sábado, 15 de mayo de 2021

De autónomos y funcionarios.

 


Acurrucados alrededor de una estufa de butano, una decena de sanitarios de variopintas categorías, algunos de ellos al servicio del estado desde hace varias décadas me miran con los ojos muy abiertos sin dar crédito a mis palabras.

-Cuéntanos más cosas de cuando eras camionero -dice uno sin salir de su asombro. -Háblanos de eso que llaman “ser trabajador autónomo”.

-¿Estáis seguros de querer oír esas historias? -respondo yo poniendo una voz tétrica y profunda, como de presentador de telenoticias.

-¡Aquí hemos visto de todo! -exclama otro, impaciente. -Operaciones a corazón abierto, partos a puntapala, accidentes, quemaduras de cuarto grado, ataques de animales salvajes… ¡Hemos mirado a los ojos a la muerte más veces de las que cualquier otra persona podría soportar!

-Muy bien, si así lo queréis… Os contaré que cuando era autónomo trabajaba muchas horas sin cobrarlas -y dicho esto, un murmullo de sorpresa se extiende entre los oyentes.

-¿Horas no remuneradas, dices? -dice uno. -¿Y no lo denunciaste nunca?

-No, porque yo ya sabía de antemano que las horas perdidas entre portes no me las iban a pagar desde el primer día.

-¿Y no hablaste con el sindicato? -dice otro.

-¿Sindicatos? Para los autónomos eso no existe, al igual que las vacaciones.

-¡Pero si sois vuestros propios jefes podéis hacer vacaciones cuando os de la gana! -chilla otro, entre la indignación y el miedo por oír la respuesta.

-Claro está -le respondo señalándole con mi mejor dedo. -Pero esas vacaciones no solo no están remuneradas si no que nos cuestan dinero porque no dejamos de pagar tasas e impuestos.

Al decir esto, uno de los auxiliares administrativos se levanta con el rostro totalmente azulado y se va corriendo al aseo, a vomitar.

-¿Pero es cierto eso de que los autónomos no os ponéis enfermos? -pregunta otro, tratando de encontrarle algo positivo al asunto.

-Claro que enfermamos… ¡Pero no podemos dejar de trabajar!

-¿Y alguna vez tú has trabajado enfermo? -pregunta una chica que creo que es de la limpieza por la forma elegante en la que se apoya en la escoba.

-¿Enfermo? Una vez conduje casi doscientos kilómetros sangrando por el culo. Tuve que parar en una gasolinera a comprar una caja de compresas para no ponerlo todo perdido.

-¡Pero eso es horroroso! -grita otro al borde del colapso. -¿Qué era lo que te pasaba?

-Nunca lo supe. No tuve tiempo de ir al médico.

Dos más se levantan, aunque uno no llega a la puerta y cae desplomado. Al sentirse todos un poco mareados se levantan y corren a cogerse la baja hasta haber superado el trauma, pero no estoy dispuesto a dejarles escapar tan rápido y salgo detrás de ellos mostrándoles las palmas de mis manos.

-¡Mirad estas manos! ¡Aquí antes habían callos de manipular la piedra con guantes de piel de vaca!

Todos gritan y huyen dejando un rastro de feromonas, típico de las polillas cuando huyen de sus depredadores naturales, los sapos. Y me quedo solo. Reconozco que así no haré muchos amigos, pero hay que ver lo que me divierto.