Dicen
que todos tenemos algún punto débil; Superman se ponía fláccido con la kriptonita,
Son Goku se quedaba tieso si le apretaban el rabo (como cualquier otro hombre, por otro
lado) y el gran Aquiles se moría si le clavaban una flecha en el talón y no acudía
a tiempo a un hospital. Y yo mismo, aunque os sorprenda, tengo un miedo incapaz
de superar: Los caballos.
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¡A tomar por culo! |
Para quien
no lo sepa, un caballo es un animal exageradamente grande al que los seres
humanos han subyugado desde tiempos prehistóricos y lo han utilizado para cosas
tales como el trabajo pesado, montar sobre él para que les lleve a sitios,
rodar películas sentimentaloides y para pegarles un tiro si se torcían un pata.
Es por ello que el caballo, aunque supuestamente domesticado, guarda en su
interior un rencor y un odio infinito hacia su esclavista humano que a veces
expresan arrojando a jockeys al agua en exhibiciones varias. Pero vamos a lo
que vamos, que como siempre, se trata de una anécdota tan cierta y veraz como
que el Sol sale por el Este.
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¡Muerte a todos los humanos! |
Tenía
yo 24 años cuando me invitaron a una comida de empresa en el campo donde vivía
un compañero, al que llamaré R el C (C de cabroncete) y que entre otras cosas,
poseía un par de bellos caballos. Antes de comer, nos invitó a montar un rato y
debo admitir que la idea me gustó. Me imaginé a mí mismo cabalgando por los prados,
melena al viento, flanqueado por decenas de mujeres gritando eso de “Capdemut,
haznos tuyas” y arrojándome sus sujetadores. Así que me decidí y cuando R el C
hubo ensillado al caballo, me dirigí a él decidido a poner un pie en el estribo
y montar de un salto, como en Pasión de Gavilanes hacían. Pero cuando estaba ya
a medio metro del animal, va R del C y me grita: “¡Monta sin miedo! ¡Si el
caballo siente tu miedo te tirará al suelo… y te pisará!” Y en ese instante el
caballo me miró y pude ver claramente en sus ojos la furia y el odio acumulados
en ellos; los siglos de explotación de mis antepasados a los suyos; y de pronto
me imaginé en el suelo siendo descuartizado por sus afilados cascos mientras mi
sangre bañaba su morro extasiado por el placer de la venganza. Y me entró
miedo. Y no monté pero ni de coña. Y todos se burlaron de mí. Y me dio absolutamente
igual todo.
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Así me miró el caballo (aunque esto es un burro ahora que me fijo.. |
Ahora
pienso en la experiencia y me doy cuenta de que sirvió para algo; conocer el
punto débil de uno mismo es crucial para saber aprovechar las fortalezas y el
reconocerlo es muestra de humildad. Y yo lo reconozco: Tengo miedo a los
caballos… y al mar… y a los aviones… y a los chimpancés… y a la…
FIN
Interesantes artículo, pero me quedo con que mirabas Pasión de Gavilanes... XD
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