El
karma es algo de lo que todos, en algún momento, hemos oído hablar. Se trata de
una supuesta fuerza cósmica que juzga nuestros actos y nos devuelve de forma
equitativa, a modo de justiciero espacial, las consecuencias de ellos. Diciéndolo
de forma simple: Si hacemos el bien nos
pasan cosas buenas y si jodemos al prójimo el karma nos castiga. Es un
recurso muy utilizado como amenaza por aquellos que no tienen huevos para darle
una hostia a alguien, en plan “Por ahora te sales con la tuya, pero el karma te
castigará”; de modo que si al aludido le sucede algo negativo en los próximos
días, aunque no haya tenido nada que ver, lo atribuirá a esa amenaza y solo
hará que agrandar la leyenda kármica. Pero dejémonos de introducciones y vayamos
a lo aburrido.
En
realidad el karma no fue creado por hippis y cobardicas sino que sus orígenes
se remontan hasta los albores de la humanidad. La idea de “recibir lo que uno
merece” es el sustento básico de casi todas las religiones (dios conoce tus actos
y el día del juicio final te vas a cagar) y de muchas corrientes filosóficas
(como el taoísmo que asegura que hacer el trenecito no es malo si mientras lo
haces guiñas un ojo), del mismo modo que forma parte de muchas leyendas de la
antigüedad. Sin ir más lejos, los guerreros vikingos estaban convencidos de que
si morían en batalla aparecerían unas tipas rubias y con trenzas que les
acompañarían al Valhalla y les practicarían felaciones sin pedirles nada a
cambio. Y así estaban los vikingos de fanatizados. ¿Sed de sangre? ¿Conductas
compulsivas? ¿Temeridad? Nada de eso. Simplemente, estaban ansiosos por meterse
en líos, morirse y que se la chupa… Bueno, creo que ya se ha entendido el
concepto básico. ¿Pero que pasa hoy en día?
Hoy en
día la vida se ha alejado mucho de la espiritualidad, con lo que tenemos al
karma algo abandonado. Nos reímos de él o simplemente aceptamos lo que serían
sus pequeños castigos/recompensas con indiferencia, atribuyéndolos a la suerte
o simplemente ignorándolos. También ha aparecido una nueva teoría, la de la
reencarnación, que asegura que nuestra vida irá mejor o peor en función de qué
hicimos en nuestra vida anterior, lo cual no deja de ser sumamente injusto, ya
que la reencarnación de Teresa de Calcuta puede permitirse ser un “Joputa con
suerte” sin más consecuencias que las que obtendría en su siguiente
encarnación, lo cual, seguramente si vas y se lo explicas se reirá en tu cara
mientras derrapa con su descapotable lleno de rubias con tetas de goma.
¿Conclusión a todo esto?
Yo no
creo en el karma, ni en dioses ni en reencarnaciones; pero si tuviese que creer
en algo y basándome en el tema felaciones, estoy seguro de que en otra vida
habría sido un puto general nazi.
A todos los que escriben frases así, el karma les castigará. |
Buena entrada, aunque lo del taoísmo me ha dejado algo confuso; no recuerdo haber visto esa acepción en el Tao ¿estaré siguiendo una filosofía sodomita sin darme cuenta? Inquietante...
ResponderEliminarPues si. Deberías leer la letra pequeña... A no ser que haya que agacharse mucho para hacerlo.
EliminarMe he perdido con alguna mención filosófica y el final no lo entiendo bien, pero siempre me apuntaré a lo de las rubias, aunque paso de eso de ser malvado, mi maldad consiste en poner pegamento en un picaporte, para que la gente se quede pegada a él.
ResponderEliminarPues llevate cuidado porque la respuesta kármica al pegamento en picaporte suele ser la pillada con la cremallera.
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