Una reflexión irreflexiva, así a modo de intro
Recuerdo
mis primeros viajes a Alicante cuando comenzaba a frecuentar a la que ahora es
mi mujer, para comprar juegos de rol en la Ateneo y música (sobretodo) en las
múltiples tiendas que entonces existían. Recuerdo la UFO, una diminuta tienda
especializada en metal extremo y oscuro, tan pequeña que si había alguien
dentro tenías que esperar a que saliera para meterte tú. Estaba también la Merlín,
enorme y variada donde uno podía encontrar casi cualquier cosa relacionada con
el rock y el metal, incluyendo CD’s, camisetas e incluso algunos vinilos
antiguos. Y además estaba la TIPO, otra muy cerca de la Merlin que tenía
bastantes cosas y otras más de esas con las que te topabas sin querer y en las
que podías hallar ese CD que llevabas tanto buscando. Pero todo ello en la
época pre-internet, claro.
A lo
largo de estos años he ido viendo como la cosa cambiaba y esas tiendas iban
cerrando sus puertas; primero la UFO, seguida de las más pequeñas hasta que me
encontré con un consultorio en el lugar donde en su día estuvo la orgullosa
Merlín. “Los tiempos cambian”, pensé, y con ese pensamiento incluso una
franquicia como la TIPO se fue al garete, por lo que, a falta de conocer otra,
mis compras de música quedaron limitadas a otra franquicia como es la FNAC. Y
es allí, en la conocida tienda donde venden de todo y además lo hacen con una sonrisa
forzada en la boca donde, aunque parezca mentira porque llevo media hora
escribiendo, comienza la entrada de hoy.
La triste realidad de las tiendas de discos hoy |
El aquí y el ahora
¿Pero qué...? |
Situémonos:
Estoy en la FNAC, buscando el último CD de los Overkill y lamentándome por el
poco espacio dedicado al género que tienen cuando, después de encontrar lo que
buscaba (a un precio abusivo por ser una novedad), veo un disco de vinilo de
los Def Leppard, lo miro con detenimiento y a mi mente vienen recuerdos de
tiempos lejanos, cuando mi amigo Magic Points me traía los discos de su hermano
mayor para que los pasara a casete; “Que buenos tiempos”, pienso, hasta que me
fijo en que hay por lo menos tres estanterías dedicadas a los discos de vinilo;
y un montón de gente joven buscando y comprando. La cámara hace un zoom en mi
careto asustado y digo sin apenas mover los labios eso de “¿Pero qué está
pasando aquí?” Y es que si yo soy un viejo por recordar los tiempos en los que
los vinilos giraban en los tocadiscos, no me cuadra que haya gente joven
comprándolos hoy en día. Hasta que mi celevro, que trabaja a velocidades de
vértigo ante situaciones inesperadas e inexplicables como ésta, llega a una
conclusión lógica: El ascensor con el que he bajado antes era en realidad una
máquina del tiempo que me ha llevado a los años setenta. Mola. Ahora podré ver
a los Uriah Heep en concierto, antes de que Byron se muriera después de esa
actuación en España, podré ir a ligar con tías de esas sin sujetador que
predican el amor libre, podré tirarme a las madres de mis amigos para después
decirles la frase esa de “Yo soy tu padre”, podré… Un momento que aquí hay algo
que no me cuadra; estos jóvenes no parecen
aquellos jóvenes; ellos llevan barbas y gafas de pasta y ellas visten con
pantalones hasta los sobacos y que les dejan el culo al aire. Todo comienza a
darme vueltas y cuando busco un lugar donde sentarme oigo una voz que me llama;
miro y veo a un tipo de melena canosa, alrededor de los cuarenta con camiseta
de Judas Priest y aspecto triste.
La revelación del viejo jevi
-Nuestro
momento ha terminado, amigo. -Me dice con voz cansada. -Ha sucedido el Gran
Cambio.
-¿Qué
Gran Cambio? –Le pregunto confuso, a lo que él me muestra una sonrisa bastante
fea.
-Mírate,
Capdemut, mírate. ¿Y tus camisetas negras? ¿Y tu larga melena rubia? Lo has
notado y sin darte cuenta te has ido adaptando a estos nuevos tiempos para
poder sobrevivir.
-Hombre,
es que ir de negro con este calor… -Me excuso. –Y la melena no hace tanto que
me la corté… Además de que no era tan rubio. Pasa que llegó un punto en el que…
el trabajo y todo eso…
-¡No te
pongas excusas! –Me interrumpe. –Sabes muy bien por qué lo hiciste. No querías
que te pasara como a mí. No querías convertirte en una rareza en vías de
desaparición. ¿Verdad? Pues disfruta de este nuevo mundo. Quizás algún día nos
volvamos a ver. –Sentencia a modo de despedida.
-Un
momento… -Comienzo a decirle, pero me fijo en que su cuerpo está perdiendo
consistencia y lentamente se desvanece ante mis ojos dejando en su lugar un
corto top con el logo de Metállica pintado con purpurina que rápidamente una
muchacha con el pelo azul se lleva emocionada. Joder, tengo que salir de aquí
cuanto antes.
La realidad de los nuevos modernillos
Pero
justo cuando ya me iba, un chaval alto de brazos finos como alambres y con
camisa de cuadros se planta ante mí y me muestra una sonrisa llena de dientes
con ortodoncia mientras me enseña el Vinilo del Apetite for Destruction de los
Guns N’ Roses.
-Mira,
éste es el Apetait… ¿Lo has escuchado alguna vez? Es de lo más cool -Y allí no
puedo aguantarme más.
-Que si
he escuchado alguna vez el Apetite? ¿Cool? –Entonces le señalo con mi dedo de
señalar a los que van a morir pronto y le digo: -Chaval de pacotilla, tendrías
que nacer veinte veces más para tener tiempo de escuchar este disco la mitad de
las veces que lo he escuchado yo; yo escuchaba este disco antes de que tus
padres supieran cómo se hacían los niños y te aseguro que nadie en el mundo que
lo escuchara tenía esta pinta de gilipollas. Entonces había que ser un tipo
duro, había que ir a las recreativas a darse de codazos con el que tenías al
lado para que te dejara jugar en paz, había que…
Y al
mirar a mi alrededor me doy cuenta de que todo el mundo ha dejado de hacer lo
que fuera que estaban haciendo y me miran fijamente. Estaba hablando como un
viejo, vale, pero… De pronto uno de ellos levanta un brazo y me señala a la vez
que emite un agudo chillido (sí, me suele pasar esto últimamente si os fijáis
en entradas anteriores) y después le sigue oro y otro y otro… Por lo que pago
mi CD y salgo del lugar, llevando a una docena de jóvenes ridículos detrás de
mí a los que se les unen otros que había en la calle. Voy aumentando mi
velocidad progresivamente hasta que acabo corriendo como un loco en dirección
al coche, saltándome semáforos en rojo y empujando a simpáticas viejecitas
fuera de los pasos cebra, donde les espera una muerte segura, pero debo
salvarme de tanto hipster indignado. Cada vez que me giro llevo más detrás de mí
y a pesar de que no estoy en buena forma, el instinto de supervivencia me da
fuerzas y llego al coche. Entro, meto la llave en el contacto y… arranca a la
primera, como de costumbre, desafiando así el tópico de las pelis de miedo.
Pero entonces me fijo en que todavía queda hora y media para que caduque el tique
de aparcamiento y mi sangre catalana me impide desperdiciarlo. No voy a
regalarle al ayuntamiento de Alicante una hora y media así por la cara. Así que
paro el coche, salgo, cierro bien las puertas y prosigo mi carrera con la
histérica turba pisándome los talones.
Que me pillaaaan!! |
Con la
esperanza de ganar algo de ventaja decido correr cuesta abajo, sin ser del todo
consciente de que si yo lo hago, ellos también lo harán, y fruto de ese ligero
error llego a la playa, donde quedo atrapado entre ellos y el insondable Océano
Mediterráneo. Si supiera nadar no me sentiría tan desesperado, la verdad, pero
viendo que no tengo alternativa comienzo a meterme en el agua. Parece ser que a
estas gentes no les gusta demasiado ya que los pocos que se acercan lo hacen
con miedo y eso me anima a seguir hacia adentro. Ya con el agua por el cuello
miro hacia la costa y la ciudad repleta de seres humanos, ahora extraños para
mí, que me miran como para asegurarse de que realmente voy a marcharme para no
volver. Pero eso ya se verá. Me reuniré en las profundidades con mis hermanos,
los olvidados, los renegados, y una vez hayamos despertado a nuestros dioses
antiguos, regresaremos para tomar aquello que nos pertenece.
'Ia!
Ia! Cthulhu Fhtagn!'
Nota
informativa: Cuando uno recibe la bendición de la inspiración a las cuatro de
la madrugada, no debería levantarse a escribirlo.
Madre mía, madre mía!!
ResponderEliminarQué bueno tron. Me extenderia más pero escribo desde el parque y una palabra de más puede significar el descalabro de mi hija.
ResponderEliminarLo mejor, lo mejor? Tener un amigo llamado Magic Points. Eso es de lo más brutal que he oido nunca! !
Genial entrada. Y un poco triste. O sea que los hipsters escuchan metal??? Es cierto?? (Sonido de recortada amartillandose)
Entiendo lo del parque, no te preocupes.
ResponderEliminarA mi amigo le he puesto ese nombre para mantener su anonimato. Normalmente la gente no quieren que se les relacione conmigo.
Y a lo último, si y no. Escuchan metal solo si sus revistas les recomiendan algún disco alegando que "ha marcado una época" o alguna cosa así.
Gracias por comentar y por "spreading the word"
Hola de nuevo y gracias por la respuesta.
ResponderEliminarLo de los hipsters y el metal debí haberlo imaginado. Al fin y al cabo, esa tribu urbana parece hacer sólo aquello que queda bien decir que haces. son como unos vampiros de lo cool, que succionan lo guay que haya en cualquier manifestación cultural y dejan una carcasa arrugada en su lugar.
Lo de Magic Points plantea nuevas preguntas como "y por qué ese apodo" o "Cómo me llamará a mi", etc. Pero sigue siendo genial.
Los agradecimientos no se merecen, hombre. Es lo que hay por escribir bien y tratar temas de actualidad y preocupación como el de la amenaza hipster.