jueves, 24 de octubre de 2019

De muertes y promociones (ambas cosas inesperadas)



Hace unos meses me pasó una cosa curiosa que me gustaría relataros, ya que algunas veces las cosas parecen negativas pero un pequeño giro del destino puede convertirlas en algo agradable y próspero. Sí amigos y amigas, numerosos lectores de este blog y confusos navegantes que habéis llegado aquí por error mientras buscabais porno, hoy voy a romper mi silencio y también mi habitual pesimismo para explicaros una historia bonita con final feliz. Para que luego no se diga que soy un monstruo sin alma. Allá voy.

Todo comenzó con una llamada de teléfono. Lo tenía justo al lado pero esperé que sonara cuatro veces antes de cogerlo, para que quien estuviera al otro lado pensara que estaba haciendo algo interesante y no muriéndome de aburrimiento esperando a que alguien me llamara. Al otro lado del auricular estaba F, un amigo de la infancia cuya voz sonaba preocupada.
-Tengo un problema -me dijo así, de forma escueta, esperando seguramente despertar mi curiosidad.
-¿Qué te ha pasado? -dije yo con mi curiosidad ojiplática.
-Mi abuela ha muerto.
-Ostras, cuanto lo siento. Te acompaño en el sentimiento y eso, pero bueno… ¿Qué edad tenía ya? ¿Más de cien puede ser?
-Casi doscientos, pero ese no es el caso. Lo que pasa es que ha muerto leyendo uno de tus libros.
-Ostras, que incidencia tan inesperada… ¿Cual de todos ellos?
-El primero. Ese rojito. En realidad es el único que te compré porque no me gusta leer y solo quería quedar bien contigo.
-Bueno… Entiendo -le respondí yo buscando la forma de que la conversación avanzara un poco. -¿Crees que ha muerto por culpa del libro?
-No lo sé, pero eso es algo irrelevante ahora mismo. Ha muerto y ya está. La causa no altera el resultado en ningún caso.
-Entonces… ¿Por qué me lamas?
-Porque tiene el libro tan bien agarrado que no podemos quitárselo de las manos y nos está resultando imposible cerrar el ataúd.
-Entiendo… ¿Pero qué quieres que haga yo?
-No lo sé, es tu libro.
-Pero es tu abuela la que se ha muerto. El libro es un objeto inerte desde siempre, es ella la que ha cambiado de estado. -traté de explicarle así de forma suave ya que era obvio que mi amigo estaba pasando por un mal momento. -¿Por qué no le cortáis los brazos a la altura de los codos y se los ponéis al ladito? Total, croquetas ya te iba a hacer pocas…
-¿Pero como quieres que le corte los brazos a mi abuelita? ¡No tienes alma!
-No. Pero no te alteres hombre… Ahora vengo y seguro que lo arreglamos.

Y vaya si lo arreglamos.

Con una sierra de marquetería logramos abrir una sección de la tapa del ataúd, haciéndolo descapotable de modo que al cerrar, las manos y el libro quedaban a la vista. Eso hizo que la posterior marcha fúnebre me sirviera de promoción del libro y aproveché, hábilmente situado al fondo del cortejo, donde la gente ya no tiene caras tan tristes, pera ir repartiendo tarjetas de visita. Nunca había vendido tantos libros como ese día. Ni ferias, ni presentaciones, ni leches en vinagre. Al final yo contento, mi amigo F contento, las gentes del pueblo contentas… Que bonito todo, joder.