Como ya
sabéis, mis fieles lectores, a veces me gusta dejar de lado los temas habituales
y recurrentes del blog para tratar otros asuntos con mayor contenido cultural o
social. Tales entradas aparecen esporádicamente y responden a una necesidad
clara de tener lectores capaces de responder de forma satisfactoria al
encontrarse en situaciones/conversaciones de la vida real. Es por ello que hoy
voy a tratar el tema del comercio. Y cuando digo comercio me refiero al
comercio a pequeña escala, es decir, a las tiendas y supermercados. Vamos allá.
Vivimos
en un tiempo de grandes superficies, de autoservicios y de “encuentra todo lo
que buscas y más en cualquier momento y lugar”, y eso no está mal, ya que
responde a una necesidad creada a raíz de nuestro estilo de vida actual. Lo
negativo del asunto es que ello incide en el pequeño comercio, haciendo que
tiendas familiares y comercios artesanales de barrio acaben desapareciendo; Y
con ellos desaparecen cosas como el trato amable y personalizado, las conversaciones
casuales, el no tener que calentarse el gorro eligiendo entre ochocientas
marcas de un mismo producto, etc… ¿Merece la pena entonces dejar que la
sociedad dictamine qué es lo que debe sobrevivir y qué no? ¿O acaso es mejor
resistirse e incitar a otros a que hagan lo mismo para conservar estos
establecimientos aún en perjuicio de nuestra comodidad? Estas son preguntas de
difícil respuesta (y más teniendo en cuenta que estoy aquí solo en casa), por
lo que me limitaré a explicar un caso REAL sobre la creación, apogeo y
desaparición de uno de esos comercios. Leed bien porque solo lo escribiré una
vez.
Aqui vemos una foto casual de lo que es un comercio cualquiera |
Yo
tendría 17 o 18 añitos y todavía vivía en mi pueblo natal. Mi casa era
esquinera (no sé si se dice así pero ya se entiende) y tenía vistas a varias
calles desde el balcón (claro), y en una de esas calles cercanas montaron una
tienda de zapatos. “Calzados Jaros” se llamaba y estaba regentada por una
familia de gitanos. Si gitanos, esa etnia injustamente menospreciada y repudiada
por nuestra sociedad por decidir ser fieles a unas costumbres y formas de vida
distintas a las impuestas por nuestra sociedad e injustamente estigmatizados
solo por el hecho de que algunos de ellos se ganan la vida robando lo que los
demás ganan con el sudor de su frente como hijos de pu… TA. Pero bueno, esa
familia montó su zapatería y al poco tiempo fue capaz de abrirse un hueco entre
el comercio de calzado local. ¿Cómo? Pues siguiendo dos sencillas pautas que
hacían que comprar allí fuese agradable.
1-Trato
sin agobios. Al entrar allí no te venían las dependientas (la madre con sus
tres hijas y sus 8 nietas) a preguntarte qué querías, si mejor otro color, si
te buscaban otra talla… No. Allí estaban todas las cajas con zapatos
amontonadas y podías pasarte el dia buscando sin que te miraran siquiera.
2-Precios competitivos. Está claro que las zapatillas deportivas marca “Kike” o “Adidash” no
pueden ser muy caras, pero los precios allí estaban tirados, además de darte la
oportunidad de regatear, acción frente a la cual oponían muy poca resistencia. “¿A
cuánto es el par? ¿1000 pesetas? Te doy 500 y me llevo dos pares.” Y sin ningún
problema.
Como
digo, la cosa les iba muy bien. Las gentes entraban en manada y sacaban zapatos
de la tienda a un ritmo alarmante, ante la mirada indiferente de las
chicas-mujeres, a las que parecía darles igual vender más o menos o si hacían
negocio o no. Por supuesto, los prejuicios de algunos vecinos afloraron
rápidamente diciendo que si eso tenía que ser una tapadera de algo, que si no
estaba claro, que si no puedes fiarte de los gitanos… Tonterías. Esos
comentarios lo único que lograban era que la clientela disminuyera y eran,
claro está, totalmente infundados.
Pero un
buen día en el que me hallaba jugando al “Medal of Honor” en mi Playestation1,
decidí mirar a través del balcón para desintoxicar un poco la vista de tanta
pantalla luminosa y vi algo cuanto menos raro: Una docena de hombres, vestidos con
chalecos antibalas, encapuchados y armados con subfusiles subían corriendo a
toda hostia por mi calle. Mi primera reacción fue apartar la vista, parpadear
un par de veces y mirar de nuevo, pero ahí estaban. Entonces pensé si de tanto
jugar a videojuegos se me habría ido la olla y estaba confundiendo la realidad
con la ficción. Tíos armados en la tele y tíos armados en la ventana; Lo único
que les diferenciaba era que éstos últimos tenían mucho mejores gráficos y el
pixelado y renderizado de los frames era muy superior al de la consola. Muy
preocupado por mi salud mental me asomé al balcón y vi que todas las vecinas
estaban asomadas al igual que yo, cosa que me tranquilizó bastante. Total, que
los señores con ametralladoras se unieron a otros que ya estaban apostados
frente a la zapatería, hubo un momento de confusión y no saber qué estaba
pasando y al poco sacaron a todos los ocupantes esposados, los subieron en
furgones y cerraron y precintaron el local… Para siempre.
¿800 pelas por unas Ribuk? ¡Os vais a cagar! |
Y así
terminó, una tienda que se había convertido en emblemática para mí, a causa de
los designios de la ley y el orden. A partir de entonces, como no, tuve que
comprarme el calzado en otros sitios, como todos, pero siempre recordando ese
Calzados Jaros y a sus indiferentes dependientas.
Nota
irónica final: Años después, en ese mismo local colocaron la sede de servicios
sociales, cosa que aunque pareciera imposible, también ha tenido que cerrar.
Putos recortes y puta ley y orden.
Yo de ti hubiese puesto otro nombre para el establecimiento por prudencia. Cuando pones en el buscador de internet "Calzados J..." sale tu artículo en segundo lugar.
ResponderEliminarOstras, que fuerte.
EliminarLa verdad es que antes de poner el nombre real de la tienda busqué un buen rato por google para asegurarme que no hubiera otra tienda con el mismo nombre que pudiera salir perjudicada o si existía alguna información sobre el caso en concreto que pudiera relacionarlo con mi entrada. No encontré nada y por eso y por los años pasados no tuve más precaución.
Pero de todos modos... ¿Quién va a buscar eso en internet?
¡Gracias por comentar!
Supongo que nadie va a buscar eso por internet pero vete tu a saber, los gitanos también usan ordenadores y navegan por internet.
ResponderEliminarEn ese caso, bienvenidos sean a este humilde blog.
EliminarChico lo que tu no hayas visto....
ResponderEliminarPor cierto que tus vecinas estarían felices a más no poder viendo desfilar a los policías y diciendo entre dientes: "esto ya lo veía yo venir". Tendrían tema para rato en el barrio.