Un
caluroso día de verano en algún punto de la A-35, provincia de Valencia. Un
camión de 26 toneladas se detiene frente a un barucho de carretera y su conductor
desciende de la cabina; Observa el lugar desde sus gafas oscuras; Varios
camioneros que charlan bajo el sol cortan su conversación para mirar al recién
llegado. Nadie se atreve a decirle nada. Llega hasta la entrada del local, abre
la puerta y se detiene. Desde el interior ven su silueta recortada, melena al
viento (entonces la llevaba), chaleco de publicidad de alguna empresa
desconocida (clara muestra de que es un forastero) y una seriedad imperturbable
en sus labios. El murmullo de la multitud se acalla, la camarera le mira de
arriba abajo y se desabrocha un botón de la camisa; Pero él sabe cuál es su
objetivo. Con paso firme se dirige a un lateral del local y se detiene frente a
unas máquinas de bolas (esas que tiras un euro y sale un juguete al azar);
Comprueba cada una de ellas: “Bob Esponja” no, “Barbie Dreamlife” no, “Hellokitty” no, “Dragonball”
ahí está. Saca una única moneda reluciente de su bolsillo y la besa; Con los
ojos cerrados pide un único deseo “Que no me salga el mariquita de Son Gohan
niño” e introduce la moneda. Gira la palanca. El sonido de la bola que se
aproxima al exterior se hace eterno. La coge. La mira y cae de rodillas al
encontrarse con un llavero de ”Dora la Exploradora”. Alza sus puños al cielo y
maldice a Dios con tanta fuerza, que los allí presentes tendrán pesadillas
durante dos semanas. Nunca jamás regresaría.
Entrada
dedicada a: Los fabricantes/ montadores/ reponedores de máquinas de bolas. A
ver si llevamos más cuidado a la hora de clasificar las que van en cada
máquina, por favor, que eso es para niños y podéis destrozar sus ilusiones.
Espeluznante relato sobre la dureza de la vida. Tengo los pelos como escarpias...
ResponderEliminarLos del bar debieron quedarse muy impresionados, no me extraña que tuvieran pesadillas.
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