Soy consciente de que no será una reflexión muy popular, pero es lo que hay. Este año ha sido algo distinto a lo habitual, trágico en parte y revelador por otro lado. Hemos tenido un poco de todo en realidad. Comenzamos con energía, llenos de buenos propósitos y planes de grandeza para ir desinflándonos poco a poco hasta caer en la más profunda desolación y luego hemos tenido la oportunidad de arrastrarnos fuera del pozo, lentamente y recibiendo bofetadas de vez en cuando para que no se nos ocurriera sonreír demasiado.
Alguien dijo allá por abril que éste era el año de los introvertidos, de los aficionados a la lectura y los videojuegos, de los amantes de las series, las mantitas y los panchitos. Y realmente aquellos más duramente golpeados por las circunstancias fueron los abiertos de mente, los que anhelaban viajar, las grandes reuniones sociales, los parques de atracciones y los festivales. Pero lo cierto es que todos nos vimos en algún momento arrastrados al pesimismo, atrapados por el miedo y la incertidumbre al pensar en el futuro y por qué no decirlo, arrepentidos por no haber aprendido a tocar la guitarra en su momento.
Pero por otro lado también hay que valorar las cosas positivas. Descubrimos que podíamos leer por fin esos libros que estaban cogiendo polvo, que las fiestas de cumpleaños podían ser en el patio con cuatro niños en lugar de las megacelebraciones con toboganes, piscinas de bolas y meriendacenas para niños, padres, madres y abuelos. Que a veces se puede trabajar desde casa, que se puede pasar más tiempo con los nuestros y menos con los de los demás y que al final eso de la guitarra puede esperar veinte años más.
Por eso para mi este 2020 ha sido un año positivo, un año que nos ha invitado a reflexiones que la vida mundana nos tenía vetadas, un año de cambios, de pausas, respiraciones profundas y pensamientos calmados.
Y digo eso por no hablar de los memes de internet, los que se han convertido en poetas y escritores de la noche a la mañana, los nuevos mesías del nuevo orden mundial de pirados, esos de la plandemia y la farmafia, de Kill Gates y el coronatimo, terraplanistas y antivacunas que de pronto se han visto convertidos en el centro de atención y han crecido como la espuma, vacíos e insípidos pero divertidos al final, porque si algo he descubierto ya por mi mismo es que o nos reímos de todo o la mierda nos come.
En cuanto a este 2021 auguro que será un año “mejor” desde el punto de vista de los claustrófobos. Pronto nos pondrán la vacuna que nos instalará el chip cinco ge y alterará nuestro ADN para que podamos salir a la calle otra vez sin mascarillas y nos demos cuenta de lo feo que era todo el mundo en realidad. Tendremos otra crisis económica y de valores, política y de valores, ecológica y de valores, e incluso crisis de valores a secas, que son las peores.
Para mi este 2020 no ha sido malo porque auguro que el año que entra va a ser “mejor” todavía y esta vez sí que sí, voy a aprender a tocar la guitarra.
Comparto mucho de tu reflexión. Este ha sido un año que me ha permitido estar más con mis hijas, hacer algunos amigos nuevos y echar mucho de menos a los que no he podido ver, lo que me demuestra que son importantes en mi vida.
ResponderEliminarLo que no hay por donde coger es la foto... 🤦🏻♂️😅🤣 ¡Eso sí que es un despropósito y no el 2020!