Hace
unos días (o semanas, que el tiempo se escurren entre los dedos como arena
mojada) me crucé por la calle con un chaval que iba corriendo como tantos otros
en busca de la perfección física, en clara alusión al rechazo que sentía por su
propio cuerpo tal y como era en ese momento. No me sorprendió. Hay mucha gente
que se odia a si misma y tratan por todos los medios de parecer otras personas,
o a sus “yos” del pasado. Lo que si me sorprendió, en cambio, fue el verlo a la
vuelta, acostado encima de un banco haciendo abdominales. Y antes de continuar
quiero dejar clara mi postura ante el deporte: No me gusta el deporte. Me
parece una manera tonta de destrozarse el cuerpo en un intento fútil de
plantarle cara al tiempo, rival indestructible donde los haya. ¿Por qué pienso
eso? Porque un primo mio que jugaba al fútbol se cascó una rodilla con apenas
15 años y a día de hoy es un cuarentón cojo; a un colega del colegio se le
agarrotó hace poco un tendón (o algo) de la pierna haciendo running y se ha
quedado torcido y un conocido, haciendo algo llamado “la rana” en el gimnasio
ahora camina como un abuelo de 150 años. ¿Conclusión? La que os he comentado
antes.
Pero el
motivo de esta entrada no es la de criticar algo tan aberrante como el deporte;
aquí cada uno es libre de machacarse como guste y plazca; el motivo de escribir
esto es el de la sorpresa de ver a
alguien haciendo abdominales en un banco de la calle. ¿Qué no digo que esté
mal! Pero al contrario que correr, que normalmente nadie tiene un pasillo tan
largo, los abdominales se pueden hacer en casa tranquilamente. ¿Por qué no
esperar a llegar? No se lo pregunté, que debería haberlo hecho, pero supongo
que me habría respondido que en ese momento estaba “en caliente” o que por qué
esperar si no estaba molestando a nadie… Los argumentos podrían ser numerosos y
lógicos pero cuidado, porque eso podría abrir la puerta a muchas otras
actividades que hasta el momento hacemos en casa pero por qué no trasladarlas a
la calle si tenemos la excusa adecuada.
Ahora
imagino a gente haciendo caca en los parques (y recogiéndola con bolsitas, por
supuesto) con la excusa de “es que me ha dado el apretón”, gente masturbándose
porque “es una necesidad fisiológica y además así me desestreso” o incluso
poniéndonos en un caso extremo, gente leyendo en los bancos de los parques en
lugar de esperar a sentarse en sus sofases y silloneses porque “está muy
interesante este capítulo”. Aberrante. ¿Lo había dicho ya? Es que me gusta esta
palabra, aunque nunca la diría en la calle, por supuesto.
Pues si, hay que hacer estiramientos y a poder ser, llamando la atención. |
Qué bárbaro.
ResponderEliminar¡Qué aberración! ¡Leer en la vía pública! ¡Qué vengan esos bomberos a quemar esos libros!
ResponderEliminarMe resulta confusa la foto ¿la chica tiene torcido el cuello? ¿donde están sus pechos? No sé, es raro.
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