Cierro las bandas del
camión, aseguro la carga con el método estipulado (que no
homologado, pero esto es un asunto que no voy a tratar aquí) y voy
hacia la oficina a por los papeles. Mientras la chica me prepara los
albaranes, miro por la ventana y me doy cuenta de que ya no me pasan
cosas chulas y emocionantes como antes. Hace unos años mi día a día
estaba repleto de situaciones curiosas, extrañas, algunas divertidas
y otras de esas que me hacen pensar mucho y sentirme un poco
especial; pero por algún motivo todo eso terminó. Puede que algún
dios se cansara de jugar conmigo y hubiese elegido a otro para
otorgarle el don de la "pasarcosabilidad", dejándome a mi
abandonado en esta extraña monotonía, cómoda en cierto modo, pero
incapaz de permitirme mantener un blog como éste con la regularidad
y coherencia anterior. Pero volvamos a la realidad.
La secretaria se levanta y
me entrega los papeles para que se los firme. Agarro el boli, me
agacho sobre la mesa y entonces oigo como me dice...
-Oye... ¿Tu has escrito un
libro, no?
El hecho de ser reconocido
por primera vez como autor de un libro y no como "camionero"
o "padre de" o "el tonto ese" me emociona, así
que me incorporo, la miro y le digo...
-Dos. Dos libros. A ver si
nos informamos un poquito.
La chica parece más
sorprendida que admirada, como si mi afirmación hubiese causado un
efecto inesperado en ella y entonces llama a su compañero de
oficina, en la sala contigua.
-¡Oye, tu sabias que J.
habia escrito un libro?
Lo siguiente que oigo es
como una silla de oficina es apartada con tanta fuerza que cae al
suelo y un secretario rellenito sale a mi encuento con los ojos como
platos.
-¿Un libro, en serio? -me
dice.
-Si, bueno, son dos, pero
ahora estoy liado con el segundo que...
-¿Y lo has escrito tu solo?
-Si. Yo solo. A veces se
escriben libros entre varios pero no es lo habitual.
Entonces me doy cuenta de
que la chica está hablando con alguien por teléfono, lo cual no me
extrañaría siendo ella secretaria, pero el hecho de que no deje de
mirarme y señalarme me hace sospechar que la cosa va conmigo.
Comienzo a sentirme incómodo y trato de salir de la oficina para
volver a la seguridad de mi camión. Desgraciadamente, el hombre
parece no haber terminado con su extraño interrogatorio.
-¿Cuantas páginas tiene?
-Pues... Tiene 170, pero en
realidad la extensión de los libros se mide en palabras y el mio
tiene algo más de 30000, lo cual está bastante bien teniendo en
cuenta que el anterior eran...
-¿Y todo lo que pone en el
libro te lo has inventado tu? -me interrumpe.
La cosa empieza a volverse
rara e incómoda, así que agarro el pomo de la puerta y me dispongo
a salir pitando tras la última respuesta.
-Si. Me lo he inventado yo.
En eso consiste escribir un libro. Si se lo hubiera inventado otro
sería cuanto menos...
Entonces, al ir a salir,
encuentro la puerta bloqueada por el corpachón del encargado
general, un tipo malhumorado, más ancho que alto y con un sentido
del humor que quizás tendría algún sentido a principios de los
años sesenta.
-¿Que me han dicho? -me
pregunta.
-No lo sé -le respondo.
-Que has escrito un libro.
-Si. Dos. Pero no tiene
importancia, de verdad. Tengo que irme.
-¿Sabes que yo estoy
escribiendo una novela?
-No, no lo sabía. Pero
ánimo. Que no decaiga.
-¿Y como lo has imprimido?
-me aborda por detrás la secretaria.
-Se dice impreso. Y en una
imprenta. No voy a imprimir doscientos libros con la canon epson
stylus de mi casa...
-¿Y eso vale dinero?
-comenta el otro.
-No. ¡Lo regalan porque las
imprentas están subencionadas por los anunakis!
Pretendía ser una broma
pero nadie se ríe. Es hora de huir de allí.
Dando una voltereta
lateral con tirabuzón me lanzo a través de la ventana. De haberme
fijado en que estaba cerrada lo habría hecho con los pies por
delante, pero a efectos prácticos de huida desesperada casi mola más
así. Rompo el cristal con uno de mis mejores rizos, el cual queda
aplastado por el impacto pero nada irrecuperable con un poco de
garnier rizos definidos y salgo a la carrera mientras los otros tres
vienen hacia mi preguntando cosas absurdas, como si la tinta es de
calamar o si he hecho yo el dibujo de portada.
El camión está a menos de
veinte metros de la oficina, pero el trayecto se me hace eterno. Con
los preguntones pisándome los talones y ganándome terreno me doy
cuenta de que debería haber dedicado más tiempo al deporte y menos
a leer tebeos y a jugar a rol. ¿De qué me sirve ahora saber la
diferéncia entre un dragón y un wyrm o que la espada larga es la
mejor arma de la segunda edición del Dragones y Mazmorras? ¿De que
me sirve saber que la saga de los androides es con diferencia la
peorcito que se ha hecho en la serie de Dragonball? Y es justo esa
idea la que me lleva a esa basura de Dragonball Super y la misma
rábia de saber que hay gente esforzándose por destrozar la serie de
mi vida me llena de odio y ese odio me ae fuerzas, las cuales me
permiten llegar hasta el camion, saltar a la cabina y cerrar el
seguro.
Afuera los dos tipos y la
secretaria golpean la puerta con insistencia mientras me preguntan si
el tipo de la foto de la solapa soy yo o si el libro está en
librerias. Pero yo me siento seguro en mi máquina de 26 toneladas.
Arranco, doy la vuelta para salir y entonces veo como el trabajador
de esa misma fábrica sitúa una carretilla elevadora de carga de
contenedores en la entrada, bloqueándome el paso. Hasta ahora
teniamos buena relación, pero parece que la cosa va a cambiar.
-¿Pero es un libro libro de
verdad? -me grita desde lo lejos.
Es la gota que colma el
vaso. No puedo con mas preguntas extrañas, así que agarro uno de
los libros de la cabina (siempre hay que llevar ejemplares encima, me
lo decía mi abuelito) y abro la puerta. Mi determinación les empuja
hacia atrás como una fuerza invisible y les pongo el libro delante.
-Aqui está -digo mientras
se acercan a mirarlo como simios ante un boligrafo de esos de muchos
colores.
Uno intenta tocarlo pero se
lo aparto de las manos.
-Si os interesa, son 12€.
Y de pronto el hechizo
parece romperse. El ensueño de fascinación literaria se desvanece a
medida que el coste económico penetra en sus cerebros y activa las
terminaciones nerviosas que van hasta sus bolsillos y emiten señales
de alerta.
Bueno ya me lo pensaré, es
que yo casi no leo nunca, es que no tengo tiempo, quizás más
adelante... Son algunas de las frases que murmuran mientras se alejan
dejándome solo con mi libro. Y de algún modo,lejos de aliviarme,
ello me deja con una extraña sensación de desasosiego, como si tal
incidente marcara el precedente de algo que fuese a repetirse muchas
veces.
El cielo está más gris de
lo que recordaba.
Parece que vaya a llover.
Como si las nubes lloraran por
mi.
NOTA: Todas las preguntas
absurdas utilizadas en esta entrada me las han hecho de verdad, por
lo que su autoría es propiedad de gentes variopintas del apasionante
(y culto) sector del mármol de la provincia de Alicante. A todas
ellas, grácias por la inspiración.
Ja ja qué bueno.
ResponderEliminarQuizás pensaban que no tendrías cambio para sus billetes de 20€ y por eso decidieron no comprarte el libro. 😆 Lo hicieron por tu bien...
Desde que lo publiqué, llevo un bote con monedas por si surge alguna venta.
EliminarBasado en hecho reales
ResponderEliminarRealísimos, como siempre.
EliminarSi le pones una imagen de una fruta y a 200 euritos, te lo quitan de las manos
ResponderEliminarSupongo que lo dirás por apel, esa famosa marca de cosas caras. Me lo apunto para el siguiente. Quizás ponga un madroño.
EliminarA esta entrada solo le falta una foto de una oficinista con poca ropa, nada demasiado machista... pero si se le asoma un pezón ya lo petas.
ResponderEliminarEstoy intentando no abusar de este tipo de imágenes. Corren tiempos aciagos y hay que portarse bien.
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