-Mamá…
Hace ya tiempo que no me regalas nada. ¿Es que ya no me quieres?
-Claro
que te quiero hijo mío. –Le responde ella acariciándole la cabeza. –Tengo tu
regalo preparado en el garaje, pero estaba esperando el momento adecuado para
dártelo.
-¡Pues
yo lo quiero ya! ¡Quieromiregaloquieromiregaloquieromiregalo...!
-Vale,
vale, no te pongas nervioso, que voy a por él.
Entonces
la madre se va al garaje, se sube al coche y sale pitando hacia la gran ciudad.
La
ciudad no es lugar para una mujer sola, y menos de noche, pero nuestra heroína
no duda en adentrarse en los bajos fondos para complacer a su único hijo; el
valor de una madre no tiene parangón; esa noche no es solo una madre; es una
leona acechando a su presa. Y finalmente, en una tienda de suvenires de un
oscuro, maloliente, pegajoso, nauseabundo y asqueroso callejón de mala muerte,
encuentra lo que quiere.
La
madre regresa a su casa y cuando sube del garaje se encuentra con su hijo, que
sigue con el:
-¡Quieromiregaloquieromiregaloquieromiregalo...!
-Toma
hijo. Aquí lo tienes.
-Ha…Ha…
¿Harry Potter Obama?
-Sí,
hijo. ¿A que serás la envidia de todos tus compañeros en el cole?
Y el
niño se lleva la mochila a su cuarto, se sienta frente a ella y tiene la
certeza de que cuando comience el próximo curso, morirá a collejas.
No sé si reír o llorar.
ResponderEliminarIntenta ambas cosas. És posible.
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