viernes, 30 de enero de 2015

La balada de A: Un relato de miseria y soledad y de cómo el Destino puede girar del modo más horrible e inesperado.



A era un chico normal. O practicamente normal. Sabemos que era algo feo, pero poco más. Podemos suponer que no era demasiado alto y quizás algo regordete, aunque eso ya sería imaginar cosas. Pero eso no importa. Nada importa porque A, sin saberlo, tenía preparado algo grande en su vida.
Ese algo era B. Cerrad los ojos e imaginad una chica atractiva. Un poco más, no os cortéis. ¿La tenéis? Pues esa chica que ahora ocupa vuestras mentes no le llega ni a la suela de los zapatos a B. Y por una de esas cosas del Universo que solo los dioses antiguos conocen, A y B estaban destinados a encontrarse en algún punto del espacio y el tiempo, a conocerse, a follar amarse y a permanecer juntos para siempre.

Pero entonces, a causa de uno de esos giros inesperados que responden a los caprichos de alguna fuerza cósmica desconocida, el camino que seguía B; esa ruta marcada a fuego desde antes de que ella naciera, se truncó y B quedó a la deriva en las procelosas aguas del océano del Sino.
A la deriva, decía, hasta que B se topó con C. ¿Y quién era C? C era un chico guapo. Cerrad los ojos y... Bueno no, dejadlo. Era guapo y con una bonita voz. Y cuando se encontraron, supieron que estaban hechos el uno para el otro y follaron descubrieron el amor verdadero recorriendo un camino nuevo, creado por ellos mismos. Sin ataduras.

Pero tal encuentro dejó un cabo suelto. D. D era una chica. Desconocemos su apariencia pero a estas alturas qué más da. El Destino había dictaminado que D debía encontrarse con C, pero C estaba actualmente con B, a su bola por ahí por el Cosmos. Y D se quedó sola, al igual que A. A era un chico y D una chica y ahora los más optimistas pensaréis que el Universo optaría por enlazar sus caminos para arreglar el lío que había comenzado B al salirse de su ruta. Pero no. No, porque el Destino es una fuerza cósmica poderosa, pero le importan más bien poco los sentimientos de las personas y pasó de ellos. Olímpicamente.

D era una chica, por lo que podemos suponer que se buscó la vida y al final encontró a alguien con quien compartir sus días. Pero A era un chico normal. O practicamente normal, porque era feo; feo y algo gordito, además de bajito. Y se quedó solo. Solo y abandonado de la mano de los Dioses -masturbandose todo el día- escribiendo poesías pensando en su musa idealizada; aquella que sin él saberlo debería haber estado a su lado hasta el fin de su tiempo. Aquello que le había sido negado y cuya ausencia le atormentaría aún sin saber de qué se trataba. 

 PD: Por si no os habéis enterado de nada (y a pesar de eso queréis seguir con el tema), he creado este sencillo gráfico con el Paint para que lo acabéis de ver claro. Tenemos a A, B, C y D. Las líneas trazadas en negro son aquellas delimitadas previamente por el Destino natural de las cosas. La línea roja representa el nuevo camino, errante y azaroso tomado por B. Y la línea azul representa el nuevo camino, creado tras la "colisión de B en la ruta de C. De nada.

PD2: ¿Y qué conclusión podemos sacar de toda esta historia? Pues que a veces, a pesar de estar destinados a que nos pasen cosas buenas, las cosas se pueden ir a la mierda por motivos que ni siquiera dependen de nosotros y acabar teniendo una vida de mierda. Como el pobre desgraciado de A.

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