La
barba, para quien no lo sepa, es una pequeña extensión de pelo, diez veces más
duro que el acero y cien veces más indomable que un caballo salvaje, que crece
desde debajo de la nariz hasta el cuello de la gran mayoría de hombres y una
desafortunada minoría de mujeres.
Pero a
pesar de ser algo común, socialmente no está del todo aceptada, ni siquiera en
hombres, los cuales tratan continuamente de mantenerla oculta, afeitándose con
instrumentos que destrozan sus pieles y sus morales. Podríamos decir, en
resumen, que el afeitado es la menstruación masculina. Una pesada cruz que hay
que acarrear desde la adolescencia hasta la bendición liberadora de la muerte.
Y ahora
una pequeña matización:
Cuando
digo “barba” me refiero a una barba de verdad; a aquello que te sale si no te
afeitas durante algún tiempo. Esas cosas cuadradas y largas que llevan los hípsters
y que necesitan recortar y perfilar a cada instante no es una barba ni es una
mierda. Prosigo.
Esto es otra barba. |
La
cuestión es que desde hace algún tiempo vengo observando en mí y también en
otros especímenes humanos de condición similar a la mía (casados, con hijos,
con inquietudes internas [trastornos mentales}, mediana edad) una clara
tendencia a dejarse la barba cuando sus vidas atraviesan etapas difíciles o
complicadas (que viene a ser lo mismo pero es como de muy culto el utilizar
sinónimos), como si eso tuviese algún efecto liberador. Tal fenómeno me pareció
interesante, debido básicamente a que me afectaba a mi, porque si no, les iban
a dar por saco, así que investigué por foros de psicología, neurología y
algunas páginas porno y he aquí mi conclusión:
Mi
conclusión, hela aquí:
La
barba es más que pelo que pica; es más que un símbolo identificativo del macho
y mucho más que un vestigio del pasado que el hombre moderno y civilizado debe ocultar. La barba
es el único reducto de individualismo que nos queda; es lo único sobre nuestra
existencia que podemos controlar y que nadie nos puede quitar. Cuando todo va
mal, perdemos el control de nuestras vidas y nos vemos obligados a actuar en
una función que no hemos elegido, seguiremos teniendo la barba ahí, en toda la
cara, y bajo nuestro control.
Así que:
Hombres
del mundo… Nuestra barba es el último bastión desde el que defender nuestra
libertad y nuestra capacidad de decisión. Es el único modo de desafiar a un
mundo hostil que trata continuamente de subyugarnos y arrebatarnos el control
de nuestras vidas. Nosotros tenemos barbas; y eso no nos lo puede tocar nadie,
porque son nuestras y de nadie más.
Dejemos
crecer ese pelo libremente, alborotado, sin control, hasta donde quiera;
llenémoslo de mollas de pan y mojémoslo con nuestras bebidas favoritas para
luego encararnos al mundo y poder mirarle desafiantemente para reivindicar que
nosotros tenemos el control.
He
dicho.
Pues has dado en el clavo. Mi barba es cada día más t más larga. Y lo que queda.
ResponderEliminarcuando se tiene más barbar que cabello... ¿hay que plantearse la sexualidad?
EliminarQué mamón. Jeje...
EliminarHe dado en el calvo, eh??? digo en el clavo.
EliminarPues yo llevo dejándome la barba desde que tenía 18 años... entiéndase que en periodos discontinuos, si no me hubiera afeitado desde los 18 sería un vikingo! Así que no puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarJoan Miralles ja sap lo que penses dels hípsters? :O
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