miércoles, 1 de noviembre de 2017

De ascensores y actualidad.



Entro en el ascensor y antes de que se cierre la puerta una mano la detiene y un hombre se coloca a mi lado. Me sonríe, mirada cómplice de “casi me quedo en tierra y pierdo dos minutos irrecuperables de mi vida” y se arregla la corbata. Yo voy vestido con ropa de trabajo y aún sabiendo que no puedo compararme al recién llegado en elegancia, me miro en el espejo. Compruebo que estoy como siempre y no sé si alegrarme o no, pero en cualquier caso es tranquilizador.

El ascensor se sacude ligeramente y comienza el ascenso. Nuestras miradas se cruzan, resulta algo incómodo pero no lo suficiente como para apretar el botón de alarma y ponerse a chillar por el telefonillo ese. El hombre parece incómodo también, carraspea, yo pienso “oh mierda, va a hablarme” y me pongo a buscar el móvil para fingir que miro algo importante y que por eso no puedo atenderle. Pero el teléfono se me escurre entre los dedos y no me da tiempo.

-¿Que clima mas raro no? –me dice.
-Si –le respondo.
-Igual llueve que no.
-Ya. Es lo que tiene el mundo.
Parece que la conversación va a terminar aquí pero el ascensor sube tan lentamente que la cosa no tiene pinta de quedar así.

-Claro, con tanto aire acondicionado y tubos de escape… -sigue con el tema.
-Ya ves –le respondo interesado.
-Lo raro es que no nos hayamos muerto ya.
-Pues si. Es raro.
-Pero bueno. Es lo que toca –dice finalmente como sentenciando la conversación.
-Lo que toca –repite. -Toca… toca… oca… oca… ca… ca… -balbucea, y yo comienzo a temerme lo peor… -¡Cataluña! –grita por fin, liberado.

Ya ha salido el temita de los cojones, mucho estaba tardando. Salto hacia atrás en un impulso instintivo pero mi espalda choca contra la pared del ascensor. Estoy en un espacio demasiado reducido como para huir de la conversación. Trato de evitarlo dando volteretas por el suelo pero él ya me cuenta que solo hay un 38% de independentistas y no me da tiempo a preguntarle de dónde ha sacado esa cifra cuando contraataca con eso de que las familias catalanas ya no se hablan, continúa con lo de que allí te matan si exhibes una rojigualda y antes de que pueda incorporarme en la pared opuesta a él, se gira y me grita que Cataluña nunca ha sido un país. Trato de hacerle entender que los países no existen, que son inventos de iluminados que solo quieren tener al pueblo sometido pero ya está con eso de que si no querían que les diesen porrazos que no hubiesen hecho nada ilegal. Llego hasta el botón de la alarma y lo pulso con fuerza mientras él me habla de la importancia de cumplir la constitución, aunque solos ean algunas partes concretas. Pero al pulsar el botóno pasa nada. No funciona. Atrezzo ascensoril. Me dice algo de la familia Pujol, del Barça fuera de la liga, de la soberanía española y me empiezo a marear. Trato de explicarle que España ya no tiene soberanía propia desde que firmó el CETA, pero no me quedan fuerzas. Pierdo la consciencia y lo único que noto es como las puertas se abren detrás de mi y caigo de espaldas sobre el suelo del pasillo. El tipo parece calmarse y las puertas se cierran de nuevo, separándonos irremediablemente. 

Mientras yo me recupero en el suelo del pasillo de la cuarta planta, él sigue ascendiendo. Sube al cielo de los justos. Al olimpo de los sabios. A ese campo grande donde todos los ignorantes pueden correr y jugar libremente sin miedo a tropezarse con ningún libro abierto.

4 comentarios:

  1. Buen relato de Halloween; da miedito.

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  2. "aunque solo sean algunas partes concretas" Eso me encanta. Incluso si la UE dice que modifiquemos la constitución, se hace en un ratito, oiga.

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