martes, 16 de julio de 2013

De vergüenza y reducciones


Una tarde cualquiera en la copistería. Una chica se coloca a mi lado mientras me encuadernan lo mío y prepara unas hojas para fotocopiar; son partituras de piano que mis someros conocimientos de lenguaje musical me permiten identificar y aprovecho mi instante de lucidez para tratar de vacilar a la chica. Que nadie se equivoque, mi intención no es ligar con ella ni muchísimo menos; estoy sumergido en una relación monogámica que me tiene completamente satisfecho y abrumado como para ponerme a buscar amor por ahí, pero este es otro tema del que quizás hable otro día. Lo importante es que miro las partituras, modulo mi voz en modo “grave” pero sin llegar a “cavernoso” que da un poco de cosa a la gente y le digo. “¿Tocas el piano?”, “Si” me responde ella secamente. Es una tía dura al parecer, que está acostumbrada a que le digan eso, pero yo tengo un as en la manga. “Se toca a mucha velocidad por lo que veo, debes llevar mucho tiempo tocando”. Me mira. Los halagos nunca fallan y más a gente musical. “No tanto” me responde. “En realidad el tempo es muy lento y además no es una canción de piano sino una reducción de orquesta para piano”. Asiento y no digo nada mientras pienso en qué coño es una reducción de esas y me retraigo sobre mí mismo cual caracol ocultándose del Sol mientras me maldigo por no saber tener la boca cerrada. Busco algún argumento que me salve pero no existe, así que me tapo la cara con las manos  y salgo del establecimiento. Un niño me señala con el dedo y su madre le baja la mano mientras le pone a salvo del hombre avergonzado. Corro calle arriba en busca de cobijo mientras todos se apartan de mi trayectoria horrorizados y no tengo más remedio que saltar sobre los coches aparcados realizando un movimiento de distensión con mis patas traseras. Todo el mundo chilla y un coche de policía se cruza en mi camino haciéndome saltar hacia atrás y adherirme en una fachada. Los agentes me dan el alto mientras me apuntan con sus armas y yo les ignoro subiendo la pared a toda velocidad aprovechando las ventosas de mis dedos. Corro sobre los tejados esquivando las balas que cruzan el aire y rebotan cerca de mí y finalmente salto al vacío desplegando las alas en el último momento y me meto por la ventanilla abierta de mi coche para volver a casa. La próxima vez que vaya mi mujer a por fotocopias que yo cada día me siento más raro relacionándome con otros seres humanos.

NOTA: Algunas veces pienso en si esto lo leerá alguien, en si merece la pena escribir, en si dedicarme a expresar cosas reales o buscar la gracia fácil, en si lo estoy haciendo bien o lo estoy haciendo mal de cojones. Pero en cualquier caso he de decir que a veces, merece la pena poder escribir lo que me sale de la punta de la P.* sin preocuparme demasiado por nada más.

*Léase "polla".

4 comentarios:

  1. Gracias por escribir, me sacas muchas sonrisas y risas (a mi tambien se me dan bien los alagos)

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  2. Jajaja, es bueno, de verdad. Uno de los pocos relatos que me lo creo entero.

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  3. A ambas/os, queridas/os anónimas/os, grácias/os por comentar/or.

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  4. Tu las tienes todas!

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