Salgo a la calle después de dos meses metido en mi sótano
escribiendo de forma frenética. El sol me deslumbra, los sonidos de
la calle me aturden y el aire fresco sobrecargado de oxígeno me
marea, pero por fin he terminado. Huelo mal, tengo la ropa interior
pegada al cuerpo y sobretodo tengo muchísima hambre, así que
emprendo mi tambaleante camino hacia la tiendecita del barrio donde
tienen los mejores cruasáns rellenos de chocolate líquido de toda
la zona. Pero no necesito caminar mucho para darme cuenta de que algo
ha cambiado desde la última vez que pisé la calle.
Apenas hay nadie a
pesar de las horas que son, hay coches volcados, suenan sirenas de
policía, ambulancia y bomberos a lo lejos y columnas de humo se
alzan desde distintos puntos de la hasta hace poco tranquila
localidad. Es como si hubiera empezado una invasión zombi y yo sin
duchar. Pero el hambre no me deja pensar demasiado, así que
aprovecho que me cruzo con un conciudadano que pasaba corriendo y le
agarro por el cuello de la camisa.
-¿Qué está
pasando aquí, vecino?
-¿Es que no lo
sabes? -me responde con cara de susto-. ¡Los comunistas han llegado!
-¿Los comunistas?
¿Qué comunistas? ¿Los que les patearon el culo a Hitler o los que
torturaron a Rambo en ese colchón electrificado?
-¡Todos, todos los
comunistas! Han pactado en el gobierno con etarras, venezolanos,
independentistas y reptilianos para…
De pronto interrumpe
su calmada explicación al ver algo detrás de mi, lanza un grito de
terror y se escabulle de mi agarre, dejándome con su camiseta en la
mano. No es de mi talla, así que descarto utilizarla y la deposito
en el contenedor más cercano a la vez que me fijo en aquello que
asustó al hombre y veo pasar a lo lejos a un chaval con rastas.
Sigo mi camino hacia
la tienda y me veo obligado a dar un pequeño rodeo para esquivar un
todoterreno que está cruzado en la acera empotrado a un árbol;
dentro el conductor juega al Tetris 3D en el móvil.
-¿Necesita
ayuda buen hombre? -le pregunto tratando de ser cortés, aunque dudo
que pueda prestarle cualquier tipo de socorro.
-No, tranquilo,
llevo quince días aquí y ya me he acostumbrado.
-Ah, me alegro. ¿Y
a qué se debe este raro accidente?
-Ha sido Gloria -me
responde tranquilo.
-¿Gloria? ¿Quien
es Gloria? ¿Una especie de Hulka cabreada?
-No, Gloria, el
temporal. Pasó por España y destruyó todo a su paso, Delta del
Ebro incluido.
Vaya, la tierra que
me vio nacer y crecer ha desaparecido… No me extraña teniendo en
cuenta la pésima gestión hídrica que se ha hecho desde los
distintos gobiernos con competencias en esa materia.
Dejo atrás al
conductor y sigo mi camino.
Cuando llego a la
tienda encuentro la entrada protegida con una barricada de sacos de
arena y detrás de ella la dependienta, mujer amable hasta el día de
hoy, me amenaza con un cuchillo de pan.
-¡Que no me quedan
mascarillas hostia!
-¿Comor? -le
pregunto imitando a Chiquito para parecer gracioso y que no me
asesine.
-¡Que no hay, se
agotaron hace días y no sé cuando me van a reponer!
-¿Y por qué iba yo
a querer una mascarilla?
-Para el
coronavirus, por supuesto.
-¿El coronavir…
qué?
-El coronavirus es
la epidemia de este milenio que diezmará la población hasta un 1% y
volveremos a un estado tribal donde imperará la ley del más fuerte
y desaparecerá todo rastro de civilización y tecnología.
-Pues al señor ese
del Tetris 3D no le va a hacer ninguna gracia… En cualquier caso yo
solo quería un cruasán relleno de chocolate líquido.
-No me quedan. Solo
me quedan de chocolate solido, que no le gustan a nadie y todo el
mundo se lleva los otros.
-¿Y si nadie quiere
los sólidos porqué traes? ¿No sería mejor comprar solo líquidos
para contentar a todo el mundo?
Entonces la
dependienta me mira con severidad.
-¿Es que no piensas
en los fabricantes de chocolate solido? ¿Que será de ellos si
rechazamos sus productos? ¿Cuantas familias morirán de hambre por
culpa de gente tan intransigente como tu?
La mujer me hace
reflexionar, así que compro un cruasán de chocolate solido, lo
vacío tirando su contenido a la basura, que por cierto ya se me
acumula de mala manera, y lo relleno de nocilla que tenía en casa.
Como está el patio.
Tendré que encerrarme otra vez a ver si las cosas se arreglan solas.
Dentro de dos semanas el apocalipsis ya será otro, no le daría más importancia.
ResponderEliminarPues saldré otra vez a ver si me gusta o no.
EliminarGracias por comentar, compañero.
Vaya, qué jodidamente proféticas resultaron mis palabras 🤷🏻♂
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