Observo mi reflejo
en el cristal de la puerta antes de entrar. No me llaman todos los
días desde el ayuntamiento para hablar sobre mi carrera como
escritor (lo normal es que sea por impagos u otras cosas mundanas) y
siento cierta inseguridad por mi aspecto habitualmente desaliñado a
pesar de los esfuerzos por arreglarme.
Entro en la sala
principal, un espacioso vestíbulo de antigua construcción pero con
modernos muebles y me dirijo a la chica de información.
-¿Señor Capdemunt?
-me pregunta al verme.
-Es Capdemut.
-¿Señor Capdemut?
-vuelve a preguntar.
-El mismo que viste
y calza -le respondo educado.
-Le están esperando
en el centro cultural, cruce la puerta secreta y accederá al edifico
contiguo a este.
-¿Qué puerta? Yo
ahí no veo ninguna puerta?
-No la ve porque es
secreta, ya se lo he decido.
-Es "dicho".
"decido" es del verbo decidir.
-Ya lo sé, pero soy
una entidad de secretaría libre y puedo decidir lo que digo.
-De acuerdo, me ha
convencido.
Al otro lado de la
puerta, que se abre colocándose de espaldas a la pared y dando dos
palmadas para que un panel giratorio se active, hay un pequeño patio
cuya única salida lleva hasta una enorme escalera que asciende un
par de pisos. Justo en el hueco de la misma hay una preciosa maqueta
de un castillo con todo lujo de detalles y al verla una idea cruza mi
mente.
Teniendo en cuenta
que últimamente todas mis citas de cariz literario acaban a ostias,
me convenzo de que la localización (y existencia misma) de esa
bonita maqueta no responde a otra necesidad que la de ser aplastada
por alguien arrojado por el hueco de las escaleras debido a alguna
refriega que se producirá, con toda seguridad, cuando yo llegue
arriba.
Subo las escaleras
con cautela, preparado para el combate inminente y en lo alto me
encuentro con un tipo austero, taciturno y altanero. Me mira con
severidad, rigor e intransigencia y rápidamente me doy cuenta de que
me hallo ante mi primer rival. ¿Será él quien espachurre el
castillito de abajo con el lomo? Le miro, me quito la camiseta para
no mancharla en la lucha, porque como he dicho al principio me he
puesto mis mejores galas, y cuando creo que va a empezar una pelea
épica, el tío me sienta en una silla, se pone aceite en las manos y
comienza a darme un agradable masaje en la espalda.
-Uy, que tenso estás
-me dice.
-Ya ves, todo el día
agarrado al volante del camión como un loro a su palo.
-Tranquilo que en un
momento estarás como nuevo y podrás ser recibido por "La
Jefa".
¿La Jefa? ¿Quien
será esa? Un rival complicado, sin duda, teniendo en cuenta como me
preparan para el combate. Y menudo masaje, casi me siento flotar y de
estar acostado me dormiría allí mismo.
-¿Estás mejor? -me
pregunta.
-Estupendo, muchas
gracias. ¿Puedo seguir subiendo ya?
Y así con el
consentimiento del grandote me pongo la camiseta otra vez y subo al
segundo piso. Ante mi, una chica menuda, rubia y de aspecto delicado
me espera con una sonrisa. Debe ser esa tal Jefa, pienso para mi,
pero no me engañará con su apariencia frágil. Me preparo para
coger carrerilla y lanzarle una patada voladora directa al plexo
solar cuando me señala un sillón junto a una mesita equipada con un
refresco y patatuelas. Me siento algo confundido y me deleito con la
exquisita decoración y snacks de trigo mientras sorbo un refresco
sin gas bien fresquito. Y justo cuando ya estaba perdiendo la fe en
la existencia de un futuro combate, una doble puerta de madera de
cedro se abre y al pasar al interior me encuentro con una señora de
más o menos mi edad, algo mayor seguramente pero ya sabéis que en
estas cosas es mejor tirar a la baja para evitar malos rollos,
rodeada de seis tipos vestidos con trajes negros.
La Jefa y sus
mejores esbirros, no hay duda, ahora sí ha llegado la hora de
utilizar mis puños de acero y... Pero en lugar de ponerse la cosa
chunga me invitan a sentarme, los seis funcionarios sacan abanicos
para hacerme aire y la mujer comienza a explicarme cosas en un tono
sumamente amable.
-Señor Capdemunt,
le hemos citado porque desde el ayuntamiento queremos mostrar nuestra
más sincera admiración hacia usted y su magnífico trabajo y
ayudarle en lo que sea menester para facilitar, promover y dar a
conocer públicamente y de la manera más efectiva posible las dotes
creativas de nuestros ciudadanos más ilustres, porque un pueblo que
no apuesta por su cultura es un pueblo encaminado hacia la pobreza
humanista y bla bla bla...
Desconecto del
sermón y comienzo a pensar si sería buena idea sacar de su caja ese
viejo equipo de hombres lagarto del Blood Bowl, repintarlo un poco y
desafiar a algún amigo a un partidete amistoso, mientras oigo
algunas palabras resaltadas en negrita que llegan del torrente
verborreico de esa Jefa.
-Bla bla bla...
ORGULLO... bla bla... CULTURA... bla bla,,, PUEBLO...bla bla...
Yo asiento con la
cabeza y sonrío, miro el reloj despertador que levo en el bolsillo y
se me está haciendo tarde, así que decido hablar para cortar el
flujo de palabras e ir al grano.
-Bueno, entonces,
esto... ¿Por qué estoy aquí?
-Ah, me gusta la
gente que va al grano -me responde satisfecha-. Admiro a la gente
decidida. Creo firmemente y con total convicción en las
posibilidades infinitas de la gente que va...
-¡Al grano!
-contesto ya algo irritado. No solo no van a haber palos si no que me
aburren soberanamente.
-La cuestión es que
desde el ayuntamiento queremos realizar actividades culturales y le
hemos elegido a usted, querido Capdemunt para que sea quien las
organice, dirija y lleve a cabo.
-Ya. Entiendo,
pero... ¿Qué tipo de actividades? Y soy Capdemut, por cierto.
-Capdemut, claro, lo
sabía, es que le admiro tanto... Actividades relacionadas con la
literatura esa que usted hace. Charlas, talleres, monólogos... lo
que quiera. Libertad total. A usted todo se le da bien. Podríamos
empezar poco a poco realizando no sé... Una al mes y luego ir
aumentando la frecuencia dependiendo de la época del año y la
respuesta del público y...
-Vale, vale. Me
parece bien la idea.
-Oh perfecto.
-¿Pero cuanto voy a
cobrar por esto?
Y de pronto el
semblante de la Jefa palidece, los funcionarios bajan sus abanicos y
las nubes ocultan el sol, sumiendo la sala en una penumbra
silenciosa. Puedo oír los latidos de mi corazón, como crecen mis
uñas y el vuelo de una mosca que pasa por el extremo opuesto de la
calle.
-Bueno.. cobrar,
cobrar... ¿Usted no hace esto porque le gusta?
-Claro que me gusta,
pero lo cortés no quita lo regalado y si tengo que realizar un
trabajo extra para terceros lo normal es llevarme algo por las
molestias y el tiempo invertido.
-Ya pero... -los
ojos de la Jefa recorren la sala sin control alguno-. Aquí en el
ayuntamiento no tenemos unas tarifas estipuladas para eso y...
Nuestra forma de pago es dar a los artistas visibilidad y... Piensa
en los libros que podrás vender cuando todos te conozcan y eso y tal
y pascual.
Y entonces yo me
cierro en banda y le digo que no me sale del testículo izquierdo que
por cierto es el único que me queda después de mi breve pero
intenso intento de triunfar en la tauromaquia, de aceptar encargos
gratis, que ser escritor es una mierda y que como mucho estaría
dispuesto a participar en actividades ya organizadas como invitado o
colaborador pero en ningún caso hacer yo el trabajo de los demás a
cambio de "visibilidad". Que yo no como visibilidad, ni
pongo gasolina al camión con visibilidad y que las miniaturas de
Warhammer no se pagan con visibilidad sino con dinero.
Y dicho esto me
acompañan a la puerta, bajo las escaleras y dejo atrás a la Jefa, a
la chica rubia y al señor grandote. Miro con tristeza la maqueta del
castillo que sigue entera y aunque estoy tentado de agarrar una silla
y destrozarla para aliviar un poco mis ansias de violencia, la dejo
como está. No molaría tanto sin duda.
Salgo a la calle
algo triste. Creía que esta iba a ser una entrada con acción y ha
resultado ser un coñazo insoportable. Lo siento por mis lectores
pero sobretodo por mi mismo. Pero de pronto capto un movimiento
furtivo por el rabillo del ojo. Miro y no veo nada, pero entonces
capto algo con mi visión periférica en un tejado. Una figura
completamente vestida de negro salta al interior de un balcón donde
se oye un grito ahogado. Y a esa le sigue otra y otra... ¡La ciudad
está siendo atacada por ninjas! Ahora sí que se pone interesante la
cosa. me meto en la cabina telefónica más cercana y saco de la
riñonera mi traje blanco de ninja del bien. Esos malvados no saben
con quien se la juegan.
El negarte a hacer el bien gratis has ocasionado que se rompiera la línea delgada del mundo ninja negro y de ahí el ataque de los ninjas, para que puedas tener visibilidad con tu traje de ninja blanco. Me ha encantado la entrada.
ResponderEliminarPues no había pensado en esa posibilidad. Igual tengo que ser más cabrón para que pasen cosas malas y tener así la oportunidad de salvar el mundo.
EliminarY gracias por comentar!