viernes, 19 de septiembre de 2014

Me cago en... El Dalai Lama



En nuestro mundo hay personajes fascinantes. Ya sea por su inteligencia, su filosofía de vida o el tamaño descomunal de su miembro sexual, son tomados como referencia y asidero vital allí por donde pasan; y como si cagaran flores, cada cosa que dicen o hacen (incluso algunas que no dicen ni hacen) se tornan obras maestras y lecciones vitales. Un claro ejemplo, éste señor:

Quiero dejar claro que ni le conozco a nivel personal ni tengo claro que esa frase sea suya y no de un mindundi que para poder difundirla la firmó con el nombre del Dalai Lama, pero vamos a imaginar que si la ha dicho, alguien la apuntó y que aquí no hay trampa ni cartón. ¿Y cuál es mi conclusión? Pues que me cago en el Dalai Lama.

No, no, no le odio ni soy un enemigo de la sabiduría ancestral, pero es que esto me recuerda a ese cura de pueblo que en misa habla de la importancia de la familia, del amor a tu pareja y de la educación de los hijos cuando ha realizado un voto de castidad que le impiden tener una familia, amar a una mujer y educar a unos hijos. Qué fácil es hablar, por dios. Y el Dalai Lama se cree capaz de darnos lecciones vitales cuando quizás sea él quien deba aprender. El Dalai lama no sabe qué es tirarse a una tía en el aparcamiento de un concierto sin ni siquiera saber su nombre; no sabe qué es ir un día al restaurante más caro y pedirse una mariscada sin pensar en el bolsillo; no tiene ni idea de qué se siente al contarle un cuento a un hijo y ver en sus ojos la inocencia y la ilusión; el Dalai Lama no tiene ni puta idea de nada pero a pesar de eso nos da lecciones envuelto en su túnica naranja.

Y yo creo que alguien debería subir a su montañita, entrar en el templo en el que esté meditando sobre todas esas cosas que no sabe, darle dos golpecitos en el pecho con el dedito y decirle: “Dalai Lama, eres un pringado.” Porque lo es. Puede que no más que nosotros, los ignorantes occidentales, pero a su modo también está atado a su filosofía, su moral y su código de comportamiento el cual nosotros, no tenemos porqué compartir.

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