Me
acabo de mudar. Todo es bonito porque puedo ir a todas partes a pie y saludar
alegremente a mis vecinos y vecinas, algo totalmente imposible en mi antigua
vivienda perdida en medio de un ignoto lugar árido y espeluznante. Salgo a
comprar al mercado, el cual no está nada cerca pero me da igual porque así
tengo más gente a la que decir “hola, buenos días, que el señor esté con vos” y
otras formalidades, cuando empieza a llover. Pero no es una lluvia normal de
esas que te mojas un poco y corres buscando los balcones y da hasta un poco de
risilla; es una lluvia desesperada, letal, con gotas que son chorros que
parecen querer destrozar todo lo que camina sobre la tierra.
Corro
desesperado sin saber dónde meterme. El cielo se oscurece tanto que las farolas
se encienden para apagarse de nuevo echando chisporrotazos un segundo después.
Esquivo las chispas como puedo y cuando ya estoy a punto de entregarme a la
muerte, veo ante mí la salvación. Una tienda de paraguas.
Paragüería
reza su cartel y entro en ella completamente empapado salvo mi ropa interior
que cuido de untarla en aceite de ballena cada vez que salgo de casa. Le pido
un paraguas, el más barato, y me cobra diez euros. No está mal por salvarme el
día. Pero cuando salgo fuera…
El sol
brilla con tal intensidad que las calles prácticamente se han secado. No queda
ni rastro de nubes y las mariposas revolotean alrededor de papeleras y señales
de ceda el paso. Miro el paraguas aún sin estrenar y entro de nuevo en la
tienda.
-Oiga
disculpe. –le digo al paragüero (dícese del señor que fabrica y/o vende
paraguas) –Que quiero devolverle este paraguas porque ya no me va a hacer
falta.
-Aquí
vendemos paraguas, no los adquirimos. –me dice muy serio y hablando en plural
cuando está claro que este señor está solo en la vida.
-Ya
pero es que se lo he comprado hace menos de un minuto y aún no lo he estrenado
y… Ya no lo quiero.
-Déjeme
ver… -dice el hombre mientras examina el paraguas con atención. –Está bastante
nuevo. Le puedo dar cinco euros por él.
-Es que
le acabo de dar diez. –protesto.
-Pero
es un producto de segunda mano y no vendemos estas cosas aquí.
Echo un
último vistazo a la calle donde la gente ya camina con camisetas de manga corta
y come helados de todos los sabores imaginables y me encojo de hombros al darme
cuenta de que la temporada de lluvias ha sido tan breve como suele ser. Acepto
los cinco euros y le dejo el paraguas sobre el mostrador.
Cuando
salgo a la calle el cielo está tan oscuro que parece que haya sido cubierto con
una mortaja. La lluvia cae con tanta fuerza que levanta astillas de la acera y
las calles se han convertido en torrentes imparables que arrastran vehículos y
casas a su paso. Vuelvo a entrar en la tienda.
-Quiero
un paraguas. Otra vez.
-Son
diez euros.
-No,
verá… Le acabo de comprar y devolver uno. Me he gastado diez y usted luego me
dio cinco por él. Me gustaría recuperarlo por cinco euros más, de modo que yo
me gasto diez y usted vende un paraguas y aquí no ha pasado nada.
-Es que
un paraguas nuevo vale diez. No puedo cobrarle cinco.
-Pero
es que yo quiero el mismo de antes. El que compré y devolví.
-Aquí
no vendemos paraguas de segunda mano. Se lo advertí en el anterior diálogo.
-(suspiro)
De acuerdo. Tome diez euros, deme un paraguas nuevo y olvidemos que he estado
aquí.
Con mi
nuevo paraguas nuevo salgo de nuevo a la calle y el sonido ensordecedor del
canto de los pajarillos me estremece. El sol brilla de nuevo y hace el mejor
día que uno podría imaginar. Miro de nuevo a la tienda y el hombre está
sonriendo. Aquí pasa algo raro, pero voy a dejarlo atrás. Me coloco el paraguas
bajo el brazo y sigo mi camino hacia el mercado.
Pero
pronto noto que la gente me mira mucho. Normal, llevando un paraguas en un día
tan soleado. Parezco un friki. Me miran y se ríen, me señalan y se carcajean. Puedo
ver sus bocas abiertas soltando aire de forma entrecortada, los espasmos de sus
epiglotis, sus muelas enfundadas, empastadas y cariadas; puedo sentir sus
nauseabundos alientos emergiendo de esas cuevas inmundas. No lo puedo soportar.
Doy la vuelta y entro de nuevo en la paragüería.
-Quiero
volver a devolver de nuevo un paraguas. Está nuevo y sin usar. Deme mis cinco
euros y me marcharé de aquí como si nada hubiese ocurrido.
-Está
muy bien este paraguas… -me dice mientras lo examina. –Pero tenemos ya excedente
de paraguas de segunda mano y no puedo darle más de tres euros.
-¿Tres
euros, maldito miserable? –le grito perdiendo la paciencia. -¡Quédate con tu
paraguas cochambroso!
Y
entonces, invadido por un instinto salvaje y primordial, le atizo un golpe con
el mango y el pobre hombre cae al suelo inconsciente. Espero unos segundos.
Miro el mango doblado del paraguas y viendo que no se levanta del suelo, me
asomo a mirar. El hombre está tendido en el suelo con un buen chichón en la
frente y con una de sus manos todavía aferrada a una palanca oculta bajo el
mostrador.
“¡Examino
la palanca!” grito en voz alta, pero como no sucede nada, la examino de verdad.
Y es una palanca. Sin letreritos, sin indicadores, sólo arriba y abajo. Aparto
la mano del dependiente de una patada y bajo la palanca. La lluvia empieza a
caer con violencia. Subo la palanca y cesa de golpe. No sé qué es ni donde
estoy, pero parece que acabo de descubrir algo totalmente trascendental para la
humanidad. Bajo la palanca de nuevo y me pregunto de dónde vendrá realmente la
lluvia. ¿Qué somos en realidad? ¿Es realmente la Tierra un planeta cobaya en el
que señores infiltrados controlan y vigilan nuestras vidas? Sea lo que sea,
ahora controlo el clima y por lo tanto soy uno de ellos. Pero la campanilla de
la puerta suena y me sobresalto al ver entrar a alguien.
Se
trata de un señor de cuarenta y tantos, bajito y muy mojado. Me dice que menuda
suerte haber encontrado una tienda de paraguas en un día como ese. Y entonces
me doy cuenta de que mi deber es hacer que se sepa la verdad, conseguir que el
mundo entero sepa sobre la mentira que está viviendo, pero al final recapacito,
me lo pienso mejor y le digo: “Son diez euros”.
PD:
Esta entrada es un extracto de una idea que en mi cabeza quedaba muy chula pero
una vez escrita… como que no. Así que aquí la dejo y no la leáis si no queréis.
¿Porqué dices que una vez escrita... como que no? Me ha gustado mucho. Lo mejor el "¡Examino la palanca!" 😂😂
ResponderEliminarYa has dejado a un par de persona por el suelo a base de golpes... no se te da muy bien dialogar ¿eh?
ResponderEliminarPD: está bien la entrada.
Si no la hubieras escrito, no la habríamos disfrutado los demás. Digna de figurar en un libro de relatos. ;)
ResponderEliminarGracias a los tres por vuestros ánimos... No sé qué decir.
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