De vez en cuando tengo la oportunidad de pasear por las
tierras en las que nací, reencontrándome con paisajes, olores y sonidos que
hacen que me sienta abrazado por recuerdos de tiempos pasados. Curiosamente
siento que todo ha cambiado a la vez que sigue igual. Y esos recuerdos llevan
consigo aquellos sueños que abandoné por los caminos que ya no andaré,
objetivos abandonados en rincones olvidados y momentos no vividos que el tiempo
ha ido descomponiendo hasta hacerlos casi irreconocibles.
Y allí, sentado en mi rincón favorito del mundo, traté de explicarles
a patos, cormoranes y flamencos el
porqué de las migraciones de los humanos, que por muy lejos que viajemos,
siempre necesitamos un lugar al que llamar hogar; Un lugar que tira de nosotros
por muy lejos que volemos. Y me preguntaron el porqué de todo eso, si realmente
merecía la pena dejar algo atrás aún sabiendo que siempre se va a echar de
menos, si no era un error comprometer aquello que uno no sabe si posee y si al
final merecía la pena ver cómo se desvanecía todo lo que el tiempo había depositado
a nuestros pies. No supe responder.
Observé como se alejaban volando de mí, libres y sin
ataduras y noté un sabor amargo en mi garganta: El sabor de la duda y la
desazón. Traté de recordar el porqué de todo aquello, el momento exacto en el
que tomé las decisiones que me convirtieron en lo que ahora soy, pero no pude
localizarlo entre todo un mar de tiempo. Y me sentí mal. Sentí frío y no supe
adonde ir. Hasta que oí su voz a mi lado. “Vámonos a casa” me dijo la niña. Y
la palabra “casa” sonó con una fuerza que nunca habría imaginado hasta ese
momento; Cobró un sentido más allá de todo lo que yo podría haber comprendido ni
pasando cien años sentado en ese lugar. Me cogió de la mano y me di cuenta de
que mi hogar siempre será el suyo y que cualquier camino que tome de ahora en
adelante tendrá un fin y un sentido.
Y mientras me marchaba del lugar que me vio crecer, observé
las aves que ya no eran más que puntos oscuros en el cielo azul y mi envidia se
tornó tristeza al comprender que aun siendo capaz de encontrar las palabras que
acabaran con todas sus dudas, jamás serían capaces de comprenderlas.
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