Llego a casa después del trabajo y noto que ésta no es igual que
antes. El papel de pared es distinto, el mobiliario no me suena de
nada y hasta la distribución de las habitaciones ha cambiado, pero
por algún motivo, no me importa demasiado. Es mi casa y punto. Voy
directo a la cocina a hacerme algo de comer porque por algún motivo
soy soltero y no tengo cargas ni obligaciones familiares de ningún
tipo y allí, sobre la mesa de lla cocina me espera esa chica que me
gusta tanto del instagram, esa a la que a veces le río las gracias
pero nunca se digna a contestarme, esperándome para una sesión de
sexo tan inesperado como necesario. Comienzo a quitarme la ropa a
toda prisa para no hacerla esperar, a la pobre, y apenas hemos
empezado a retozar cuando recuerdo que no he comido y tengo mucha
hambre. Le digo que se espere, rebusco por los armarios que están
vacíos y salgo a toda prisa hacia el súper.
Corro cesta en mano
entre estanterías repletas de donuts, patatas fritas, bollerías
varias y comida rápida de todo tipo hasta que me doy cuenta de que
he dejado a esa chavala tiradísima y que ya tendré tiempo de hacer
la compra cuando hayamos terminado.

Me despierto
empapado en sudor y con la cabeza latiendo al ritmo acelerado de mi
corazón, para darme cuenta de que estoy en mi casa normal, con mi
vida habitual, y que todo esto no había sido más que un sueño raro
de cuarentón inadaptado. Malditos sean los años. Malditos sean los
sueños.
Ostras, pues sí que es chungo salir del estado de alarma...
ResponderEliminarAhora ya es chungo todo, mire por donde se mire.
Eliminar