegar. Hay media docena de señores,
todos hombres y también mayores que yo, sentados alrededor de una
mesa antigua y tomando pequeños sorbos de cafés y manzanillas.
Todo tiene un aire
rancio. El olor de madera vieja de las sillas, los tapices, las
ventanas estrechas y alargadas que llegan casi a los techos
altísimos... Y mis compañeros de tertulia también parecen haber
salido de otras épocas. Ttrajes de color marrón, zapatos de charol,
relojes de bolsillo... El más modernillo lleva un jersey de cuello
vuelto y unas gafas con montura metálica. Cuidado. Me miro y no sé
si encajo con mis deportivas Paredes, mi camiseta blanca y unos
tejanos algo gastados pero que me gustan por como me marcan el
paquete. Siempre me he considerado un poco retro, pero estos tipos
hacen que parezca que acabo de llegar del futuro en un delorean. Por
suerte parece no importarles mi atuendo y comenzamos la tertúlia a
la hora en punto que marca el reloj de la pared.
Comienzan hablando
de la importancia de las humanidades frente a las ciencias políticas
para lentamente ir hilvanando el tema con una comparativa entre las
matemáticas y las letras. Me parece que la cosa toma una dirección
interesante y la verdad es que me gusta tanto escucharles que decido
no intervenir de momento y doy pequeños sorbos de mi té pakistaní
con leche mientras miro de reojo la galletita que me han puesto y me
pregunto si será de buena educación mojarla en la taza.
Mientras bebo y
escucho me dejo llevar por la imaginación y cuando comienzan a
tratar a los autores del romanticismo como Shelley, Scott o Poe yo me
siento transportado a otra época en la que el talento y la miseria
se daban la mano para crear obras inmortales que elevarían a autores
ya fallecidos hasta el podio de los mitos. Después llega Lovercraft,
Orwell y Kafka, los años avanzan a través del siglo veinte en busca
de clásicos modernos y yo empiezo a intervenir tímidamente al
sentirme más cerca de la literatura que conozco, pero algo cambia
repentinamente el curso de la conversación.
Uno de los
asistentes, un señor alto, con barba cana y el cabello corto de un
negro azabache deja la taza de café en la mesa de forma
deliberadamente brusca y dice:
-Milan Kundera es un
autor sobrevalorado.
Su afirmación deja
en silencio al resto de la sala. No estoy de acuerdo con eso pero
cuando reúno los argumentos para explicarle que Kundera supo
entender las relaciones humanas y amorosas como nadie hasta el
momento, otro tertuliano, un hombre bajito y robusto, de unos
cincuenta, le señala con el dedo y le responde:
-Tu puta madre está
sobrevalorado, submnormal.
-¡Para
sobrevalorado Calvino! -grita un tercero, ese del jersey.
-¡No te metas con
Calvino que te reviento! -responde un cuarto
-Calvino siempre
escribía el mismo libro pero cambiando los protagonistas -dice un
quinto desde el rincón.
-¡Eso es porque no
has leído "El castillo de los senderos que se bifurcan"!
-¡Calvino era un
puto friki!
-¡Vas a morir por
eso que has dicho!
Y de pronto el
ambiente cambia totalmente. El defensor de Kundera se lanza encima
del de la barba blanca pero éste, sin levantarse de la silla golpea
con la punta del pie el canto de la mesa, volcándola y dándole en
los dientes a su enemigo. El de Calvino aprovecha la confusión para
arrojarle el té a la cara al del jersey, que grita mientras el té
caliente le abrasa los ojos. Los gritos y las malas palabras van en
aumento, el mobiliario comienza a hacerse pedazos y uno de los
tertulianos arranca un tapiz, enrolla a otro con el y le sacude como
si no hubiera un mañana. El de Kundera logra convencer finalmente a
su contrario esgrimiendo un argumento tan sólido como una silla de
roble que se rompe en su espalda y el del rincón al final se anima y
lanza una patada voladora directa al cuello del que había criticado
a Calvino. Cuando cae al suelo convulsionándose pienso que se lo
merecía, por no saber apreciar a uno de los mayores autores del
siglo pasado.
Cuando termina la
batalla el salón está completamente destrozado. El mobiliario ha
quedado reducido a astillas, excepto la silla en la que yo sigo
sentado. La lámpara del techo ha caído al columpiarse uno para
sacudir una doble patada en la cabeza de otro y uno de los ventanales
ha desaparecido cuando el tipo que estaba en la esquina ha salido
despedido por él. Ahora solo quedamos el de Kundera y yo, que
todavía no me he terminado mi pakistaní.
-¿Y tu qué? -me
dice sin poder ocultar la furia de su voz.
-Yo qué de qué -le
respondo.
-¿Acaso no tienes
nada que aportar a la charla?
-La verdad es que
como es mi primer día no he querido participar tan activamente como
vosotros.
-Ya veo...
-responde. -¿No será que eres uno de esos escritores neutrales que
leen al imbécil de Boris Vian?
Entonces apuro mi
infusión, dejo la taza encima de donde debería estar la mesa,
cayendo al suelo y haciéndose pedazos y me levanto lentamente. Le
miro a los ojos, que los tiene inyectados en sangre y le digo:
-Boris Vian... es...
DIOS!
Salgo del edificio
con un sabor extraño en la boca. No sé si será la situación
extraña de pasar la tarde con unos desconocidos, el té pakistaní
que no estaba del todo bueno o la sangre del imbécil ese que no
sabía apreciar la buena literatura del gran maestro Vian. En
cualquier caso estoy contento. Es bueno pasar tiempo rodeado de
cultura y conversaciones literarias en lugar de quedarse en casa
viendo la tele, que solo ponen películas de tiros y violencia y
luego pasa lo que pasa, que creamos generaciones de personas
irascibles, impetuosas y agresivas. La importancia de las
humanidades... ya lo han dicho ellos al principio.
El de la barba blanca no será Vicente? Porque te puede reventar...
ResponderEliminarEres genial!!
Nunca convertiría en personaje de mis historias a una persona real que me puede ganar con tanta facilidad como Vicente.
EliminarNo me vuelvo a perder una tertulia de esas🤣🤣🤣.... Aunque tenga que compartir mi gripe, igual es motivo para un personaje más
ResponderEliminarLos mocos y los viruses siempre son un añadido que se agradece.
Eliminarreventaría a todos los tertulianos, porque no tendría mucho que decir. ;DDD debido a mi ignorancia literata.
ResponderEliminarSiempre puedes salirte con Dan Brown u otros subescritores de esos de moda.
EliminarEste relato me ha encantado. Ah, espero ¿que no era un relato? ¿Que era REAL?
ResponderEliminarÚltimamente este blog no necesita de fantasía para funcionar.
EliminarFelicidades Josep. Me ha guatado.
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