miércoles, 29 de mayo de 2024

De divanes y tiburones

 


-Entonces… Afirma usted que conducía un camión con el que vivía aventuras sorprendentes casi a diario – dice el psiquiatra sin apartar la vista de su cuaderno. Yo le miro, levanto la cabeza levemente del diván y asiento discretamente.

-Un camión que según me ha contado, ya no posee.

-Así es. Lo vendí.

-¿Y por qué alguien en su sano juicio vendería algo que le proporciona una vida llena de emoción, riesgo y erotismo?

-No lo sé. Supongo que necesitaba sentar la cabeza, tener un trabajo normal, sentirme uno más…

-¿Podría decirme el nombre de la persona a quien se lo vendió?

-No.

-¿No lo recuerda?

-Creo que nunca lo he sabido.

-Entiendo… -responde él sin dejar de tomar notas.

Después se hace un largo silencio. Uno de esos en los que uno no sabe si realmente está pasando mucho tiempo o si es un solo segundo que ha quedado paralizado por vete tú a saber qué excepción física o rareza cósmica.

-¿Es grave doctor? -pregunto más por romper el silencio que por decir algo lógico, pero a pesar de eso, tarda en responderme.

-Lo que yo creo, señor Capdemunt…

-Es Capdemut, sin la ene -le interrumpo con motivos.

-Como sea. Lo que yo creo es que usted nunca ha tenido ningún camión, ni ha sido escritor, y que ni siquiera ha pintado nunca uno de esos muñequitos de… ¿Como era?

-Warhammer.

-Como sea. Lo que yo creo es que, como le iba diciendo, usted ha vivido los últimos quince años sumido en un delirio que le ha hecho imaginar otra vida para escapar del aburrido hastío que es su existencia.

-Pero si yo recuerdo perfectamente ese ovni que…

-¡Silencio gusano! Le estoy dando una explicación lógica a decenas o cientos de experiencias que nadie en su sano juicio creería que ha vivido pero que usted ha convertido en recuerdos al escribirlas en un blog que nadie ha leído nunca.

-Sí que lo leían. Estaba Sr Rojo, Pezgande, Lokitrol, Escorpion, Xavier…

-Ninguna de esas personas ha existido nunca.

-Pero si a algunos les conocí en persona y…

-¡Que no! Usted solo es un señor mayor que ha vivido una vida de reclusión debido a que en el cole le pegaban y se volvió introvertido.

-Yo creo que me pegaban precisamente por ser introvertido…

-¡Deje de interrumpirme o tendré que castigarle! -grita el psiquiatra levantándose y dejando ver unos dientes aserrados alineados en dos filas.

-Oiga, usted no es psiquiatra, usted es una especie de licántropo raro.

-Efectivamente, soy un hombre tiburón y ahora vas a morir devorado, por insolente.

Y así es como ese hombre de aspecto serio termina transformándose en un medio escualo de poderosa mandíbula y aletas de casi tres metros de altura que cae al suelo y muere asfixiado por falta de agua ante mis ojos.

Y mientras me marcho de la consulta pienso que quizás tenía razón y que todas esas cosas extrañas y en teoría inexplicables que me han sucedido a lo largo de mi vida no eran más que un esfuerzo de mi cerebro para soportar la mediocridad en la que me hallo sumido.

Así que regreso a mi casa, enciendo la tele y abro una bolsa de patatas al jamón. Porque en los pequeños placeres es donde se encuentra el sentido de esta vida.