No creé
este blog con la intención de escribir cosas graciosas para que la gente se
riera de mis estupideces, sino más bien como un medio para expresarme
libremente y desahogarme de todas aquellas cosas, más o menos serias, que
podían ser relativizadas hasta el absurdo; y resultó que eso era gracioso. Y
esa dinámica es la que ha perpetuado un blog que, sin ser demasiado leído, me
ha proporcionado ratos de satisfacción escribiendo y, aunque parezca algo
narcisista, también leyéndolo. Pero como la duda forma parte intrínseca de mi
existencia, han sido varias las ocasiones en las que me he planteado poner el
freno de mano, dejarme de tonterías y olvidar este “día del testículo” para dedicarme a otras cosas. He escrito
entradas de despedida (¿Deberían llamarse “salidas”?) en un par de ocasiones,
he pedido consejo a otros blogueros al respecto y al final nunca me he atrevido
a cerrar esto. ¿Por qué? “Porque no hay huevos” sería la respuesta corta y “por
muchos factores variables” la larga.
Estoy
pasando por una mala racha, supongo. Desde hace unos meses me siento como un
marinero en plena tormenta que ve la luz del faro que le guía a la costa de un
nuevo mundo pero que es incapaz de guiar su mierda de barca hasta allí. Y ya sé
que las metáforas de marineros están muy trilladas, pero qué más da; cualquiera
que acuda aquí seguro que no busca poesía. El caso es que no tengo ganas de
buscar dobles sentidos a las cosas para que parezcan lo que no son, ni
colocarme en puntos de vista positivos para explicar de forma divertida cosas
que fueron un puto asco. Estoy algo cansado, pero no lo suficiente como para
echar el cierre. Puede que me tome un descanso, o que mañana mismo vuelva a la
carga con choradas varias y fotos de chicas ligeritas de ropa, pero de momento
aquí dejo esto, para que lo leáis y daros un poco de pena, aunque solo sea por
una vez.
Me alegra ver que solo fue una etapa, nada que una tarde de horchata y el national geographic no pueda arreglar
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