jueves, 16 de octubre de 2014

20 años de "Pulp Fiction"



Como ya anuncié en la anterior entrada, a partir de ahora se acabaron las tonterías en este blog; el que quiera risitas y cachondeo tendrá que comprarse un libro de Groucho Marx porque yo, lo que vengo a ser yo, estoy un poco cansado de aparentar y de ir de bueno, por lo que desde este momento mis entradas hablarán de cosas reales, con crudeza, sin florituras, os gusten o no. Pero voy al tema, que ya toca.


Resulta que esta semana se cumplen 20 años del estreno de la película Pulp Fiction, para muchos la obra maestra de Tarantino y para otros “esa película de trozos mezclados”. Pero no, no voy a hablar de cine porque en ese campo (como en todos) soy bastante inútil. Hoy voy a hacer una reflexión sobre el paso del tiempo, teniendo en cuenta que yo fui a verla al cine. Y eso es horrible. Pero paso a la anécdota insulsa de rigor.

Tenía yo 15 añitos cuando acudí al cine de debajo de mi casa (sí, antes habían cines por todas partes) acompañado por JM y su hermano a ver una “peli que me han dicho que está muy bien”; debo reconocer que no me apetecía, pero no tenía mucho más que hacer y al fin y al cabo el cine estaba debajo de mi casa y la entrada me la pagaba mi abuelo.
Lo curiosos del caso fue que detrás de nosotros se sentaron tres señoras mayores, jubiladas, que al parecer acudieron por el reclamo del entonces guaperas John Travolta; pero las señoras no tenían ni idea de Tarantinos ni cosas Pulp; ellas iban a ver bailar a Travolta y aunque bailar bailaba, parece ser que no estaban entendiendo nada y a nuestros oídos llegaban frases como “¿Pero qué pasa aquí?”, “¿Por qué ese vuelve a estar vivo?” o “¿Para qué serán esas pelotitas rojas de la boca?”. Al final de la película salieron completamente perplejas y confusas y apostaría a que no volvieron al cine jamás.

Y ahora viene la hora de la verdad. ¿Qué conclusión sacamos de esta historia? Pues que lo recuerdo todo perfectamente, lo que demuestra que veinte años no son nada, que pasan como un suspiro y que cuando nos queramos dar cuenta habrán pasado veinte más, y otros, y otros, y todo lo que hayamos hecho en esta vida, nuestros sueños, nuestras luchas, victorias y derrotas, se habrán convertido en polvo que se llevará el viento del olvido. Y es que no somos más que condenados desde el momento en que nacemos; moribundos aferrándonos a algo que no nos pertenece; sombras efímeras en el mural de la existencia… Mirad si no a las jubiladas que compartieron el cine con nosotros ese día: Posiblemente ya estén muertas.

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