Aquí tenemos una nueva entrega de este relato que como podréis comprobar va llegando a su épico e inesperado final. Espero que lo estéis disfrutando, o por lo menos leyendo porque si no, me pondré muy triste y me suicidaré.
¡Ah! Si sois recién llegados podéis empezar a leerlo aquí desde el capítulo 1.
07
Despertó
tumbado sobre la hierba de un parque. Ya era de noche e inclinada
sobre él estaba Sandra, vestida completamente de negro hasta la
nariz mirándole con ojos furiosos.
-¿Creías
que podías escapar de mi?
-Si,
pero veo que me equivocaba.
-Tienes
un destino. Una misión de la que no puedes escapar.
-Tengo
el destino y misión que tu me has buscado. No quieras que parezca
cosa mía.
Sandra
calló y le indicó que hiciera lo mismo, pero Roberto no supo porqué
y siguió hablando en voz baja.
-Curiosamente
me encuentro bastante bien. Ya no tengo fiebre ni la debilidad de las
piernas y este brazo ya no me duele.
-Lo
sé -respondió ella sin apartar la vista de un punto en concreto al
otro lado de los setos que los ocultaban.
-¿Lo
sabes? ¿Me has curado tu?
-Te
he adminstrado una dosis bastante alta de loto azul. Es una droga que
se utilizaba en
la antigüedad en oriente para “revivir” a los guerreros
exhaustos o gravemente heridos.
-¿Y
porqué has puesto revivir entre comillas?
-Bueno…
No deberías haber visto eso pero lo achacaremos a un fallo del
autor. En realidad cuando pasan sus efectos el cuerpo no logra
recuperarse del esfuerzo extra.
Roberto
guardó silencio. Debería haberse sentido abatido ante la noticia de
su inminente muerte, pero por algún motivo, seguramente el loto
azul, no se podía permitir decaer.
-¿Y
entonces a qué estamos esperando? Me queda poco tiempo.
Sandra
sonrió debajo de la tela que le cubría la parte inferior del rostro
y señaló a un enorme edificio de dos plantas de nueva construcción
que había ante ellos. Era uno de esos modernos con una geometría
difícil de entender y muchos cristales. En la entrada había dos
guardias de seguridad vestidos con traje y corbata; solo les faltaban
las gafas de sol que obviamente no tenían utilidad en la noche.
-Están
esperando la llegada de Onikage. Debemos infiltrarnos y dar con
Kusanagi antes de que llegue y se la entreguen.
-¿Y
qué hacemos con los dos guardias de la entrada? Parecen tipos duros
y…
Pero
Sandra ya no estaba ahí. En absoluto silencio y con una rapidez
increíble se deslizó hasta la pared del edificio y desde allí,
oculta tras un pilar cuadrado esperó a que los guardias estuvieran
en la posición perfecta para atacar. Saltó sobre el primero desde
su espalda y con un largo cuchillo de hoja fina le cortó el cuello
desde detrás. El cuerpo del desafortunado vigilante todavía no
había tocado el suelo cuando Sandra ya se había situado detrás del
segundo dando una voltereta por el suelo y repitió la operación. El
segundo guardia se desplomó en silencio y ambos se transformaron en
perros que parecían dormir plácidamente. Roberto aprovechó para
cruzar la calle y entrar en el edificio detrás de Sandra.
El
interior del lugar era cuanto menos, curioso. Un amplio vestíbulo de
estructura moderna pero decorado como el interior de un palacio
oriental de hace dos mil años. Sillas muy bajas de madera oscura,
macetas con bambú, paneles de papel y estanterías con delicados
juegos de té que contrastaban con la moderna iluminación, las
cámaras de vigilancia y el ascensor que estaba junto a la escalera
que ascendía al piso superior. En el centro de la sala había un
enorme brasero que lo impregnaba todo de un color rojizo, además de
despedir un relajante olor a incienso.
-Creo
que saben que estamos aquí -dijo Roberto al oír cierto ruido de
pasos en el piso superior.
-No
contaba con las cámaras -se lamentó Sandra -. La duda ahora es
saber si bajarán por las escaleras o por el ascensor. Debemos
vigilar ambas entradas.
-Eso
no es problema. Déjamelo a mi.
Y
entonces Roberto se hizo con algunos tapices y delicadas telas y los
metió en el brasero, prendiéndolas de inmediato y arrojándolas
contra los paneles que al ser de papel y madera fina prendieron en el
mismo instante. En cuestión de un minuto toda la sala ardía a base
de bien.
-¿Pero
qué estás haciendo, zumbado? -le gritó Sandra consternada.
-Muy
fácil. Todo el mundo sabe que cuando hay un incendio no hay que
coger el ascensor.
Sandra
estuvo a punto de cortarle el cuello allí mismo, pero rápidamente
aparecieron varios de los ascendidos por las escaleras.
-¿Ves?
-le dijo Roberto, pero ella ya corría hacia ellos.
Había
media docena de tipos bajando desde el otro piso pero la escalera no
era lo bastante ancha para todos y Sandra aprovechó que solo podían
atacarla de dos en dos y desde la misma dirección para poner en
práctica sus artes marciales. Los tipos iban armados con porras y
cuchillos pero ella se movía con tal rapidez que por cada golpe que
esquivaba devolvía cuatro. Los tres primeros cayeron con facilidad,
cortados por su espada o golpeados en lugares estratégicos de su
anatomía, pero había media docena más esperando y conscientes de
su delicada situación, uno de ellos reaccionó.
Roberto
se fijó en que el que estaba situado más atrás de pronto crecía
en envergadura, le crecían dos largos cuernos en la cabeza y
transformado en un enorme toro se lanzaba a la carga escaleras abajo.
Tanto sus compañeros como Sandra lograron apartarse, pero ya había
abierto el camino y en un momento Sandra se vio rodeada por seis
tipos, algunos de ellos convertidos en medio animales y otros
empuñando armas mortales. Al contemplar la escena, Roberto supo que
tenía que actuar.
Imbuido
por la fuerza del loto azul se hizo con un jarrón de la dinastía
Tang valorado en varios cientos de miles de euros (esto él no lo
sabía, aunque algo se olía) y lo estrelló en la cabeza de uno de
los ascendidos, haciendo que se desplomara en el suelo. Poco le duró
la alegría ya que al verle, otros dos se lanzaron contra él y tuvo
que retroceder asustado. Sandra ahora solo tenía tres adversarios pero el creciente incendio de la sala iba en aumento y eso restaba tiempo y capacidad de movimiento.
Había llegado la hora de darlo todo.
Continuará...Aquí.
Se huele la tragedia... ¿qué pasó con el Toro? ¿Se vuelve a transformar en humano, minotauro, medio humano o sigue como un Toro envistiendo el color rojo? no me queda claro.
ResponderEliminarSigue vivo, de momento.
EliminarO eso creo... Revisaré esa parte, gracias.
Pequeña errata; "Sandra sonrió debajo de la tela que le cubría la parte inferior de la tela y señaló..." por lo demás muy bien, aunque esos guiños que rompen la cuarta pared son bastante inesperados. Supongo que estás experimentando con algunas cosas. Se acerca el final.
ResponderEliminarErrata corregida, muchas gracias.
EliminarLo de romper la cuarta pared (no conocía la expresión) es algo que suelo hacer en mis relatos menos serios. La verdad es que no sé hasta que punto rompen con la trama, así que tendré que vigilarlos.
Gracias por comentar!
El concepto creo que viene del teatro y creo que en el cine también se utiliza pero menos (hay otros términos para referirse a eso) igual en literatura sería romper la página o algo así 😅
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