Mi coche soñado |
futuro de mi pasado; es decir, sobre la ilusión
que tenía de niño con la idea de verme conduciendo un coche volador de mayor o
descubriendo un buen día que mi mejor amigo era en realidad un extraterrestre
infiltrado que me enseñaría los secretos del universo. Bueno, en esto último
todavía tengo algo de esperanza.
Pero la cuestión es que vuelvo al tema
porque estoy indignado, molesto y algo cabreado con este futuro decepcionante,
por lo que no esperéis frases graciosas ni chascarrillos divertidos en esta
entrada. Y es que puedo aceptar que los coches no vuelen; vale, quizás era una
quimera. Puedo entender que la humanidad no viaje por las estrellas y conozca a
otras civilizaciones; puede que fuera pedirle demasiado a la NASA. Y puedo
aceptar también el no tener en mi casa un holograma 3D con total autonomía y
con las proporciones de una señorita atractiva que hace la labor de mayordomo
virtual diciéndome cosas como “Señor Capdemut, recuerde que mañana tiene que
hacer un porte importante a las 8 de la mañana. ¿Quiere que le programe el
despertador?”; es duro pero vale, a nadie se le ha ocurrido priorizar eso. Y
cuidado, porque no por ello desprecio los derroteros por los que ha avanzado la
ciencia. Las comunicaciones, las redes sociales, internet en definitiva… Hacen
que ahora mismo esté escribiendo tranquilamente (cabreado, pero tranquilamente)
en mi casa un texto que en darle a “aceptar” podrá leerse inmediatamente en
cualquier parte del mundo (aunque ahora falta que alguien en el mundo quiera
leerlo, que eso es un tema aparte del que ya hablaré otro día) y eso es maravilloso
ya que gracias a ello cualquiera de nosotros podemos convertirnos, para quien
quiera acceder a nosotros, en escritores de mierda, periodistas de mierda,
médicos de mierda, abogados de mierda, psicólogos de mierda, expertos en
general pero siempre de mierda y un larguísimo etcétera que solo excluye
aquellas profesiones que requieren de presencia física para realizarlas. Pero
ni así la cosa funciona. Y ahora os cuento lo que quería contar, que todo este
rollo era solo para poneros en sintonía con el tema.
Imaginemos que yo soy un pequeño empresario
que ha decidido cerrar un pequeño trato con una de las mayores multinacionales
petroleras del mundo. ¿Suena grandioso? Pues no lo es, ya que las nuevas
tecnologías permiten tramitarlo todo desde casa y por lo tanto no ha habido
viajes al extranjero ni reuniones en grandes salas, formalismos ni puros, sino tecleos varios,
introducción de datos personales, códigos secretos, pins, puks y polls… Todo
está arreglado y en marcha y lo único que necesito es un documento que
justifique mis movimientos dentro de esa gran empresa a final de mes. Pero no
llega. Y comienza el mes nuevo y no llega. Y pasan los días y no llega. Y lo
necesito y no llega. Y miro en mi buzón virtual y en el físico y no ha llegado.
Total que llamo por teléfono y me atiende un robot (estamos en el futuro del
pasado, no lo olvidemos) pero no acabamos de entendernos (sigue siendo el
pasado del futuro, al fin y al cabo) y le ruego que me ponga con un ser humano
como yo. Y funciona. Hablo con una amable señorita que tras revisar mis datos, códigos
secretos, pins, puks y coñs... Concluye que el documento está enviado pero se le
ha podido extraviar al cartero. Si en ese momento me clavan un cuchillo de
carnicero en la femoral no me sacan sangre. ¿Me estaba diciendo esa amable
señorita que después de todos los trámites a través de la red de redes, los superordenadores
que manejamos sin llegar siquiera a comprenderlos y la innecesaria presencia
física de los seres humanos, el producto final de nuestros esfuerzos recae en la
figura antediluviana del mensajero? ¿Ese mismo mensajero al que atracaban los
asaltantes de caminos en el medievo y al que comían los lobos en sus travesías
montañosas? ¿Los mismos mensajeros que se pegaban tiros con los indios en las
diligencias y que saltaban de tejado en tejado vestidos de negro en las calles
del antiguo Edo? ¿Entonces para qué tanto rollo de tecnologías y hostias en
vinagre si al final volvemos a los orígenes? ¿Para qué pago yo mi internet si
al final un tío de amarillo va a extraviar mi carta mandándola a una dirección
parecida a la mía donde un señor no necesariamente parecido a mí la tirará a la
basura? ¿Será que hemos renunciado a los coches voladores y los hologramas
sexys por algo que ni siquiera sirve? Me siento decepcionado y engañado hoy más
que nunca con este futuro que nos han vendido. Hoy me siento más mono que
nunca. Cibernético, vale, pero mono al fin y al cabo.
Asi soy yo en el ciberespacio... y en la calle. |
Reconocelo, nos querías enseñar una foto de tu nuevo despertador y no sabías como colarnosla jejeje
ResponderEliminarOjalá tuviese este despertador y no la mamarrachada de Casio triangular que no puede ni agarrarse ni se le encuentran los botones.
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