Hoy se ha muerto Don Paco, un hombre alegre, divertido,
amigo de sus amigos, el que siempre invitaba al primer café de la
mañana, el que andaba erguido casi sin apoyarse en su bastón y saludaba a
sus vecinos con una sonrisa.
El tito Paco tan
querido por su familia, siempre atento y educado, silencioso pero
dispuesto a sofocar cualquier discusión o rencilla. El tito Paco, pilar básico de la unidad familiar, el eterno soltero de sonrisa quieta e
imperturbable, el de la mirada cálida, el de interminables anécdotas
graciosas, cuentacuentos natos y artífice de sorpresas.
Pero
Don Paco ocultaba un secreto que nadie hubiera imaginado. Por las
noches se vestía de mujer, se colocaba su peluca y salía a pasear por
las calles más oscuras de la ciudad, aliviando a los necesitados con sus
manos o su boca y acuchillando sin piedad a aquellos que trataban de
abusar de los débiles. El tito Paco, ese afable señor tan respetable era
en realidad la adorada y temida "prostituta travestida justiciera" que
tenía en jaque a la policía desde hacía años, dejando detrás de sí un
reguero de sangre y semen.
La prostituta
travestida justiciera que llegó una madrugada a su casa, se acostó a
dormir y ya no se despertó, poniendo fin de la forma más discreta e
inesperada a una vida de dualidad entre lo afable y lo obsesivo, entre
la tranquila vida diurna y la estimulante noche que le mantenía en
forma, siempre alerta, siempre tenso, hasta que su viejo cuerpo no pudo
más.
Imaginad a sorpresa de sus familiares cuando
al abrir ese armario encontraron esa larga melena, el traje de cuero
negro y ese cuchillo manchado con la sangre de proxenetas y camellos,
violadores y malos maridos, todos ellos destrozados por la afilada furia
de Don Paco.