En este
mundo quedan muchos misterios por resolver. Cosas que la ciencia no puede
explicar, al menos de momento, y que por ello son el blanco de multitud de
teorías esotéricas y paranormales que las mitifican hasta convertirlas en
verdaderas leyendas. En este blog he hablado con anterioridad de los extraños
círculos en campos de maíz, las psicofonías o las caras de Belmez, pero el tema
que trataré hoy es tan o más sobrecogedor por su cercanía: La gente tonta y
cabezona.
Parece
una estupidez. Puede que lo sea. Pero no se puede negar que hay algo extraño en
ello. Cuando vamos por la calle y nos topamos con un culturista cuyos brazos
son tan gruesos como nuestro pecho (debo decir que yo soy de pecho estrecho,
pero no viene al caso), lo primero que pensamos es que ese tipo nos gana. Y
seguramente no nos equivoquemos, ya que hay una sencilla teoría que dice que “a
mayor masa muscular, más fuerza y por lo tanto mayores ostias reparte” y si
alguien no se lo cree, puede comprobarlo con el sencillo método de llamarle
“caraanchoa” o cualquier otra cosa ofensiva. Bien. Del mismo modo podemos suponer sin demasiado
riesgo a equivocarnos que una persona con una enorme barriga está acostumbrada
a comer mucho y por lo tanto tendrá un estomago con más capacidad que el de un
hombre-alfiler y así con todo. O casi todo.
El caso
es que hace poco me topé con un amigo. Mejor dicho “amigo” pero no voy a entrar
en demasiados detalles, el cual posee una cabeza desproporcionadamente grande y
esférica. Además lleva el cabello muy corto y eso acrecienta aún más la
sensación de estar frente a un globo terráqueo al que un crio le ha pintado
ojos y boca. Y hasta aquí todo correcto. Cada uno es como es y hay que querer a
todo el mundo por igual. El problema es que tras unos breves minutos de
conversación, me invadió la sensación de que el chaval, listo listo, no era. Y
no voy a transcribir diálogos ni a hacer análisis, pero sí diré que si a un
tipo con una inteligencia justita como es mi caso, alguien le parece tonto, es
que es muy tonto. Y aludo una vez más al respeto y la singularidad de cada ser
humano, pero es que el tío era tonto y su conversación más plana que el culo de
un delfín. Y por eso cuando terminamos de hablar y me quedé observando cómo
se alejaba, con esa enorme cabeza oscilando de lado a lado, me pregunté dos
cosas: Cómo lograba mantener el equilibrio y porqué teniendo tanta capacidad
craneal, tenía tan poco cerebro.
Pero
estas preguntas, especialmente las últimas, ya se las hizo en el año 1836 el anatomista y fisiólogo alemán Frederick
Tiedmann, el cual publicó un estudio en el que afirmaba que a mayor tamaño de
cerebro, mayor inteligencia. A Tiedmann acabaron apedreándole (figuradamente),
ya que hay animales como los elefantes, que tienen cerebros enormes y no son
especialmente listos, o por lo menos no más que nosotros. ¿Entonces de qué
depende? Por lo visto hay dos factores: La ubicación neuronal (los elefantes tienen
mayor número de neuronas en el cerebelo, que es donde se controlan los
movimientos, lo cual explicaría su pericia con las trompas) y las arruguitas
del cerebro. Y es este último punto el decisivo, según mi parecer.
Los
cerebros están arrugados. Eso lo sabe todo el mundo. El motivo de esa forma
ondulada y llena de pliegues es el de ofrecer mayor masa en menos espacio, es
decir que es como si cogemos una pelota de esas de playa de Nivea, la
desinflamos y la apretamos hasta quedarnos una bola arrugada no mayor que una
pelota de tenis. Realmente no sé si se puede apretar tanto, pero es un ejemplo
para que me entendáis. Es por ello que dentro de la especie humana habría
individuos muy inteligentes a pesar de sus cabezas pequeñas y otros claramente
idiotas teniendo globos aerostáticos sobre los hombros. Tal teoría, aunque dudo
que me la aprueben científicamente, explicaría este fenómeno y nos vendría a
demostrar ese gran refrán popular que dice que “Todo el mundo es imbécil hasta
que demuestre lo contrario”. Y ya está.
Igual hay algun tipo de maquin en los ginmasios para que se te hinche la cabeza, aunque yo soy mas de la teoria que hay quienes llenan su cabeza con tanta mierda (p.e. programas de telebasura o libros de cohello) que luego terminan con un cabezon inutil.
ResponderEliminarLo mejor de todo el refrán de cierre.
ResponderEliminarEsta entrada me recuerda al chiste de
ResponderEliminar"-mamá en el colegio me llaman cabezón
-¿y que haces?
-les persigo para darles pero se meten por callejones que no me cabe la cabeza"
Esto no aporta gran cosa, pero ten en cuenta que tengo la cabeza grande, el pecho ancho, voy al gimnasio y no sé quien es Frederick Tiedmann, por lo que tengo autoridad para poder...
me he perdido. me voy al gimnasio