Estrenamos año y estrenamos una sección que aportará frescura y seriedad al blog, en la que se comentarán noticias serias y cosillas de actualidad. Ahí va la primera.
La
noticia saltó a los medios recientemente: La policía había desarticulado una banda que se dedicaba al tráfico de drogas
entre la península y las Islas Canarias. Los traficantes, astutos, se dedicaban
a pasar la droga en pequeñas cantidades y para ello se servían de la compañía
de personas mayores, discapacitados o niños; La idea era evitar el típico
perfil del viajero solitario que tanto llama la atención de la seguridad en
aeropuertos. De este modo, la policía no sospechaba de ellos y podían realizar
sus negocios con impunidad. Pero las fuerzas del orden y la ley tampoco son
tontas y al final sospecharon de ver siempre a los mismos haciendo la misma
ruta y los pillaron. Y así, los malos han sido detenidos, juzgados y condenados
y el bien ha triunfado una vez más sobre la oscuridad. Fin de la historia.
¿Pero de verdad es el fin? Yo creo que no.
Vamos a
pensar por unos momentos en esos acompañantes que servían de tapadera. Pensemos
en ese abuelito que estaba tan contento de que sus nietos le llevaran a ver
mundo. Él recibía la invitación con un “No, hijos míos, que ya estoy mayor para
tanto viaje.” Pero al final aceptaba por la insistencia de los jóvenes que le
decían aquello de “Pero que dice, si está usted en plena forma. Venga, que le
quedan muchas cosas por ver” y él aceptaba pensando en cuanto le quieren sus
nietos y que ha merecido la pena tanto trabajo en esta vida. Y pensemos en ese
joven en silla de ruedas a causa de un accidente de moto al que su prima
insistía en que les acompañara y ante su “No quiero ser una molestia, prima.”
Ella le respondía que “Primo, sabes que eres como un hermano para mi y no
soporto verte encerrado en casa” y él aceptaba emocionado sin saber que su
silla sería el escondite perfecto del alijo. Y pensemos también en esos niños
orgullosos de que sus padres les llevaran tanto de vacaciones y fardaban de
ello ante sus amiguitos del cole con eso de “Pues nuestros papás nos llevan a
muchos sitios porque nos quieren mucho” y cuyo orgullo de colegio se convertirá
en vergüenza de instituto y en un “Pues nuestros padres están en la cárcel y
por eso fumamos con 13 años” y en un futuro lejano, en comidas familiares
navideñas, a la mínima saldrán los trapos sucios y la comida se convertirá en
una guerra de reproches y desprecios.
Así que
pensemos en que cada cara tiene su cruz, cada día su noche y cada historia, por
mucho final feliz que tenga, oculta una realidad triste y penosa.
Es bastante extraña tanto la sección como el desarrollo posterior, ñoño como ninguno. Pérdoname pero seguramente esos ambientes que describes nunca fueron tan idílicos.
ResponderEliminarQué amarga la reflexión final, creo que voy a llorar.
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