La feria. ¿Qué se podría
decir y cuánto escribir sobre ese antiguo divertimento ambulante que
alegra las vidas de los rústicos pueblerinos con música, luces de
colores y puestos de venta de artilugios nunca vistos hasta el
momento? Se podría decir que están desfasadas, que son agobiantes,
que huelen raro y que hacer que un niño de dos vueltas sobre un
mismo eje montado en un cochecito de plático cuesta un ojo de la
cara, pero no, no voy a ponerme crítico esta vez, porque llevo una
semanita de autocríticas que me tiene agotado y aunque vosotros no
sepáis nada porque aunque yo hago mi vida un poco pública aquí,
tengo un límite en cuanto al exhibicionismo emocional, voy a dejar
ese tema aparcado a un lado.
La feria, decía. Ese lugar
que atrae a niños y a mayores que tienen niños, como la miel al
oso, la caca a la mosca y el amor al corazón solitario. Y como no,
allí estaba yo, no con una si no con dos pequeñas que me decían
cosas tan bonitas como "tero eso", "quiero subir a
todo", "papá no te pares a hablar con nadie" y "que
tero eso he dicho" y como a uno no le da el alma ni la moral
para resistir tanta presión, cuando quise darme cuenta estaba
montado en un coche de choque esperando a que sonara la bocina para
disfrutar de los tres euros mejor invertidos desde que me saqué esa
muela del juicio en la barbería.
Lo primero que me llamó la
atención de mi vehículo elécrico, aparte de que era la niña quien
iba a conducir y yo solo "acompañarla para que no se haga
daño", fue su minúsculo tamaño. Quizás se debiera a que la
última vez que monté era solo un crio, pero no encontraba un lugar
para meter las piernas donde no quedaran peligrosamente expuestas a
rozaduras, golpes o electrocuciones. La niña estaba bien sentada y
protegida, eso sí, por lo que dejé mi seguridad en un segundo
plano. Cuando el trasto se puso en marcha, me arrepentí.
De pronto lo que parecía
una apacible pista lisa y sin obstáculos se convirtió en un
infierno de cochecitos conducidos por adolescentes y adolescentas
ávidos de morir matando. Los golpes laterales me daban con la
rodilla contra el volante, los traseros con los riñones contra el
asiento y los delanteros eran un cocktail de dolor. Además, había
ciertos peligros adicionales, como mi cabeza a un palmo de la red
elecrtificada de la parte superior, de la que salían chispas que me
caían detrás de la oreja y otro que no percibí hasta que no
llevaba un rato dando vueltas por ahí: Tetas.
A mi alrededor se movían
decenas de cuerpos jóvenes de pieles tersas y dientes blancos que
reían y disfrutaban con el juego y ellas, ataviadas con tops y
camisetas ligeras debido al calor asfixiante, rebotaban con cada
golpe en ondulaciones hipnóticas de senos recién estrenados. Y así
al dolor físico se sumó otro mucho más desgarrador como es el de
la desubicación espaciotemporal causada por sus miradas que decían
"¿Qué hace aquí este señor con barba?" y yo pensando
"Seguro que se creen que me he dejado patillas para parecerme a
Lobezno y molar cuando lo que quiero es ser como Isaac Aasimov y
molar menos todavía". Y así veía como las risas se
desvanecían cuando era yo quien producía el choque y lentamente el
ambiente festivo se convertía en un oscuro y lúgubre funeral. El
mio.
Hasta que la bocina sonó,
los coches se pararon y todos los ocupantes regresamos a nuestros
repectivos puestos en la sociedad: Los jóvenes a sus vidas
despreocupadas llenas de risas, sentimientos recién descubiertos y
tensiones sexuales y yo, cojeando y lleno de moratones junto a los
mios para seguir con esta vida tan plena y productiva.
"¿Subimos otra vez?"
me dice la niña emocionada. "Otro día, pequeña. Creo que no
he sobrevivido a este viaje".
Gracias sobre la aclaración sobre las patillas, tenia mis dudas, pero yo se que si quisieras parecerte a algu superheroe seria alguno de image.
ResponderEliminarCiertamente, se nota que me conoces. Aunuqe con mi mala suerte, seguro que me parecería a alguno dibujado por Rob Liefeld.
EliminarOlé.
ResponderEliminarMaestro.
EliminarIba a comentar algo, pero como ya había dos comentarios pues me he cortado un poco.
ResponderEliminarVoy a ponerle remedio, no te preocupes.
Eliminar¡Mejor, mucho mejor!
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