Ya hemos superado el meridiano de este cuento (que no lo había dicho antes pero consta de diez capítulos) y a partir de ahora las cosas se pondrán algo más movidas, así que disfrutad del pequeño descanso que se toman Sandra y Roberto antes de que empiece la acción.
Y por si sois nuevos y no sabéis de qué va esto, podéis empezar esta historia desde el principio AQUI.
06
Al día siguiente estaban
comiendo en una hamburguesería, sentados en una de esas mesas
diminutas con sofaritos mullidos que obligan a comer en una postura
incomodísima, seguramente para que la gente se marche antes y así
dejar espacio libre para los siguientes. Pero Roberto, que había
podido dormir en la casa de ese maestro de forma cómoda y de tirón,
tal como le exigía su maltrecho cuerpo, agradecía cualquier atisbo
de normalidad en su vida. Y allí estaba, hamburguesa en mano, con un
brazo mal vendado pero que casi ya no le dolía frente a una chica a
la que él mismo había bautizado, como una pareja normal haciendo
cosas normales sin amenazas de gente monstruo tratando de conquistar
el mundo.
Sandra
era extraña, reservada, malhumorada y arisca, pero a Roberto en ese
momento que la estaba observando mientras sorbía en silencio de su
vaso de refresco le pareció hasta guapa. Llevaba el cabello moreno
corto y peinado hacia un lado, sus hombros eran anchos pero su cuerpo
fino, como el de una atleta y sus movimientos tan delicados que
resultaban hasta hipnóticos. Se dio cuenta de que él la observaba
ensimismado y le hizo un gesto con los hombros que sonó a “qué
pasa contigo” y entonces decidió dar el siguiente paso lógico en
esa extraña relación.
-¿Quienes
son esos ascendidos? -preguntó Roberto con tranquilidad.
-Cuanto
menos sepas sobre ellos, mejor para ti -respondió ella tajante.
-No
me vengas con misterios a estas alturas, pequeña -dijo
envalentonado- sé que vas a dejar que me coman esos monstruos
mientras tu te haces con el gusanari o como se llame ese arma.
-Es
Kusanagi y como me vuelvas a hablar de ese modo te…
-¿Me
qué? ¿Me seguirás tratando como a una mierda? ¿Te negarás a
llevarme a un hospital para que vean mi brazo? ¿Me matarás antes de
tiempo? Siento decirte que en estos momentos ya no me das ningún
miedo, ni tú, ni tu maestro misterioso, ni los hombres mono
ni ninguna cosa sobre la faz de la tierra. ¿Sabes? Hace un par de
días yo tenía sueños, ilusiones, metas en la vida…
-Ya.
Ser actor porno- le interrumpió Sandra.
-¿Qué
mas da lo que fuera? Lo que sí sé es que no pensaba en que me
arrastraran, herido y ninguneado hasta esta ciudad que no sé ni como
se llama. ¿Donde cojones estamos? ¿Adonde vamos? Dame respuestas o
te juro que me suicido con este tenedor de plástico y te vas a
quedar sola para cumplir tu misión que por cierto, me importa
medio bledo.
-De
acuerdo -dijo Sandra con un suspiro-, empezaré por el principio.
Resulta que hace miles de años en China
ciertos animales comunes lograron alcanzar la iluminación gracias a
ser testigos de enseñanzas budistas. Generalmente eran mascotas de
monjes que observaban desde sus jaulas. Aves, peces, gatos, perros
monos… Estos animales ascendidos no solo lograron poseer una
inteligencia superior
sino que consiguieron alterar su aspecto para cambiar de su forma a
la humana, viceversa e incluso una forma híbrida entre ambas.
-¿Como
los hombres lobo de las películas?
-Exactamente
así. El caso es que estos ascendidos podían poseer gran
inteligencia y poderes sin parangón, pero seguían siendo animales
subordinados a sus instintos por lo que siempre terminaban creando el
caos, dejándose arrastrar por sus deseos más bajos y finalmente
eran descubiertos por sus mismos maestros que terminaban por
revertirles de nuevo a su forma animal permanentemente. Pero por lo
visto algunos lograron escapar. Ese que llaman Okinage es quizás el
más antiguo de ellos y quien lleva siglos ascendiendo a otros
animales convirtiéndoles en sus siervos y buscando el modo de
dominar el mundo, pues los deseos de cualquier ascendido son los de
sentirse en una posición superior al de la humanidad. ¿Entiendes?
-Sí,
pero como si no lo hiciera porque esto suena a película mala de
chinos y encima lo de “malvado Onikage” ya es de risa, pero dime
qué es eso del arma que buscan.
-La
Kusanagi. Es una espada, o eso se supone. Un arma legendaria forjada
por los mismos dioses y entregada solo a aquellos guerreros que
merecieran empuñarla. Al principio de la
conocía como “Ame-No-Murakuno” que significa “Espada celestial
de las nubes” pero después se le cambió el nombre a “Kusanagi”
que significa “la cortadora de hierba” debido a que un guerrero
llamado Yamatu la usó para…
-¿Cortadora
de hierba? Me gustaba más el nombre anterior. No entiendo porqué se
lo cambiaron.
-Se
dice que se perdió en el mar hace siglos, pero lo cierto es que ha
estado viajando por el mundo durante todo este tiempo, de museo en
museo, de coleccionista en coleccionista y parece que ahora por fin
las largas garras de los ascendidos se han hecho con ella. Si no se
la quitamos antes de que Onikage la
haga suya, será terrible.
-¿Terrible
porqué? ¿En qué cambia que la tenga Okinage o tu maestro? Es
decir… ¿Como se yo que estoy en el bando de los buenos? ¿Se
supone que sois algún tipo de clan ninja y los ninja son chungos,
asesinos, te envenenan mientras duermes metiéndote líquido
en la oreja y…
-Cierra
la boca o te la coseré -le amenazó Sandra-. Ya te he contado todo
lo que querías saber y ahora debes cumplir tu parte. Terminate tu
comida, haz lo que tengas que hacer y nos vamos.
Lo
que Roberto tenía que hacer era caca. La comida parecía haber
reactivado su aparato digestivo que estaba dispuesto a funcionar de
nuevo después de dos días de parón forzoso. Demasiadas emociones,
demasiada información, demasiado dolor… Se fijó en las vendas
sucias que cubrían su brazo. Se sentía tentado de quitárselas y
observar la herida pero le asustaba lo que pudiese ver ahí debajo. Y
en ese momento algo se movió. Como un ligero temblor bajo la tela
teñida de marrón. Como uno de esos tics que a uno le dan a veces y
no puede controlar. Cogió aire y con las puntas de los dedos levantó
el trozo de venda y ahí los
vio. Varios
gusanos
blancuzcos
asomaban entre la
carne descolorida de su brazo, retozando en los humores que la herida
excretaba y al mismo tiempo el hedor le alcanzó las fosas nasales
haciendo que su estómago se contrajera y vomitó en el suelo. Desde
luego estaba siendo un día completo para su recién activado sistema
digestivo.
Abrió
la puerta del cubículo y salió dando tumbos a los aseos para
enjuagarse la boca. Las moscas del día anterior se habían cebado en
su herida y habían puesto huevos. Carne muerta, una herida ya
incurable, un brazo irrecuperable… Se miró en el espejo y vio a
alguien muy distinto de quien recordaba. Estaba delgado, blanco, con
los ojos hundidos y las encías oscuras… “Me estoy muriendo,
maldita sea” se dijo en voz baja y decidió escapar.
Le
costó horrores salir por el ventanuco del aseo ya que a pesar de ser
amplio, el brazo destrozado le impedía moverse con facilidad; por no
hablar de sus fuerzas mermadas, los mareos y la falta de
coordinación. Pero lo logró y una vez en la calle comenzó a
caminar por calles secundarias abarrotadas de gente que le miraban
con curiosidad y emociones que oscilaban entre la pena y el asco.
Quizás no tendría buena cara ni el caminar más elegante de la
ciudad, pero era libre y eso le bastaba. Buscaría un hospital, en
tener el brazo curado iría a la policía a explicarles que una loca
le había secuestrado y luego alquilaría una casita en algún pueblo
de esos de montaña donde podría trabajar en la recogida de fruta
hasta morir de viejo aislado y solo, como dios manda. Pero al final
no. Sintió un pinchazo en el cuello y al llevarse la mano al lugar
indicado se encontró con un pequeño alfiler, casi invisible, que se
arrancó con rapidez. Miró detrás y no vio a nadie, aunque sabía
quién había sido. Dio tres o cuatro pasos, cinco a lo sumo y se
desvaneció.
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Ahí, ahí, puteando físicamente al protagonista, como debe ser. O "asalto a su integridad física" que dirían en el viejo manual de Ravenloft.
ResponderEliminarMe gusta lo del asalto a la integridad. Me lo apunto.
EliminarY gracias por comentar, amigo.