Hallábame yo realizando tareas de reparación y mantenimiento en el tejado de mi casa, cuando vi aparecer por el camino, a un individuo flamélico y desgarbado que, viendome ocupado me preguntó en qué empresa trabajaba y que me permitía tener labor en estos tiempos de miseria y escasez. Contestóle yo que mi trabajo no venía de terceros sino que eran mis propias tareas domçesticas las que realizaba y él, poniendo expresión triste y desolada me dijo que podría hacerlo por mi si le daba 10€, ya que se hallaba sin sustento alguno. Pero no vé usted, le dije yo, que el hecho de estar tal dia como hoy entre semana y a estas horas aquí arreglando mis cosas es señal inequívoca de que me encuentro en la misma situación que usted y que cualquier aportación económicomonetaria solo serviría para empeorar mi situación. A lo que el hombre agachó la cabeza y se marchó con paso lento.
Pero a los minutos de su partida el cielo se ensombreció, un viento frío sopló y una figura pálida de blanca faz y vestimentas apareció ante mí, diciendo ser el fantasma de la navidad. Le comenté que estabamos en noviembre y el fantasma me respondió que la navidad ya había llegado al Corte Inglés y al Carrefur y que los fantasmas no iban a ser menos.
Y de la mano me llevó hasta el hogar de aquél a quien había negado mi socorro para que yo viera cuán lastimera era su vida. Y allí pude ver a dos niños que no tenían videojuegos que introducir en sus PSPs, a una esposa triste por no poder comprar esas botas de piel que tanto necesitaba y un BMW en el almacén sin gasolina que pudiera hacer rugir su motor. Y entre sus cosas vi un teléfono móvil de segunda generación, un diso duro de menos de 500 gigas y joyas de plata. Y díjole yo que eso era realmente triste pero que yo nunca pude tener nada de eso ni siquiera en proyecto y él excusose con argumentos balbuceantes e imprecisos y con voz familiar. Y al estirar de su máscara vi que el fantasma no era otro que el hombre miserable de antes disfrazado de fantoche y yo, lleno de rabia y compasión le dí 10€ por las molestias y quedamos, como un trato de sangre entre hermanos fieles, que si volvía a verle aparecer por mi camino, le daría tal paliza que no sería capaz de reconocerse al mirarse en el espejo.
Muy bueno,
ResponderEliminarFantasmas de ese tipo hay muchos... me río de Wraith.
Un saludo