Mi
caballo se detiene ante las puertas del castillo y antes de poner los pies en
el suelo, me paro a observarlo. Es un edificio antiguo de altos muros y aspecto
terrible. No cabe duda de que su interior alberga grandes peligros y misterios,
pero puede que también tesoros ocultos.
Camino
hasta la entrada y veo un desvencijado cartel que reza “Grandes recompensas
aguardan a aquél que logre salir con vida del castillo de los pasillos
interminables”. El mensaje es claro: La vida de quien penetre en estos muros
peligra. Pero eso no logra intimidar a aquellos que como yo, no tienen nada que
perder.
La
enorme puerta de entrada se abre sola al acercarme, como si hubiera alguna
fuerza desconocida que esperara de antemano mi visita. Asciendo las escaleras,
preparo mis armas y comienzo un camino que pondrá a prueba mi tesón y mi cordura.
Los primeros metros son una pequeña muestra de lo que me esperará en el
trayecto: Salas angostas, pasillos interminables, recovecos que terminan en
túneles sin salida o aún peor, que me trasladan a zonas ya exploradas. Figuras
fantasmales, cuerpos tambaleantes y gemidos de angustia aparecen a cada giro,
pero lo peor es la sensación de estar pasando todo el tiempo por el mismo lugar
y la creciente certeza de que salir de allí va a ser más difícil de lo que
esperaba.
En una
de las salas hallo un estante con libros, todos ellos con títulos escritos en
idiomas ininteligibles. Cojo uno de ellos, me siento en un escritorio y lo
abro. Descubro que mi mente no estaba preparada para tanto horror. A pesar de
no entender ese lenguaje, los símbolos arcanos y las figuras que forma la
terrible escritura me azotan la mente como un látigo, obligándome a cerrarlo y
seguir mi camino lleno de desconcierto y desazón.
Finalmente
hallo las escaleras de descenso pero éstas conducen a las catacumbas, que no son
más que una versión oscura y húmeda de lo visto en el piso superior. Tapices y
alfombras, lámparas y antorchas, mesas y sillas… Todo parece estar distribuido
de una forma enfermiza, como si fuese obra de un loco. Y si no encuentro pronto
la salida, yo también perderé la cordura.
Sigo
avanzando, hago un parón para comer algo y reponer fuerzas, pero incluso la
comida aquí tiene un sabor inidentificable, como si estuviese mancillada por el
mal que impregna el lugar. Las últimas horas son decisivas. El avance es cada
vez más lento y no veo la luz al final del túnel. El suelo está salpicado de
huesos humanos, los de los héroes que llegaron hasta aquí y no pudieron
continuar. Hay estantes que llegan hasta más arriba de donde la vista alcanza y
los pasadizos se multiplican sin orden aparente. La cabeza me da vueltas y las
piernas comienzan a fallarme. Caigo de rodillas y me encuentro con la mirada
vacía de uno de esos que en su día fracasaron. No puedo caer aquí. No voy a
engrosar la lista de los que no volvieron a ver la luz del sol.
Me
levanto de nuevo con un último esfuerzo y como si ese gesto hubiese tenido
algún significado más allá de la pura superación personal, veo a lo lejos la
salida. Avanzo con fuerzas renovadas pero al llegar hasta ella encuentro el
paso bloqueado. “Si la salida quieres alcanzar, de todo tu oro te debes
desprender” reza la inscripción. Vacío mis bolsillos y la puerta se abre, por
fin.
Una vez
en el exterior, respiro el aire fresco como si se tratara de mi primer aliento
y recibo la luz del sol del atardecer como una bendición. Entonces descubro el
significado de esta aventura. La recompensa a este viaje era el comprender el
verdadero valor de la vida, no el obtener riquezas ni gloria. El tesoro a
obtener era el seguir adelante con la consciencia de que cualquier reto, por
duro que sea, puede ser superado.
Antes
de alejarme del lugar miro atrás, al terrible laberinto que acabo de superar y
pienso que nunca jamás volveré al Ikea.
Me ha gustado el relato. Tal vez porque también he vivido en mis carnes esa ordalía. :-)
ResponderEliminarUn relato estupendo.
ResponderEliminarIKEA, siempre IKEA. Me libré esta semana de ir con una escusa que si alguien la quiere conocer... tiene que darme todo su oro, así puedo comprar esa estantería Billy que me falta para rellenar la única porción de pared que se ve en mi casa.
ResponderEliminar