sábado, 28 de septiembre de 2013

La isla desierta



Un día indeterminado, voy paseando tranquilamente por la calle cuando, al pasar por un callejón, un hombre extraño me asalta. Viste una gastada túnica con capucha y lo único que puedo distinguir de su rostro son dos ojos rojos que brillan como ascuas. Tal aparición me pilla por sorpresa, pero más sorpresivo aún es lo que me dice con su cavernosa voz.

-Si tuvieras que irte a una isla desierta… ¿A quién te llevarías?
Acto seguido saca de entre sus ropajes un reloj de arena y lo sostiene ante mí con una mano huesuda de pulso perfecto.
-Pues, ehmmm, no se… -Balbuceo, algo confuso. –¿Una isla cómo? Es decir… ¿Con las comodidades propias de aquí tales como agua corriente, electricidad y eso, o no?
-Irrelevante. –Responde él al acto.
-¿Y por cuanto tiempo iba a estar allí?
-Indefinido.
-¿Y no puedo ir solo?
-No.

No sé por qué pero la cosa parece seria y la arena no deja de caer, por lo que pienso detenidamente en mis opciones. Ahora mismo, la persona a quien más quiero del mundo es a mi hija, pero no iba a hacerle la putada de llevármela a una isla a malvivir, la pobrecita; del mismo modo, llevarme a mi mujer implicaría dejarla huérfana de ambos padres, cosa harto traumática. Descartadas. Elegir a un familiar es siempre un error, ya que al final siempre hay algún trapo sucio por ahí que sale y se estropea la convivencia, y llevar a un buen amigo, aunque tentador, sería un fracaso seguro, ya que las tensiones provocadas por la convivencia precaria haría que surgieran las tensiones y al final la enemistad. Así pues…
-El tiempo se está agotando. –Se impacienta el tipo extraño.
Hasta que de pronto doy con la solución. La misión de este curioso personaje no es la de llevarme a una isla desierta, sino la de hacerme reflexionar sobre el mismo ser humano. Lo que quiere es hacerme ver que todas las personas, hasta las más lejanas a uno, tienen algo que contar, algo que aportar y algo que hace que merezcan la pena, todos y cada uno de los seres humanos sobre la tierra. Al fin veo la luz en un asunto que jamás me había planteado y que resulta tan sencillo como revelador. Cualquier persona merece la pena. Esa es la respuesta acertada.
Cae el último grano de arena y guarda su reloj de nuevo.

-Se acabó el tiempo. Dime. ¿A quién te llevarías a una isla desierta?
Le miro con una irreprimible sonrisa en los labios y respondo con seguridad:
-¡A la Beyoncé! Para que me cante “What a girl wants, what a girl needs” antes de irme a dormir.
-¡No! Tú lo que quieres es fo******la. Además esa canción es de Cristina Aguilera.

-¡Pues que la aprenda, que para algo me la llevo a la isla!

Y el hombre de la túnica se muestra decepcionado, da la vuelta y desaparece envuelto en una nube de humo maloliente, como ese que echan en los conciertos. Me quedo un rato esperando, a ver si pasa algo más pero no. Y vuelvo a mi casa.

What a girl wants...


martes, 24 de septiembre de 2013

Llegan las Google Glasses



Como ya sabéis, éste es un blog actual y modernillo, por lo que a veces se habla de nuevas tecnologías, descubrimientos y demás. Y después del éxito del Click-clikc, le toca el turno a otro invento novedoso que pronto llegará a nuestras casas: Las Google Glasses. ¿Y eso lo qué es? Pues muy sencillo: Se trata de unas gafas de aspecto hortera pero que incluyen una mini cámara de vídeo y un microprocesador con tarjeta de vídeo que permite visualizar imágenes en sus cristales. Con este novedoso aparejo podremos, por lo tanto, grabar aquello que estamos viendo y poder estar conectados a internet las 24 horas del día. ¡Bien, nos han salvado la vida! Pero no nos precipitemos en nuestro juicio y vamos a analizar debidamente las ventajas de semejante invento.

Esta es la pinta que tendremos con esas gafas

Lo primero que se nos pasa por la cabeza, claro está, es el porno. Podremos ver porno mientras conducimos, mientras comemos, en el váter o en el cine. ¡Podemos incluso ver porno mientras vemos porno! ¿Alucinante? Seguid leyendo y os sorprenderéis, porque todavía hay más. Y es que la tecnología google no solo sirve para eso, sino que en ese famoso buscador se pueden encontrar otras cosas, lo que unido a la cámara incorporada y al buscador de imágenes nos permitirá encontrar información al instante de aquello que estamos viendo. Imaginaos ir al museo del Louvre de París y conocer todos los cuadros, su historia y vicisitudes antes de que el guía pueda abrir la bocaza. Imaginaos acudir a una convención de astrofísica sin tener ni repajolera idea de qué es eso y dejarlos a todos asombrados al recitar “de memoria” todas las frases célebres de Stephen Hawkins ese. Si señores y señoras, ya no es necesario ir a la universidad para parecer listo¸ ahora cualquier mindundis podrá ser experto en todo lo del mundo gracias a sus supergafas. Imaginaos (otra vez) la típica situación en la que alguien se pone muy enfermo de repente en cualquier sitio y alguien grita eso de: ¿Hay algún médico en la sala? Pues ahí que vamos con las gafas que nos convierten en cirujano. En pleno vuelo internacional ya no nos causará pánico oír lo de: Al piloto le ha dado un yuyu. ¿Alguien sabe pilotar este aparato? Y así con todo. ¿Quién sabe hacer una paella? ¿Un abogado? ¿Un informático? ¿Un mamporrero? Todo es posible con nuestras Google Glasses.

Así se verá a través de ellas
Pero no nos desviemos del tema principal que es del que quería hablar desde el principio, que es el de no solo reconocer los objetos que estamos viendo sino las personas. Si amigos, por siniestro que suene, si tenemos una foto nuestra en nuestra cuenta de Facebook, Google+ o similares, las gafas nos reconocerán y facilitarán toda nuestra información personal al usuario de las gafotas. ¿Y para qué queremos eso? Muy fácil; para ligar. Si señoritos y señoruelas, como si de terminators nos tratáramos, al mirar a alguien podremos saber sus gustos e intereses y utilizarlos para fingir que nos gusta lo mismo y que tenemos mucho en común para así llevarnos a esa persona al catre. Imaginemos otra vez que estamos en un local cualquiera, nos acercamos a la persona que previamente hemos “marcado” y le decimos que el año pasado estuvimos de vacaciones en la Conchinchina… en el mismo lugar y momento. Seguro que esa persona se mostrará asombrada por la coincidencia, por haber estado juntos en un lugar lejano y ahora volver a coincidir de nuevo. Seguro que pensará que se trata del destino y nos entregará su cuerpo sin dudarlo. Eso suponiendo, claro, que esa persona tenga una cuenta normal en cualquier red social habitual; si vemos que tiene cuenta de Badoo no será necesario ni hablar, bastándonos con bajarnos el pantalón allí mismo.

¿Por qué no habrán elegido este diseño? Hay que ser...

Así pues, concluyendo, debo decir que esperaré con impaciencia (¿eso no es una contradicción?) la aparición de esas gafas (en los chinos claro, que al principio valdrán una pasta seguro) para sumirme en el mundillo de cultura futurística que nos brindarán. ¿Y vosotros? ¿Dejareis que el tren del futuro pare en vuestra estación, o lo dejareis pasar, convirtiéndoos en los parias del nuevo mundo?