Por algún extraño motivo, cuando un crío nace, todo el mundo
se esfuerza en sacarle parecidos. Ya en el hospital, en sus primeros días de
vida comienzan a recibirse visitas de familiares, cercanos y lejanos, que se
esfuerzan en adivinar a quién se parece de la familia; Y por supuesto, todos
tiran para su casa. El abuelo materno dice que se parece a su abuela, mientras
que el paterno le ve parecido a su tío; Y a partir de ahí , comienza un
terrible despiece infantil cuando dicen que tiene las orejas de su bisabuelo,
la nariz del tío Gerundio, los ojos de
un cuñado de la abuela que siempre se ha sospechado que era en realidad quien
dejó embarazada a, y el bebé es quien confirma las sospechas, las manos de, los
gestos como, y así el niño se convierte en una especie de monstruo de
Frankenstein construido con pedazos de cadáveres de familiares.
Pero a todo eso ni caso. Si realmente queremos saber a quién
se parece debemos seguir dos directrices básicas.
Primera: Ningún
crío se parecerá a un familiar más lejano a padres/tíos/abuelos. Cualquier
parecido que vaya más allá de eso es pura coincidencia o fantasía. De hecho,
hay investigadores que aseguran que si viajásemos atrás o adelante en el
tiempo, por no se qué coincidencia genética, encontraríamos a alguien idéntico
a nosotros; Como en Doraemon, que en el futuro se repiten todas las caras; Pero
esta afirmación es falsa, por lo menos en el caso de Doraemon, ya que el motivo
reside en la falta de habilidad del dibujante.
Segunda: Las
únicas opiniones que valen son las de personas ajenas a la familia, sin
demasiadas simpatías hacia ninguno de los dos progenitores y que decida opinar
libremente, sin presiones del tipo : “¿A quién se parece, eh, a quién, a quién
le ves parecido, eh?”. Son estas personas, a las que sabemos que no le
importamos ni nosotros ni el niño quienes podrán visualizar un parecido
razonable y expresarlo de forma sincera.
A mi me ha funcionado, aunque el resultado no ha sido del
todo satisfactorio. Cuando la niña nació, hinchada, sin poder abrir casi los
ojos, gelatinosa, azul y en definitiva, como son los recién nacidos, decían que
se parecía un montón a mi. En cambio cuando creció, ya con pelo, color de piel
y un aspecto a niña preciosa, pasó a parecerse a mi mujer.
Joder con los parecidos.
Aquí tenemos la prueba de que tener un gran parecido físico no conlleva necesariamente compartir nigún parentesco... ¿O si? |
Jajajaja, entrada graciosa con remate de foto tronchante! Tienes razón en todo ( que no se repita).
ResponderEliminarPor lo visto hay estudios que indican que en los primeros meses de vida prácticamente todos los bebés se parecen más al padre que a la madre, hasta que poco a poco se van definiendo los rasgos definitivos de la criatura. De ser cierto no eres el único al que le ha pasado y no tenía nada que ver con que la niña estuviese hinchada, gelatinosa o azul.
ResponderEliminarPero lo estaba, y se parecía a mi.
EliminarEl trauma está servido.
Parece que la naturaleza hace eso para que los padres puedan estar seguros de que ese hijo es verdaderamente suyo.
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