El niño
está sentado en un muelle de madera con
las piernas colgando y los pies a escasos centímetros del agua. El Sol empieza
a ocultarse tras el horizonte y las aves vuelan hacia sus nidos donde pasar la
noche. Hay un halo de melancolía alrededor del niño y su madre, que puede
percibirlo con uno de esos sentidos excepcionales que solo las madres poseen,
se acerca a él y se sienta a su lado. Ni siquiera se miran.
-Hijo mío…
¿Te preocupa algo?
-No
mamá. Solo que… Mañana es lunes y vuelvo al cole y… Hay niños que me pegan
mucho.
-Si te
pegan es porque te tienen envidia. Porque eres más listo y más guapo y más…
-Me
pegan porque soy un inadaptado y no rio sus chistes ni sigo sus juegos ni
participo en sus conversaciones. Pero no pasa nada. Algún día me presionarán
tanto que transformarán mi sociopatía y en una psicopatía y entonces… Entonces
conocerán a mi verdadero yo cuando les arranque sus…
-No te
pongas nervioso y sobretodo no te preocupes. Mira, tengo algo que te va a
solucionar todos los problemas. Dime hijo mío… ¿Tu ya fumas?
-Pero
mamá, como voy a fumar, si tengo solo XX años.
-Pues
ahí tienes tu problema. Si no fumas nunca serás popular y te seguirán pegando.
Toma.
Entonces
la madre le da un paquete de ducados y una pequeña cajita envuelta en papel de
regalo. El niño se pone el paquete en el bolsillo delantero de su camisa y abre
con cuidado su regalo.
Mira un
rato el mechero y suspira. Sabe que mañana puede ser el último día de su vida.
Seguramente le lincharán y acabará encerrado en el cuarto de la limpieza donde
se auto inmolará y se llevará consigo al edificio entero y a todos aquellos que
haya en su interior.
-Gracias
mamá. Eres la mejor.