Es lo
que pasa. Si enseñas a un niño a hablar, acabará pidiéndote cosas. Pero claro,
no es cuestión de negarle tal derecho y al final pasa lo que pasa. No sé dónde
habría oído hablar del circo mi hija, supongo que en el colegio, donde los
educan de forma indiscriminada, pero al final me pidió ir y como no está muy
bien visto el darle la entrada a una niña de tres años y mandarla sola, había
que acompañarla.
Debo
decir que la única vez que fui al circo siendo un crio salí algo decepcionado.
Recuerdo que salió ET (si, el extraterrestre) en una actuación de menos de un
minuto. Recuerdo pedirle a mi madre ver a los tigres de cerca y asfixiarnos con
su aroma de gran felino. Y recuerdo que los payasos no me hicieron ninguna
gracia. Pero ahora mi deber de padre me obligaba a regresar al lugar.
El
circo elegido era el de los Richards Bros, un circo pequeño y familiar que
anunciaba un espectáculo diferente y especial, pero ya en las taquillas la cosa
no pintaba bien. El precio era más elevado de lo que esperábamos y los carteles
en las inmediaciones de la carpa no daban ganas de entrar precisamente.
“Conozcan al perro de Tintín” “Vean a los payasos boxeadores” “Perros
acróbatas”… Todo me sonaba a espectáculo rancio y cutre donde una familia de
desarraigados nos mostraría sus dudosas
habilidades para luego desmontar la carpa y huir a otro pueblo a tratar
de recoger algunos euros más para poder seguir con su carrera. Pero no, al final
no.
La función
comenzó con una especie de teatrillo mudo protagonizado por un niño al que se
le unía una trapecista (¡Madremiacomoestabalatrapecista!) que haría el primer
número que no estaba nada mal. Después le tocaría el turno a Popeye el Marino,
un payaso, y cuando querías darte cuenta ya estabas atento, viendo a un mago
cutre haciendo trucos cutres de esos que has visto mil veces por la tele pero
claro, en directo no es lo mismo y te esfuerzas en ver el truco pero no. La
niña comenzaba a disfrutar, a aplaudir, a reír, y eso se contagia. Salió el
malabarista, dos gemelas acróbatas, más payasos, perros haciendo cosas que
sabes que el tuyo nunca hará por mucho que te esfuerces y cuando quieres darte
cuenta ha pasado una hora y media y ya están todos diciendo adiós y la cosa se
acaba.
Salimos
a la calle contentos. La niña había disfrutado y eso se contagia a los padres,
claro, si no fuera así vaya mierda de padres. Miro atrás, a la carpa y pienso
“Debería haberme dedicado al circo, quizás me he equivocado de camino”. Aunque
conociéndome, seguro que habría querido hacer algún truco con fuego y me habría
quemado vivo en plena función, traumatizando a toda una generación de niños que
crecerían con el miedo en su cuerpo.
Y ahora, alguas fotos-obsequio del circo en cuestión:
Dos payasos tontos y un tio serio de moderador: Un clásico que no pasa de moda. |
Perros acróbatas: El sumum de la evolución humana. |
Hacer aparecer tias de la nada: El mejor truco de magia posible. |
Gemelas acróbatas: La sincronización llevada al extremo. |
No sé, me ha quedado una entrada muy ñoña. Jo, esto no le va a gustar a nadie.
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