ADVERTENCIA:
Queridos amigos del blog, esto que vais a leer es la primera parte de tres (o
cuatro, ya veremos) que conforman la historia personal de La Madre, una
personaja que los más masoquistas conoceréis de “Regalos de mierda”. Esta saga
pretende arrojar algo de luz sobre su pasado y servir de puente para conectarla
con El Padre. Además, incluirá un pequeño crossover con El Motorista Ninja, el
cual ya tuvo mucho éxito en este blog hace unos meses. Todo esto y que ando
falto de ideas y ya no sé qué gilipolleces escribir para saciar vuestras ansias
de leer de gratis.
Después
de casi veinte años de inactividad y anonimato, Los Cuatro se habían reunido de
nuevo en la Gran sala del Consejo a la espera de conocer el motivo de su presencia
allí. Se miraban de reojo y sin decirse una palabra pues todos sospechaban de
todos y cada uno de ellos del anterior. En realidad, la sospecha era el cemento
que les mantenía unidos ya que el sospechar del otro creaba una complicidad
tensa pero inquebrantable. Si alguno, en algún momento hubiera confiado en cualquiera
de los otros, habría sido un foco de sospechas tan grande, que habría acabado
sospechando a su vez de los demás. Pero esto no es importante. Lo importante
era que los cuatro estaban reunidos de nuevo.
El
primero era un hombre corpulento y con barba que sospechaba de un modo
tranquilo y pausado. A su lado, el segundo sospechaba con ansia, debido
seguramente a que era el más bajito de todos y acababa de abandonar su lucha
contra la alopecia. La tercera, la única mujer y a la que algunos conocían como
La Madre, sospechaba con calma tensa, amenazando con sospechar de forma
explosiva en cualquier momento. El cuarto y último sospechaba tanto de todo el
mundo que ya ni se le notaba y sorbía de un brik de zumo de piña sin ninguna
prisa por acabarlo.
Ante
Los Cuatro estaba El Primero, Líder de la Orden y Gran mentor de la
Organización. El Fundador o Jefe, aunque algunos preferían conocerlo
simplemente como El Que Corta el Bacalao. Les observaba sin expresión y sin rastro
alguno de sospecha, pues si El Primero sospechara de alguno de Los Cuatro, éste
sería expulsado inmediatamente y lo mismo sucedería en la otra dirección, solo
que el expulsado sería también quien sospechara de él. Por eso estaba tan
tranquilo. Por eso y porque había venido conduciendo él y si algo le sucediera,
los otros tendrían que volver a sus casa en transporte público. El Líder de la
Orden carraspeó antes de alzar su voz.
-Sabéis
que no os habría convocado después de tantos años de inactividad de no tratarse
de un asunto de máxima importancia. Sabéis que durante años, esta organización
se ha dedicado a “recuperar” –el Jefe hizo el símbolo de las comillas moviendo
dos dedos a cada lado de su cabeza –obras de arte “en peligro” para
“entregarlas” a personas que garanticen su seguridad y conservación.
-¿Ahora
se llama así a robar cuadros para venderlos al mejor postor? –preguntó El
Segundo, que se había colocado un gorrito de lana negro afirmando que tenía
frio pero que en realidad era para ocultar su calva.
El Gran
Mentor le lanzó una mirada furibunda pero prosiguió como si nada.
-Como
sabréis también, por nuestras manos han pasado obras de arte, en especial
pinturas, de la máxima importancia artística, por las que hemos sido gratamente
remunerados y por lo cual hace unos años pudimos retirarnos para llevar vidas
cómodas y mundanas sin tener que preocuparnos por el dinero.
-Yo le
compro regalos a mi hijo periódicamente, –dijo La Madre. –y le encantan.
El Que
Corta El Bacalao la miró furibundamente también a ella, pues no le gustaba que
le interrumpieran y ya iban dos veces, pero prosiguió.
-El
caso es que hace apenas unas semanas se descubrió que muchas de las obras de
arte que están expuestas en museos y galerías son en realidad copias de las
obras originales, las cuales están ocultas en la catedral de Gromenauer,
custodiadas ni más ni menos que por la Orden de los Monjes de Fojones.
-He
oído hablar de esa catedral. –interrumpió El Primero. –Algunos la llaman
Catedral de los Santos Fojones y dicen que esos monjes han recibido
entrenamiento militar, adiestramiento en artes marciales y clases de calceta a
dos agujas…
Al
Fundador le salían dos visibles chorros de vapor de las orejas mientras la cara
se le ponía roja como un tomate. Ya le habían interrumpido tres veces y no iba
a tolera runa cuarta. Prosiguió.
-Efectivamente.
Los Santos Fojones son rivales increíblemente duros, por eso estáis aquí.
Muchos de nuestros antiguos clientes se han indignado al enterarse de que esas
obras de arte que adquirieron por sumas desorbitadas son falsas y nos han
reclamado la devolución del dinero… dinero que no tenemos porque ya nos hemos
gastado en cosas chulas. Así que solo nos queda allanar esa catedral, burlar a
los monjes y…
Justo
en ese momento el Cuarto terminó su zumito y la pajita emitió un sonoro
gorgoteo al absorber aire. El Fundador estalló, saltó de su posición y le dio
una patada voladora en la sien que hizo que la cabeza le rebotara una y otra
vez contra los hombros de forma pendular.
-Salid
de aquí, haceos con esos cuadros y traedlos sanos y salvos.
El
Segundo pensó en protestar, pero eso habría levantado las sospechas de sus
compañeros, excepto del Cuarto que seguía intentando parar su cabeza, y se
calló. Los Cuatro volvían a estar juntos, así que nada podía fallar... O casi nada.
Muy interesante (y gratis). Me ha gustado sobre todo el detalle del zumito de piña, las comillas y el comentario de la Madre cuando dice: "y le encantan".
ResponderEliminarNo si al final aprenderé a escribir bien y todo.
Eliminar¿y el gran mentor se queda sin hacer nada?
ResponderEliminarMe encanta empezar a ver que La Madre es una super... algo
El Gran Mentor ya está mayor y se queda recogiendo las sillas.
EliminarY sí, la madre al final era "algo", auqnue ya se veía venir.