miércoles, 30 de enero de 2013

Ser o no ser (La cabra chunga)



Una vez, hace muchos años ya, un profesor de gimnasia (ahora educación física) algo iluminado, decidió ponernos a todos a correr como locos para comprobar como estábamos “de fondo”; Esta expresión que suena un tanto pederasta, es en realidad un término muy utilizado en ambientes deportivos. La cuestión es que allí estábamos, una veintena de niñatos de 13 años dando vueltas a la pista de futbol mientras el profesor nos observaba. Yo fui el primero en desfallecer, como de costumbre, y el buen hombre se me acercó y me dijo: “Esto te pasa por fumar”. No me sorprendió su idea, ya que yo era el crio con peor aspecto-base de clase, pero me indignó que me juzgara sin conocerme de nada. “Yo no fumo.” Le respondí, pero él me miró con desprecio y calló. Ahí termina la anécdota, aunque quiero resaltar que si había niños fumadores en mi clase y que quedaron en muy buena posición al final.

Hace no tanto pero bastante, acudí al dentista con la alegría que ello conlleva y, además de los empastes que me puso, el dentista decidió obsequiarme con un comentario. “El tabaco, el alcohol y el café te están amarilleando los dientes.” “Fero fi yo no fumo ni bebo, ni tfomo café”, respondí yo con la boca dormida, y él me miró con indiferencia, como si mi frase no sirviera para nada. Y además me cobró una pasta.

Y hoy mismo, mientras me hacían un tacto rectal (esto es una cosa que le hace dudar a uno sobre la verosimilitud del cine porno) la doctora ha dicho algo así como “Uy, este intestino está mal, mal” y yo me he sentido tentado de responderle un “Claro, está como el culo” pero he pensado que no era el momento ni tenía la confianza con esa señora y me he callado. Acto seguido me ha aconsejado no fumar ni beber (ootra vez) y me ha dado una estricta dieta compuesta por las cosas que ya como habitualmente y excluyendo todo aquello que no como nunca o casi nunca. Si sigo esta dieta estaré mejor según la médica, pero teniendo en cuenta que ya la seguía de antes sin saberlo, no he sabido qué pensar.

Y me siento mal. Decepcionado con la vida (a nivel biológico mismo me refiero) y me he preguntado el porqué de estos achaques llevando una vida sana. Quiero que conste que no lo hago por salud; Yo tengo los hábitos que tengo porque me siento bien con ello y no necesito nada más, pero un poco de agradecimiento por parte de mi propio cuerpo no me vendría mal. Hablando con mi mujer hemos llegado a la conclusión de que de no ser por mi estilo de vida estaría mucho peor, pero eso no me consuela.

Al final decido distraerme un poco viendo un documental de la2; El magnífico equilibrio entre belleza y crueldad de la naturaleza me fascina y hoy están saliendo unas cabras de esas extranjeras tan bonitas. Una voz en off trata de que las rutinas cabriles resulten interesantes mientras siguen a una de ellas, un tal macho alfa al que se habían tomado la molestia de bautizar. Entonces capto algo raro por detrás; En un segundo plano, entre cabras lozanas y robustas hay una con mala pinta, con el pelaje despeinado y movimientos lentos. “¿Qué le pasará a esa cabra?” me pregunto; Come lo mismo que las otras, se comporta igual y vive con ellas. ¿Por qué está tan visiblemente jodida? Y entonces llega el león que no puede faltar en ningún documental porque si no hubiese sangre eso no lo vería ni la madre del cámara que se jugó la vida filmando todo eso. Todas las cabras salen en desbandada y… ¿A quién pilla el león? A la cabra chunga. Y mientras se la come viva me doy cuenta de quién soy y qué hago aquí. Yo soy la cabra chunga y me consuelo pensando que por lo menos, los humanos no tenemos depredadores naturales.

No me mires así... Yo no tengo la culpa de que te haya tocado ser la cabra chunga de la manada.

jueves, 24 de enero de 2013

Costumbres (Paterindad parte 23)



Se nos hacen mayores. Nuestros pequeños retoños, que solo eran comer y dormir (y llorar), comienzan a aprender cosas, a copiar a otros y a pensar por sí mismos. Eso es bueno, claro, ya que esas hazañas infantiles son en muchos casos motivo de orgullo y satisfacción de los padres cuando el pequeño demuestra que es más listo, más hábil o más divertido (y por lo tanto mejor) que los otros críos. Pero cuidado. ¿Qué pasa cuando nuestro pequeño ángel hace cosas como decir palabrotas, pegar o romper objetos valiosos? Muy sencillo: Lo ha aprendido fuera de casa.

Y es que esto es la excusa inmortal. ¿Qué el niño se porta bien? Eso es que lo tenemos muy bien educado. ¿Qué escupe a la abuela y le da patadas en las muletas? Mira lo que aprendió el otro día que se quedó a comer en casa de su prima. De este modo, no habrá maldad suficientemente reprochable mientras nos queden personas a las que culpar.  Si llevamos al niño a casa de unos amigos y se pone a mearse en su sofá les diremos que tenía un tío que solía sacársela y mear donde le pillara y por lo visto, eso se lleva en los genes; Y cuando zarandee sin cuidado alguno ese jarrón de la dinastía Tang diremos que su abuela odiaba el arte y claro… De tal palo tal astilla.

De este modo descubriremos que educar no es necesario y que los valores, si es que existen, ya se los enseñarán en la escuela; Pero cuidado porque si de mayor no se convierte en el tipo de persona que deseamos (y que no le decimos que deseamos), la culpa será del sistema educativo deficiente; No como en Finlandia que allí sí que saben educar y todos los niños salen rubios y altos.

 Pero no hay de qué preocuparse. Lo importante es ser capaces de sentirnos cómodos y que la vida de padres no cambie tanto de cuando no lo éramos. Para ello lo mejor es ser capaz de ignorar esas costumbres maliciosas y rebeldes y poder leer el periódico o ver la tele mientras a nuestro alrededor se desata el apocalipsis. Comodidad ante todo. Ya habrá tiempo de lamentarse cuando lleguen a la adolescencia.

sábado, 19 de enero de 2013

De rol y vómito



(Nota: Esta entrada está publicada en ambos blogs. Si, a veces lo hago.)

Allá por los años 90 (mediados), solíamos jugar a rol sin descanso, como si no tuviésemos nada mejor que hacer (de hecho no lo teníamos), y nuestro grupo, aunque pequeño, era sólido y constante. Esa tarde habíamos quedado para jugar una partida que ya no recuerdo, pero uno de los jugadores, CR, no había llegado aún. Le esperamos un rato, ansiosos por comenzar, pero viendo que no aparecía, fuimos a buscarle a su casa. 

Por aquel entonces las comunicaciones no eran como ahora que todo el mundo tiene móvil, blutut i uasap; Antes teníamos que caminar, llamar a los timbres (si los había) y si no había respuesta, caminar hasta el centro de la calle y gritar hacia la ventana del interfecto haciendo pantallita con las manos para que la voz llegara recta a su destino.

Pero ni así. CR no estaba en su casa y ello nos obligaba a comenzar sin él. La partida empezó y al poco la puerta se abrió de golpe, dejando ver la silueta delgaducha y desgarbada de CR recortada contra la luz de la tarde. En seguida supimos que algo no iba bien: Tenía el pelo empapado en sudor, la ropa mal colocada y la piel blanca como el papel.

Por aquél entonces el papel no era marroncito pardo como el de ahora; Antes no se reciclaba y escribíamos sobre el producto neto de la madera de árboles con colorantes artificiales blanqueadores y nos quedábamos tan anchos.

Entre jadeos, CR nos contó lo sucedido: Había ido a comer con sus padres a un restaurante en la otra punta del pueblo. Había comido deprisa para no perderse la partida y en terminarse el postre había salido corriendo hacia aquí. Y por esas cosas del esfuerzo, la mala masticación y que el cuerpo no está preparado para atracones y maratones a la vez, cuando ya estaba a tan solo dos esquinas del local de juego, vomitó. Pero no fue esta historia la que nos turbó sino la descripción gráfica del vómito que, según él tenía todos los elementos de la comida en perfecto estado incluyendo primer plato, segundo y postre, con especial énfasis en los trocitos de longaniza prácticamente intactos. Esa visión nos fascinó. La partida había perdido el sentido de repente y solo pensábamos en terminar para ir a ver tal prodigio de la no digestión humana antes de que se lo comiera algún perro.

Por aquél entonces los perros no eran como los de ahora que comen wyskas light y palitos blanqueantes de dientes y encías; Antes los perros comían de todo lo que podían encontrar a la altura de su hocico y eso, incluía muchas cosas.

Al final, tras matar al malo, quedarnos con su tesoro y repartir la experiencia, salimos en tropel en busca del vómito. Tuvimos suerte. Allí estaba. Primer plato, segundo, postre y los trocitos de longaniza que no habían sido tocados por diente alguno. Fue un día maravilloso.

Dedicado a la memoria de CR, que supo alegrar nuestras partidas con su humor raruno.

lunes, 14 de enero de 2013

A piece of cake (Un pedazo de caca)




La semana pasada. Yo caminando por la calle. El mundo se ve real a mi alrededor; sonidos, olores, gente de carne y hueso… todo muy físico y real. Me alegra el ambiente de realidad que se respira.

Entonces entro en la librería a ver si encuentro ese libro tan buscado. Miro las estanterías mientras el librero, un hombre ya hecho y derecho, enseña un libro a una parejita joven; Ella es una muchacha físicamente atrayente, él me parece sencillamente físico; Hacen buena pareja. Miro libros. “Libros, papel, árboles, bosques, vida…” pienso, y todo tiene un sentido lógico en mi cabeza. Hasta que una frase pronunciada por el librero capta mi atención: “…y esta es la única foto REAL de Jesucristo que existe.” Mi cabeza gira 180 grados esperando verles a los tres cogidos del brazo, con narices rojas de payaso y girando sin parar, pero no, el librero tiene el semblante serio y los dos chavales le escuchan con atención.
¿Fotografía, Jesucristo y Real en la misma frase? ¿Y nadie se inmuta, nadie se pone a gritar o a reír? Así que me acerco un poco a ellos y decido utilizar una técnica que aprendí de un Master del Universo que tuve de crio.





La técnica, como apreciareis en la foto, consiste en un complejo ejercicio de desvertibilización que permite estirar el cuello hasta longitudes impensables para un humano desentrenado. Es doloroso, cierto, pero iba a hacerlo de todas formas para fijarme en el escote de la chica. Y así, con mi cabeza oscilando a un metro por encima de mis hombros me acerqué disimuladamente y lo vi. Vi la foto.







Recogí mi cuello de nuevo mientras el librero explicaba a la asombrada pareja el origen de esa foto: Un médium fue a hacerse un retrato y, sintiendo la presencia del Señor a su lado, le pidió al fotógrafo que hiciera la foto a la pared vacía a su lado; Y el fotógrafo, como se la iba a cobrar igual, hizo la foto y… tachán, apareció Cristo. Y todos fliparon en un éxtasis oligofrénico sin igual por haber visto una foto que podría ser de un hippie cualquiera.
 




Salí de la librería algo aturdido y me quedé un rato metido entre dos contenedores de basura para que impedir que cualquier ser mágico se me colocara al lado y se hiciera fotos a mi costa. Y en ese momento vi salir a la joven pareja y mezclarse entre la gente normal. Y pensé. Si esos dos se creen algo así… ¿Cuántos más lo harán? ¿Cuántos de los seres humanos materiales que pasean por el mundo real tienen fantasías de este tipo y las llevan en secreto (o no) como ese librero que parecía tan serio? Y es que la vida es muy aburrida y parece que no somos nadie si no hemos visto alguna vez un fantasma o nos ha abducido un OVNI. Antes, decir que habías visto una sombra cruzando la pared de tu salón era un signo de estupidez  y ahora lo es si no acompañas la historia con que esa sombra se ha materializado y te ha violado.  ¿Solo la has visto? Eso podría haber sido cualquier cosa… Si tú supieras lo que me pasó a mí, se te pondría la carne de gallina. Lo que si tengo de gallina son los huevos sería la respuesta, pero no. Ya no se puede uno reír ni de los frikis con superpoderes porque ahora ya forman parte de una mayoría bien aceptada por la población, que se vuelve creyente por inercia e idiota por pereza. 

Así que me marché de allí, cabizbajo, abatido, marginado en un mundo que hasta hace poco me parecía colorido y brillante y que se acababa de volver gris y opaco, repleto de gentes raras a las que no me atrevía ni a saludar por si me salían con alguna cosa metafísica y descubrían que yo, como el tipo ese del bigote que se resistía a ser un ultracuerpo, no estaba dispuesto a entrar en su juego. Hasta que me tranquilicé pensando en que aquí todo funciona a base de ego; aquí nadie quiere ser menos que nadie pero si más que los otros, sea para bien o para mal; aquí todo vale para hacerse ver o hacer negocio aunque al final todo sea un absurdo. Y es que como diría esa señora rubia y gorda, visionaria de fantasmas de la que ya he hablado alguna vez y no quiero volver a nombrar, aquí todos quieren su “Piece of cake”.