Yo crecí en un pueblo; Un pueblo grandote, pero pueblo al
fin y al cabo. Un pueblo de esos en el que todos se conocen y se respira
confianza en el ambiente. Cuando contaba con 15 años aproximadamente, mi
aspecto no era el mejor del mundo, lo reconozco: Greñas, camisetas de calaveras
y chupa de cuero, todo ello adornado con una higiene personal reducida y una
actitud pasota que no ayudaba demasiado a ganarme la confianza de los demás.
Pero era un pueblo (¿Lo he dicho ya?), y se respiraba confianza.
Cuando iba a comprar algo a una tienda, aunque estuviera en
la otra punta y nunca antes hubiese estado allí, la conversación siempre se
volvía amistosa, algo tal como esto:
-¿Cuánto es? (este soy yo)
-Sesenta de las actuales pesetas. (Esta es la dueña, una
señora mayor)
-Aquí tiene.
-Graci… (la señora me mira fijamente, frunce el ceño, sigue
mirando y sonríe) … ¿Tu eres el nieto de ”Lo Ros”?
-Si.
-Yo soy la Tia Ceferina.
¿No te acuerdas de mi? Vine a verte cuando acababas de nacer.
-Es que… No tengo recuerdos de hace tanto tiempo.
-Si hombre, yo era muy amiga de tu abuela, pobrecita.
-Vale.
-Tienes los ojos de tu madre. Y eres alto como tu padre.
(Mirando y sonriendo)
-Vale.
-Eras más pequeñito…
-Ya… De haber nacido con 1,85 mi madre no lo hubiese
pasado muy bien en el parto.
-Como pasa el tiempo… ¿Eh?
-¿Puedo irme ya, por favor? (A punto de llorar)
Más o menos por esa época abrieron un supermercado en el
pueblo, de esos del futuro que ahora son del presente y hasta un poco del
pasado, en el que podías encontrar de todo y cuyo personal, a pesar de ser del
mismo pueblo, estaban como desnaturalizados, fríos… Cosas de las grandes
empresas, supongo.
En ese supermercado había una sección de música y en ella un
gran cajón de residuos musicales a buen precio en el que podían encontrarse
CD’s de Iron Maiden, Saxon, Manowar y ACDC entre otros, y en el que me gustaba
sumergirme durante horas. Yo tenía mala pinta, ya lo he dicho, y cada vez que
entraba en el apartado de la música se oía lo mismo por los altavoces: “Se ruega
a auxiliar de seguridad que acuda a la sección de discos”; Y entonces aparecía
un señor, vestido normal, que miraba música con un ojo y me controlaba con el
otro. Siempre pasaba lo mismo y siempre era el mismo señor. Puede que acabara
cogiéndole cariño, no sé, como si no existiera la música sin él y viceversa,
pero acabé aceptándolo como parte de mi vida.
Pero entonces pasó que por cuestiones laboral-familiares que
no vienen a cuento, tuve que cortarme las melenas y, ataviado con un simple
chándal de esos anchotes de antes, fui como era habitual a ver música. Pero
algo había cambiado. Entré y no se oyó nada por el altavoz y claro, no apareció
mi amigo el señor. No entendía nada hasta que me vi reflejado en el espejo que
ponen para que parezca que hay más discos de los que realmente hay: Sin los
pelos y sin la ropa oscura yo no era más que un niñato gafotas y con acné; Un
ser anodino y patético que no suponía ninguna amenaza para nadie y que por
supuesto no merecía la supervisión de ningún profesional de la seguridad. Y eso
me cabreó. No mucho, pero me cabreó un poco y me hizo hacer algo que nunca
antes hubiera imaginado.
Cogí una cinta de casete (ni siquiera me gustaba pero lo
importante era el acto en sí), le quité el plastiquito muy despacio, con las dos
manos, la abrí, saqué la banda de seguridad (eso que hace que pite al pasar por
el detector), y me metí la cinta en el bolsillo. Y así, gozando de mi invisibilidad
pasé por delante del guardia (debo reconocer que me sentí tentado a sacármela y
balancearla delante de su cara*) y salí del lugar con total tranquilidad e
impunidad.
Nunca más he vuelto a robar nada, ni por asomo se me ha
ocurrido, pero todavía conservo esa cinta con honor, para recordar el día en
que hice justicia por todos los prejuicios vertidos sobre mí durante años.
*La cinta, no, la polla.
Ante todo gracias por la aclaración, tu historia tenía dos lecturas distintas con eso de que le habías cogido cariño al vigilante.
ResponderEliminarY en segundo lugar, ahora que ya no luces greñas, ¿tengo que coger fuerte el bolso cuando me cruce contigo?, porque aunque dices que robar no se te ha vuelto a pasar por la cabeza nunca me he fiado del todo de los seres anodinos de pelo corto.
A mí lo que más me ha cabreado es que llames pueblo grandote a tu pueblico..., que los pueblos de al lado sean aún más pequeños no lo convierten en grande. Ala, ya lo he dicho. Yo ya conocía esta historia, y me alegro profundamente de que su pasado delictivo se limite a esto...
ResponderEliminarFdo: Isabel; que luego os liais.