miércoles, 14 de octubre de 2020

De matemáticas y viajes suprarrenales.

 

 


Mi nuevo trabajo es una mierda, vale, creo que lo dejé claro hace un par de entradas, pero si tengo algo positivo que extraer de él es que solo sucede por las mañanas y eso me deja, por primera vez en mi vida desde que tenía veinte añitos, las tardes libres para hacer lo que me de la gana.

Y ya sé qué pensaréis. Que un hombre como yo va a dedicar ese tiempo libre a escribir, hacer deporte y retomar viejas aficiones roleras, pero no. Ya no soy el mismo que era. He cambiado, he abandonado malos hábitos de procastinación y ahora estoy dispuesto a hacer algo de provecho con mi vida: Sacarme el título de graduado en la ESO.

¿Y como es posible que un escritor de relativo éxito, padre de familia maduro y espécimen culto donde los haya no tenga todavía ese papel? Pues muy sencillo. Cuando yo estaba en edad de estudiar, ese título todavía no existía (yo soy de la vieja escuela, de la EGB) y a partir de ese momento dediqué mi vida a trabajar como un rebaño de mulas, con lo que el mundo del estudio quedó totalmente obsoleto para mi.

Pero como dicen que nunca es tarde, que el saber no ocupa lugar y que no sabemos lo que nos puede deparar el futuro (si es que lo hay), he decidido apuntarme para sacarme el dichoso graduado y así subir un nuevo escalón en la provechosa escalera de la fortuna vital y el crecimiento personal e intelectual.

Y aquí estoy ahora, dirigiéndome a mi primer día de clase, carpetita en mano, bolígrafo bic cristal escribe normal en el bolsillo de la camisa y peinado engominado lateral para dar mejor aspecto de empollón. Me siento en mi mesa y cientos de recuerdos de mis días de escuela vienen de pronto a mi mente: Burlas, collejas, humillaciones varias, ninguneos, fracasos, frustración, pantalones bajados en medio del patio, pedradas en los genitales, ser el último de la fila cuando elegían equipos, balonazos en el estómago, gafas rotas, más collejas, el sabor de la tierra en la boca… Qué maravilla todo. Pero entra el profesor y se hace el silencio.

¡Matemáticas! Grita el señor profesor (que seguramente sea más joven que yo) mientras se arranca el jersey a lo Hulk Hogan para mostrarnos una gran barriga tatuada con la fórmula del emc2 al cuadrado ese y la cara de Einstein sacando la lengua. Nos da las hojas de ejercicios y empiezo por lo fácil, que son las sumas y las restas.

No tengo problemas al principio. Me atrevo incluso a multiplicar y cuento con los dedos debajo de la mesa para disimular. Algunos de mis compañeros resoplan por la dificultad de la prueba y yo me siento confiado hasta que llego a las divisiones de dos cifras y comienzo a sudar. ¿Como se hacía eso? Trato de rebuscar entre mis recuerdos más antiguos pero solo rescato escenas en las que me escupían dentro de la libreta o me robaban los bolis. Y eso no es lo peor. Luego llegan las fracciones, los mcms y Mcdses, los menos por menos más y las raíces cuadradas. Todo se vuelve confuso en mi mente y cuanto más trato de concentrarme, más fuera de lugar me siento.

Los números comienzan a danzar ante mis ojos, saltando de sus posiciones y ocupando las de otros, sumándose a su antojo y sin permiso o restándose, incluso multiplicándose por cero en un claro ejemplo de suicidio numeral. Trato de mantener el orden pero mi cabeza empieza a perder información como si se hubiesen roto las tuberías de las ideas y veo pasar varios guerreros de la cata del fuego persiguiendo a un dreadnought humeante, herido de muerte. Los disparos de sus rifles de plasma apenas logran arañar su blindaje pero la bestia de hierro corre en busca de refuerzos. Algo enorme aparece de pronto, un carnosaurio que aplasta al robot y sale detrás de los soldados que arrojan sus armas y corren por el bien supremo a sus casas, a acostarse y dormir como si nada hubiese pasado. Después llegan las tortugas ninja que se enfrentan a la bestia mientras en el cielo Songoku pelea contra su eterno rival en una sucesión de luces y destellos que se asemejan a un pinball enloquecido por la suerte de su jugador.

Trato de recuperar el control pero ya ni siquiera veo la hoja de papel, solo las cifras que siguen bailando y se convierten en un terrible remolino que me absorbe al País de Nunca Jamás, a Wonderland y a Toril, pasando por los ardientes desiertos de Athas y los brumosos bosques de Ravenloft; y me quedo embelesado con la vista de islas tropicales con tesoros enterrados, ciudades dominadas por gatos en las Tierras del Sueño, planetas olvidados por antiguas civilizaciones aunque todavía por explorar para tantas otras, y cuando ya me veo absorbido por un agujero negro supermasivo camino a alguna realidad alternativa, el profesor se asoma a la cúpula galáctica cual quasar y me devuelve a mi pupitre, frente a la prueba de aptitud sin apenas empezar y descubro que igual no va a ser tan fácil esto de sacarse el título ese con una mente tan dañada como la mía.

3 comentarios:

  1. Si eres capaz de entender las normas de combate de infinitos juegos de rol, serás capaz de sacártelo. Eso es un juego de rol con otras nomas de combate y un trasfondo diferente.
    ;-P

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    1. Gracias por tu confianza. Pero si no puedo conseguirlo con estudio, lo compraré.

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  2. Tú estás por encima de todo ESO
    Si te apetece sácatelo o si te apetece cómpratelo.

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