Un día
cualquiera. Legañas, dolor de espalda, aliento ácido… Salgo a la calle y brilla
el sol a través de la polución y el polvo en suspensión del aire. “Hoy va a ser
un gran día” pienso “o al menos no necesariamente uno malo” remarco y arranco
mi camión. Dos calles, una rotonda y medio polígono industrial más tarde me lo
encuentro. Capa color verde alcachofa, tricornio y bigote, no hay duda. Me
levanta la mano (la derecha, por supuesto) y me obliga a detenerme. Bajo la
ventanilla y me temo lo peor.
-Buenos
días.
-Buenos
días.
-Enséñeme
su documentación por favor.
-¿La
documentación de quién?
-¡La
suya de usted!
-Ah,
perdone, es que no estoy acostumbrado a que me hablen de usted. Aquí tiene.
El
policía revisa mi dni mientras yo solo espero que no se de cuenta del desgaste
de los neumáticos, ese piloto roto, la ballesta agrietada ni los cables que
asoman de cuando truqué el tacógrafo, pero él solo se fija en algún punto
disonante de mi carnet.
-Aquí
tiene, señor Cabezademudo.
-Ehh..
Es Capdemut.
-Es
Cabezademudo porque estamos en España y aquí se habla español.
-De
acuerdo, como usted diga agente, es solo que me extraña encontrar a un guardia
civil independentista.
-¿Qué soy
qué? –exclama llevándose la mano a la carabina. Instintivamente, supongo.
-Independentista
–le repito ante su asombro y estupor.
-¿Pero
como se atreve? Yo soy Español de España Española y Unida y…
-Vamos
a ver… -intento explicarle. -¿Cataluña es España?
-¡Por
supuesto! –exclama.
-Por lo
tanto los catalanes son…
-¡Españoles!
–finaliza.
-Entonces
el catalán es una lengua de…
-¡España!
–grita mientras un soplo de aire le levanta la capa y la hace ondear con
orgullo.
-Por lo
tanto…
-…
-Por lo
tanto…
-…
-Por lo
tanto si usted traduce mi nombre porque afirma que no es español, significa que
no cree que Cataluña sea España y por lo
tanto…
-¡Soy
independentista! –dice con las lágrimas asomando tímidamente por sus
enrojecidos lagrimales.
-Exacto.
¿Puedo marcharme ya?
-Claro
caballero –me dice mucho más taimado. -¿Pero ahora que hago yo? ¿Cómo lo
explico en mi casa? ¿Y a mis compañeros? Voy a tener que quitar la rojigualda
del balcón y poner una señera.
-Siento
no poder ayudarle, buen hombre, pero yo tengo que seguir trabajando.
-Espere
un momento, por favor. ¿Hacemos un castell?
-¿Un…?
No, no, lo siento, tengo que irme.
-O
quedamos para una calçotada si quiere. Yo traigo la salsa romescu.
-Que
no, que no, que me deje, que tengo lío.
-De
acuerdo, company –me dice al final con un acento raro. -¡Visca Catalunya!
Y así
me voy, dejándole solo en ese polígono, tarareando “Boig per tu” y con una
sombra gris bajo sus ojos. Y pienso mientras me alejo que quizás todos los
hombres seamos hermanos al fin y al cabo, si nos dejamos de colores, de consignas
y de dibujos en un pedazo de tela. Quizás debería haber aceptado esa calçotada.
Pena que me repitan tanto.
Me ha gustado. :-)
ResponderEliminarEsto es una parábola ¿verdad?
ResponderEliminarMe da que te van a aplicar la ley mordaza... con la guardia civil has topado. Espero que en la cárcel puedas mantener este blog, otra vez.
ResponderEliminarPD: muy divertido ;DDD
Seguro q en la carcel tendria mas tiempo para escribir y saldrían historias muy rocambolescas (como las de ahora vaya).
ResponderEliminarEs verdad
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