Un día
indeterminado, voy paseando tranquilamente por la calle cuando, al pasar por un
callejón, un hombre extraño me asalta. Viste una gastada túnica con capucha y
lo único que puedo distinguir de su rostro son dos ojos rojos que brillan como
ascuas. Tal aparición me pilla por sorpresa, pero más sorpresivo aún es lo que
me dice con su cavernosa voz.
-Si
tuvieras que irte a una isla desierta… ¿A quién te llevarías?
Acto
seguido saca de entre sus ropajes un reloj de arena y lo sostiene ante mí con
una mano huesuda de pulso perfecto.
-Pues,
ehmmm, no se… -Balbuceo, algo confuso. –¿Una isla cómo? Es decir… ¿Con las
comodidades propias de aquí tales como agua corriente, electricidad y eso, o
no?
-Irrelevante.
–Responde él al acto.
-¿Y por
cuanto tiempo iba a estar allí?
-Indefinido.
-¿Y no
puedo ir solo?
-No.
No sé
por qué pero la cosa parece seria y la arena no deja de caer, por lo que pienso
detenidamente en mis opciones. Ahora mismo, la persona a quien más quiero del
mundo es a mi hija, pero no iba a hacerle la putada de llevármela a una isla a
malvivir, la pobrecita; del mismo modo, llevarme a mi mujer implicaría dejarla
huérfana de ambos padres, cosa harto traumática. Descartadas. Elegir a un
familiar es siempre un error, ya que al final siempre hay algún trapo sucio por
ahí que sale y se estropea la convivencia, y llevar a un buen amigo, aunque
tentador, sería un fracaso seguro, ya que las tensiones provocadas por la
convivencia precaria haría que surgieran las tensiones y al final la enemistad.
Así pues…
-El
tiempo se está agotando. –Se impacienta el tipo extraño.
Hasta
que de pronto doy con la solución. La misión de este curioso personaje no es la
de llevarme a una isla desierta, sino la de hacerme reflexionar sobre el mismo
ser humano. Lo que quiere es hacerme ver que todas las personas, hasta las más
lejanas a uno, tienen algo que contar, algo que aportar y algo que hace que
merezcan la pena, todos y cada uno de los seres humanos sobre la tierra. Al fin
veo la luz en un asunto que jamás me había planteado y que resulta tan sencillo
como revelador. Cualquier persona merece la pena. Esa es la respuesta acertada.
Cae el
último grano de arena y guarda su reloj de nuevo.
-Se
acabó el tiempo. Dime. ¿A quién te llevarías a una isla desierta?
Le miro
con una irreprimible sonrisa en los labios y respondo con seguridad:
-¡A la
Beyoncé! Para que me cante “What a girl wants, what a girl needs” antes de irme
a dormir.
-¡No! Tú
lo que quieres es fo******la. Además esa canción es de Cristina Aguilera.
-¡Pues
que la aprenda, que para algo me la llevo a la isla!
Y el
hombre de la túnica se muestra decepcionado, da la vuelta y desaparece envuelto
en una nube de humo maloliente, como ese que echan en los conciertos. Me quedo
un rato esperando, a ver si pasa algo más pero no. Y vuelvo a mi casa.
What a girl wants... |
Pues hasta Beyoncé tiene una vida, ¿ o no?, jajaja
ResponderEliminarPues yo me llevaba al de la túnica, por cabrón.
ResponderEliminarO haberle dicho "a tu p*+a madre", a ver qué cara ponía.
Un saludo
CdP
Que bonito eso de la hija y la mujer, pobrecitas ellas, pero me llevo a la Beyoncé..., que se te ve el plumero chaval! Que sepas que si me encuentro al tipejo este, te vienes a la isla desierta pero desfilando vamos!
ResponderEliminarCuanta hostilidad hacia mi ser... por favor.
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