martes, 17 de diciembre de 2019

Un relato sin nombre, parte 3

  Ahí va la tercera entrega de este relato (todavía sin nombre pero que ya os podéis ir decidiendo a bautizar) que espero que os guste mucho o, por lo menos, un poco.

03

Lo primero que notó al despertar fue un olor rancio mezclado con el de alcohol de desinfectar. Notó en su cara el tacto áspero de alguna tela que llevaría tiempo sin probar el suavizante y de fondo pudo oír como alguien canturreaba en una ducha. Se alegró de haber recuperado el sentido de la audición, aunque le estaba costando horrores abrir los ojos. El brazo le dolía mucho, cada vez más, pero incluso eso le reconfortaba pues significaba que seguía con vida.

Se incorporó y lentamente su vista se fue aclarando. Estaba en el sofá de una pequeña habitación simple. Ante él una cama con las sábanas revueltas, una silla sobre la que había algo de ropa bien plegada y un armario en el que la carcoma parecía haberse dado un festín. Una puerta junto a la ventana hacía suponer que era la salida mientras que otra conducía al baño como dedujo por el sonido de la ducha. Quiso levantarse para abrir la persiana y comprobar donde se encontraba pero la sola idea de moverse le produjo un dolor difícil de asimilar.

La ducha dejó de funcionar y oyó unos pasos amortiguados al otro lado de la pared. ¿Quien estaría ahí? ¿La chica de ayer? ¿Otro de esos hombres cocodrilo que se lo terminaría de merendar? Entonces recordó la herida de su brazo y comprobó que alguien se lo había vendado y entablillado con un trozo de madera. Bueno, si se han tomado tantas molestias no creo que ahora vayan a matarme, pensó.



La chica apareció sin sus ropas de ninja, envuelta solamente en una toalla blanca que ya amarilleaba y con el cabello goteando sobre su espalda. Se fijó en que su huésped estaba ya despierto y le dirigió una mirada seria.

-¿Donde estamos? -dijo él.

-En una habitación de un hostal de carretera. No puedo decirte más.

-¿Me has curado tu el brazo? Porque me sigue doliendo un montón.

-He hecho lo que he podido -dijo mientras sacaba algo de ropa interior de su bolsa-. Con un poco de suerte no lo perderás.

-Ah. Gracias.

Pero ella no respondió a eso y se dirigió a la silla donde tenía algo de ropa plegada.

-Me gustaría ir a un hospital -siguió hablando Roberto-. Así nos aseguramos de que se cura bien.

-No podemos dejarnos ver. Nos estarán buscando en estos momentos.

-¿Quienes? ¿Los hombres lagarto esos? ¿Quienes son? ¿Qué quieren? ¿Por qué..?

-¡Deja ya de hacer preguntas! -Le interrumpió ella claramente molesta-. Ni siquiera deberías estar vivo. No sé porqué no acabé contigo allí mismo.

-¿Puedo saber como te llamas? -Dijo Roberto sin poder reprimir una última pregunta.

-No.

-Pero tendré que llamarte de alguna manera. No puedo ir por ahí diciendo "Eh, tu eso, eh tu lo otro".

-Llamame como quieras entonces.

-Mmmm... ¿Sandra te parece bien?

-Me da igual.

-Pero si no te gusta no. estamos a tiempo de cambiarlo.

-Sandra me va bien.

-¿Y de apellido?

-¡Cualquiera! -exclamó ella claramente irritada.

-Te llamaré Sandra Cualquiera entonces.

-Llamame como quieras pero deja de hacer preguntas, por favor.

-De acuerdo.



Roberto se quedó en silencio unos segundos mientras ella se vestía sin demasiado pudor. Era una chica delgada, no demasiado alta, de cuerpo fibrado como el de una atleta y sus movimientos eran gráciles y delicados como los de un felino. Se colocó la ropa interior que era completamente negra y después dejó caer la toalla al suelo para terminar de vestirse con unos pantalones deportivos y una camiseta blanca de tirantes que dejaba gran parte del sujetador negro a la vista. Después metió el resto de ropa que andaba desperdigada por la habitación en la bolsa de deporte y se dispuso a salir de la habitación. Se habría sentido excitado al contemplar la escena de no ser por lo mal que se encontraba.

-Oye… -preguntó al final, cansado de tanto silencio-. ¿Por qué todo el tema ese del casting? Es decir… ¿Qué necesidad había de montar todo eso y meter a personas inocentes como yo en toda esta movida?

-Pertenezco a una organización secreta. Tan secreta que ni siquiera los propios miembros sabemos quienes somos, así que nos reconocemos por un tatuaje característico en la ingle. Montar una selección de personal para actuar en una película pornográfica es la mejor forma de localizarnos sin levantar sospechas.

-¿O sea que no me echaste de allí por tenerla pequeña sino por no tener ese tatuaje?

Pero Sandra ya no respondió, dejando a Roberto con la misma duda que antes, quizás peor, y se hizo el silencio de nuevo.



-Vamos -le dijo a Roberto con poca delicadeza.

-¿Y donde vamos? -le preguntó él.

No obtuvo respuesta.

Continúa aquí!

1 comentario:

  1. Una escena de transición, pero aún así mantiene el ritmo. A ver a donde van.

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