miércoles, 7 de noviembre de 2012

Parecidos (Paternidad 22)



Por algún extraño motivo, cuando un crío nace, todo el mundo se esfuerza en sacarle parecidos. Ya en el hospital, en sus primeros días de vida comienzan a recibirse visitas de familiares, cercanos y lejanos, que se esfuerzan en adivinar a quién se parece de la familia; Y por supuesto, todos tiran para su casa. El abuelo materno dice que se parece a su abuela, mientras que el paterno le ve parecido a su tío; Y a partir de ahí , comienza un terrible despiece infantil cuando dicen que tiene las orejas de su bisabuelo, la nariz del tío Gerundio,  los ojos de un cuñado de la abuela que siempre se ha sospechado que era en realidad quien dejó embarazada a, y el bebé es quien confirma las sospechas, las manos de, los gestos como, y así el niño se convierte en una especie de monstruo de Frankenstein construido con pedazos de cadáveres de familiares.
Pero a todo eso ni caso. Si realmente queremos saber a quién se parece debemos seguir dos directrices básicas.

Primera: Ningún crío se parecerá a un familiar más lejano a padres/tíos/abuelos. Cualquier parecido que vaya más allá de eso es pura coincidencia o fantasía. De hecho, hay investigadores que aseguran que si viajásemos atrás o adelante en el tiempo, por no se qué coincidencia genética, encontraríamos a alguien idéntico a nosotros; Como en Doraemon, que en el futuro se repiten todas las caras; Pero esta afirmación es falsa, por lo menos en el caso de Doraemon, ya que el motivo reside en la falta de habilidad del dibujante.

Segunda: Las únicas opiniones que valen son las de personas ajenas a la familia, sin demasiadas simpatías hacia ninguno de los dos progenitores y que decida opinar libremente, sin presiones del tipo : “¿A quién se parece, eh, a quién, a quién le ves parecido, eh?”. Son estas personas, a las que sabemos que no le importamos ni nosotros ni el niño quienes podrán visualizar un parecido razonable y expresarlo de forma sincera.

A mi me ha funcionado, aunque el resultado no ha sido del todo satisfactorio. Cuando la niña nació, hinchada, sin poder abrir casi los ojos, gelatinosa, azul y en definitiva, como son los recién nacidos, decían que se parecía un montón a mi. En cambio cuando creció, ya con pelo, color de piel y un aspecto a niña preciosa, pasó a parecerse a mi mujer.
Joder con los parecidos.

Aquí tenemos la prueba de que tener un gran parecido físico no conlleva necesariamente compartir nigún parentesco... ¿O si?

4 comentarios:

  1. Jajajaja, entrada graciosa con remate de foto tronchante! Tienes razón en todo ( que no se repita).

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  2. Por lo visto hay estudios que indican que en los primeros meses de vida prácticamente todos los bebés se parecen más al padre que a la madre, hasta que poco a poco se van definiendo los rasgos definitivos de la criatura. De ser cierto no eres el único al que le ha pasado y no tenía nada que ver con que la niña estuviese hinchada, gelatinosa o azul.

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    1. Pero lo estaba, y se parecía a mi.
      El trauma está servido.

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  3. Parece que la naturaleza hace eso para que los padres puedan estar seguros de que ese hijo es verdaderamente suyo.

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