sábado, 2 de diciembre de 2023

 

Ya no recuerdo cuánto hace que no escribo.

Cuánto hace que no finjo ser quien no soy, que no sueño con los ojos abiertos y fantaseo con todo aquello que yo mismo me he negado.

Ya no recuerdo cuánto hace que no escribo.

Cuánto hace que no me dedico tiempo para reflexionar, abrir la mente y plasmar en papel aquello que me resisto a callar.

Ya no recuerdo cuánto hace que no escribo.

Cuánto hace que no espero nada de nadie, ni siquiera de mí mismo, y me conformo con el variable pero constante paso del tiempo.

Ya no recuerdo cuánto hace que no escribo.

Cuánto hace que abandoné mis sueños, me conformé con la realidad, y me limité a disfrutar de cosas efímeras e improductivas.

Ya no recuerdo cuánto hace que no escribo, que no río o no siento.

Ya no recuerdo la última vez que dormí, comí o respiré.

Ya no recuerdo nada, solo soy.

Ya no soy más que el recuerdo de no ser.

jueves, 24 de agosto de 2023

De ascensores y ancianos traseros

 


Vamos a ponernos un poco al día a la vez que creo un escenario concreto para el relato que seguirá a esta introducción. Soy un señor bien entrado ya en los cuarenta que acaba de experimentar ciertos cambios notables en su vida tales como un cambio de trabajo y un divorcio reciente, con lo que si ya antes me sentía desubicado en este planeta, ahora no tengo muy claro donde tengo los pies y donde la cabeza. ¿Sí, hasta aquí bien? Bueno, pues lo siguiente es saber que desde hace poco trabajo en el almacén de un importante hospital y que una de mis innumerables funciones es la de preparar voluminosos pedidos que transporto con una traspaleta hasta las plantas correspondientes. Y es en uno de esos transportes rutinarios cuando entro en un ascensor que apenas soporta el peso del material y en el momento en que dos monjas ya ancianas deciden aprovechar el hueco restante, el elevador exhala su último suspiro y se detiene entre el segundo y el tercer piso.


Se abre el telón y me encuentro pulsando el timbre de emergencia a la espera de que alguien responda pero de momento sin éxito alguno. Las dos monjas, que se dan cuenta de que quizás hayan sido sus pequeños cuerpos los causantes del sobrepeso crítico, me miran con una mezcla de miedo y resignación. Yo les devuelvo la mirada intentando aparentar calma, pero he visto demasiadas películas de cosas chungas que pasan en ascensores y no creo que me salga bien.

Con el dedo cansado de apretar el botón me siento en una de las cajas para tratar de calmarme hasta que una de las dos señoras se dirige a mi y me pregunta con cierto miedo:

-¿Vamos a morir?

-Todos vamos a morir en algún momento. Eso es un hecho indiscutible -le respondo con agria calma.

Entonces las dos religiosas, casi de forma simultánea y totalmente coordinada, juntan sus manos y comienzan a recitar un salmódico susurro.

-¿Pero qué están haciendo? -les pregunto.

-Rezar para que nos saquen pronto de aquí.

-¿Pero ustedes no saben que este dios al que rezan es solo uno de muchos y que todos y cada uno de ellos no son más que conceptos abstractos creados con la intención de hacer nuestras miserables vidas más llevaderas dotándolas de algún tipo de sentido aún siendo éste absurdo e incoherente?

-¿Nos estás diciendo que dios no existe y que hemos malgastado nuestras vidas?

-Sí. Pero no solo ustedes las han malgastado. En realidad todos estamos tirando nuestro tiempo a la basura porque técnicamente no existe una forma de aprovecharlo. No hay una forma correcta de vivir, al igual que no hay una forma incorrecta, aunque hay que admitir que ustedes lo están haciendo especialmente mal.

Al oír esto las dos monjas bajan sus brazos y se miran abatidas. Me dan un poco de pena, la verdad, pero no mucha más de la que yo me doy al mirarme al espejo cada mañana.

-Entonces… -comienza a decir una de ellas. -¿Podríamos pedirle un favor antes de dar por finalizadas nuestras vidas en esta injusta caja de metal?

-Por supuesto, caballeras.

-Verá, joven, nosotras… Nos hemos dedicado a la fe cristiana desde muy jovencitas y ahora que somos octogenarias nos hemos dado cuenta de que nunca hemos conocido el amor ni hemos probado hombre alguno. ¿Usted no tendría un gesto misericordioso con nosotras y nos poseería aquí mismo?

Y antes de que pueda responder las dos señoras se colocan de espaldas a mi, arremangan sus faldones hasta la cintura y deslizan su ropa interior hasta los tobillos, dejando expuestos ante mi sus traseros y sus sexos pensiles.

Y en ese momento en el que mi cerebro me pide huir de allí aunque sea abriendo un agujero con los dientes en el suelo para despeñarme al vacío, algo en mi mente hace que me quede fascinado contemplando esos culos viejos, ancianos y ajados pero a la vez incólumes, nunca tocados por la mano de hombre alguno, como áridas superficies de planetas lejanos, todavía inexplorados, quizás estériles pero de algún modo atractivos y fascinantes.

Noto como contra todo pronóstico una erección se produce y casi como un acto de justicia desabrocho mi pantalón dispuesto no solo a penetrar a dos señoras mayores si no también a realizar la mayor blasfemia imaginable en un día que había empezado normal.

Hasta que noto un pequeño traqueteo y oigo el siseo de la puerta al abrirse, sonido que me devuelve a la realidad, hace que me vuelva a subir los pantalones y salga del ascensor seguido por la carga a repartir, dejando a las dos señoras esperándome todavía en tan embarazosa posición.

Y al marcharme pienso en como son las cosas, en como un día estamos aquí y otro allá, en como la vida nos trae imprevistos, nos pone pruebas y luego nos devuelve a nuestro lugar como si nada hubiera pasado. Y ya que pienso, pienso también el la cara que pondrá el próximo que llame al ascensor cuando se abra la puerta y vea lo que le espera dentro.

Se cierra el telón.

sábado, 27 de mayo de 2023

Fobofobia (dinosaurs in the city)

 

 


01.

Encabezando la mesa de la sala de reuniones, el candidato del partido neocentrista progresivoconservador, tenía la cabeza hundida entre las manos. Alrededor de la mesa pululaban varios expertos en temas variopintos tales como la asesoría de psicoimagen, economía trasevolutiva o el coaching nominativo; todos ellos repasando papeles agrupados en carpetas de distintos colores. Todos tenían caras de preocupación y también todos ellos hacían esfuerzos titánicos por disimularlas.

-¿Y bien? -preguntó el candidato sin levantar la vista-. ¿Siguen los sondeos siendo desfavorables?

-Bueno… Yo no diría eso -respondió el primero de los expertos-. Todo apunta a que nuestro descenso ha entrado en una fase de desaceleración que…

-Hable más claro, por favor -le interrumpió el candidato, esta vez levantando la vista y mostrando una mirada que estaba en perfecto equilibrio entre la tristeza, el cansancio y la ira-. ¿Vamos bien o mal?

-No podríamos asegurarlo en términos absolutos, señor -prosiguió el segundo experto, consciente que defendiendo a su compañero se defendía también a sí mismo-. Pero si tenemos en cuenta las últimas encuestas sobre intención de voto… Y todos sabemos que uno no puede fiarse de las encuestas ni de quienes las promueven… Podríamos decir que mal. Que no muy mal, pero mal.

-¿Y qué más puedo hacer? -exclamó el candidato saltando de la silla repentinamente y levantando los brazos como para mostrar que no ocultaba nada en las sobaqueras-. No sé a cuantos actos he asistido, a cuantos viejos sonreído y he perdido la cuenta de los niños que he besado. Allá donde voy parece que me adoren, pero a la hora de la verdad nadie parece dispuesto a votarme. Parece como si… les diese miedo.

-Creo que ha dado en la clave -dijo el asesor del principio.

-¿Como?

-Que ha dado en la clave. Seguimos basándonos en los viejos métodos políticos. Hacemos promesas, decimos que vamos a realizar aquellas obras que el ciudadano quiere, pero en el último momento el miedo se apodera de ellos y terminan votando a otras opciones.

-¿Entonces me tienen miedo?

-No a usted. Le tienen miedo al miedo.

-Eso tiene un nombre… -comenzó a decir otro de los asesores, que se había mantenido en silencio hasta ahora.

-¿Miedo al miedo?

-Eso es. Fíjese en las nuevas campañas electorales. Ya no prometen nada, ya ni siquiera cargan contra oponentes políticos. Ahora prometen acabar con problemas que ellos mismos han inventado y que ni siquiera existen.

-Recuerde los ataques indiscriminados de las bandas organizadas de jubilados -dijo el segundo asesor-. Nunca hubo testigos de ello, ni acusaciones ni detenidos, nadie jamás les vio pero todo el mundo estaba aterrorizado.

-Y aquella vez que los índices de violencia subieron hasta tal punto que se decretó toque de queda y la policía patrullaba las calles armada con lanzallamas -prosiguió el primero.

-¿Me estáis diciendo que nada de eso era real? -preguntó el candidato.

-¡Por supuesto que no! Son maniobras de distracción apoyadas por medios de comunicación afines y noticias falsas que circulan por redes sociales. Ya nadie necesita ver lo que sucede realmente en la calle si puede verlo desde su teléfono móvil; al igual que nadie tiene porqué cuestionar la verdad pudiendo aceptar la verdad de otros. Es por ese motivo que por mucho que crean en un programa político plagado de buenas intenciones, a la hora de echar la papeleta en la urna, el miedo a ser asaltados cualquier noche por un octogenario chalado con muletas, se impone. Tienen miedo a tener miedo.

-¡Fobofobia! -exclamó satisfecho el asesor callado de antes.

-Entonces solo tenemos que asustarles -dijo no muy convencido el candidato-. ¿No es así? Inventamos cualquier estupidez y cuando todos se la crean aseguramos tener la solución a ese problema inexistente.

-Exacto.

-¿Y por qué no buscamos soluciones a problemas reales? -dijo el cuarto y último asesor antes de que los otros tres le desintegraran con la mirada.

-Los problemas reales requieren de soluciones reales -respondió el primero-. Eso significa trabajo, tiempo, recursos… Y el riesgo de fracasar y quedar mal ante toda la ciudadanía. Los problemas ficticios en cambio… Contra esos somos infalibles.

-Es una idea extraña, pero puede que funcione -dijo el candidato sin demasiada convicción-. ¿Pero qué podemos inventar que les aterrorice? ¿Un virus mortal, un desajuste climático de consecuencias devastadoras, un meteorito asesino?

Todos quedaron en silencio pensando en una posibilidad plausible hasta que el tercer asesor se levantó como impulsado por un resorte.

-¡Dinosaurios!

-¿Dinosaurios? -repitieron los demás, casi al unísono.

-Dinosaurios. Son grandes, fuertes, invencibles… No existe nada que despierte tanto horror en los corazones de la gente que la idea de toparse con un dinosaurio por la calle.

-Pero si los dinosaurios se extinguieron hace millones de años. ¿Quién va a creerse eso? -el candidato a la presidencia ya veía esfumarse sus ilusiones de ganar, incluso de perder de forma digna, tras la absurda propuesta.

-¿Quién dice que se extinguieron? Puede que sigan viviendo en cavernas inexploradas, bajo el hielo de la Antártida, que científicos locos los estén creando… -el tercer asesor, hasta el momento calmado y silencioso, iba cogiendo fuerza en su discurso y su tono se volvió tan solemne y motivador que obligó a los demás a callarse y aceptar su propuesta.

-Probemos con los dinosaurios entonces. ¿Qué podemos perder? -sentenció el candidato dando por terminada la reunión.

Los tres asesores supervivientes salieron de la sala y se pusieron a trabajar en la nueva campaña mientras el candidato a la presidencia miraba el montoncito de ceniza en que se había convertido el cuarto asesor, dándose cuenta de que aquello de la desintegración no había sido una metáfora como en un principio había creído.


02.

En un tranquilo parque infantil del centro de la ciudad todo transcurre con normalidad. Una madre observa feliz a sus dos pequeños compartiendo el tobogán mientras dos padres hablan de algo junto a la fuente y una pareja de jóvenes enamorados se dan arrumacos medio escondidos tras un seto perfectamente recortado. Pero de pronto algo altera la paz idílica del momento. Una ligera vibración regular que poco a poco se intensifica. Todos miran extrañados a su alrededor hasta que la madre detecta unas ligeras ondas en el vaso de agua de su pequeño y entonces aparece; un tiranosaurio rex sale de entre los árboles rugiendo y destrozando todo a su paso. Los padres huyen despavoridos, el enamorado empuja a la chica a las fauces del reptil para poder huir y la madre no puede hacer otra cosa que abrazar a sus pequeños mientras el dinosaurio termina de tragar su primer bocado y se dirige hacia la familia abriendo las fauces, mostrando sus enormes dientes ensangrentados y fundido a negro.


-¿Y bien? -dijo el primer asesor plantado ante la pantalla que acababa de proyectar el nuevo spot de la campaña electoral.

-Bueno… -comenzó a decir el candidato, con la piel blanca como el papel clorado-. ...es impactante, sin duda. Pero sigo dudando sobre la credibilidad del mismo.

-Eso no va a ser ningún problema -respondió el segundo candidato-. Llevamos un par de semanas inundando periódicos, televisiones y publicaciones digitales con noticias sobre avances genéticos y científicos dispuestos a reproducir a animales extintos.

-¿Y creéis que será suficiente? ¿Por qué la gente debería creer que esos supuestos científicos tienen intención de soltar por el mundo a carnívoros gigantescos por que sí?

-Hemos dicho que esos científicos son de países donde… tienen la piel más oscura que nosotros.

Nadie se atrevió a decir nada al respecto, pero su silencio confirmó que no había fallas en el plan.


03.

Los primeros escrutinios de la noche confirmaban que el ascenso del partido neocentrista era imparable. Si esto seguía así iban a conseguir una mayoría absoluta tan aplastante, que sus rivales políticos se quedarían sin espacio en el congreso y tendrían que ver los plenos desde los aseos.

El candidato y sus tres consejeros celebraban la ya inminente victoria con champán y profiteroles.

-¿Y ahora qué? -preguntó el candidato con cierta ironía-. ¿Como nos libraremos de todos esos dinosaurios?

-Muy sencillo, presidente -dijo el segundo consejero sin soltar la copa-. Primero deberemos crear un equipo militar de élite entrenado en la localización, caza y eliminación de saurios. Habrá que recortar un poco los presupuestos de sanidad y educación, pero nadie protestará. Tendrán demasiado miedo a los dinosaurios.

-Miedo al miedo -dijo alegre el candidato.

-¡Fobofobia! -le corrigió el tercero.

-Por supuesto, esos presupuestos estarán algo hinchados, así que si sobra algo de dinero tendremos que guardarlo a buen recaudo… ¡En nuestras cuentas bancarias extranjeras! -dijo el primer consejero con alegría.

Y así se hizo la risa y el alborozo hasta que alguien llamó a la puerta y entró en la sala con cara de susto.

-Señor futuro presidente… -dijo tímidamente el mensajero-. ...tenemos un problema. Un barco proveniente de la Antártida acaba de llegar al puerto y en su interior se oían extraños sonidos y rugidos monstruosos. Una patrulla de la policía local ha entrado a investigar pero no han salido. La última comunicación por radio hablaba de enormes reptiles con dientes como espadas. ¿Qué hacemos?

El ya técnicamente presidente del país buscó con la mirada a sus tres consejeros, pero éstos ya habían saltado por la ventana.

jueves, 2 de marzo de 2023

El fallecimiento de Don Paco

 

 

Hoy se ha muerto Don Paco, un hombre alegre, divertido, amigo de sus amigos, el que siempre invitaba al primer café de la mañana, el que andaba erguido casi sin apoyarse en su bastón y saludaba a sus vecinos con una sonrisa.
El tito Paco tan querido por su familia, siempre atento y educado, silencioso pero dispuesto a sofocar cualquier discusión o rencilla. El tito Paco, pilar básico de la unidad familiar, el eterno soltero de sonrisa quieta e imperturbable, el de la mirada cálida, el de interminables anécdotas graciosas, cuentacuentos natos y artífice de sorpresas.
Pero Don Paco ocultaba un secreto que nadie hubiera imaginado. Por las noches se vestía de mujer, se colocaba su peluca y salía a pasear por las calles más oscuras de la ciudad, aliviando a los necesitados con sus manos o su boca y acuchillando sin piedad a aquellos que trataban de abusar de los débiles. El tito Paco, ese afable señor tan respetable era en realidad la adorada y temida "prostituta travestida justiciera" que tenía en jaque a la policía desde hacía años, dejando detrás de sí un reguero  de sangre y semen.
La prostituta travestida justiciera que llegó una madrugada a su casa, se acostó a dormir y ya no se despertó, poniendo fin de la forma más discreta e inesperada a una vida de dualidad entre lo afable y lo obsesivo, entre la tranquila vida diurna y la estimulante noche que le mantenía en forma, siempre alerta, siempre tenso, hasta que su viejo cuerpo no pudo más.
Imaginad a sorpresa de sus familiares cuando al abrir ese armario encontraron esa larga melena, el traje de cuero negro y ese cuchillo manchado con la sangre de proxenetas y camellos, violadores y malos maridos, todos ellos destrozados por la afilada furia de Don Paco.

martes, 29 de noviembre de 2022

Ser o no ser... El perro muerto.

 


Recuerdo que de niño tuve un perro que se convirtió no solo en mi mascota sino también en un amigo fiel. Crecimos juntos, aprendimos a comprender el mundo y compartimos muchos momentos, hasta que por motivos de lógica naturaleza biológica, él se tuvo que marchar. Y cuando digo marcharse lo hago como metáfora de morirse, que queda como más bonito. Recuerdo también estar destrozado anímicamente, mirando la tumba canina que mi padre improvisó detrás de la caseta que teníamos en el campo y como viéndome abatido me dijo que no pensara en el ahora y que recordara todos los buenos momentos que había pasado junto a mi perro; que ahora estaba muerto pero que nunca le había faltado comida, cama o amor. Que me consolara pensando que había tenido una buena vida. Y estas últimas palabras resonaron en mi mente de una forma especialmente poderosa.

“Había tenido una buena vida”

Ahora, como adulto que ya mira hacia el futuro con cierta resignación, siento que ya me queda poco por hacer más que lamentarme por los errores de las decisiones mal tomadas y que me han llevado a una especie de deriva vital, de la que pocas esperanzas tengo ya de salir. Ahora, que en algunos momentos me dejo llevar por el pesimismo y la pesadumbrez y siento el tiempo sobre mis espaldas como una pesada losa que transporto, cada vez más dolorido, hacia el camposanto en el que finalmente cubrirá mis restos despojados ya de toda vida. Y es por eso que en estos momentos de desesperación apelo a mis recuerdos, miro atrás y me doy cuenta de que a pesar de mi falta de entusiasmo y apego por las alegrías de la vida, no me ha ido mal del todo. He podido disfrutar de todos esos momentos vitales que se suponen necesarios, sin pasar penurias, ni hambre ni frío, ni falta de afecto alguna. Y es por eso que en estos momentos de desazón pienso que, al igual que ese perro que se me murió, he tenido una buena vida.

He tenido una buena vida”

Y estas palabras resuenan en mi mente cuando me doy cuenta de que me he convertido en mi propio perro muerto. Mi perro muerto interior.

martes, 2 de agosto de 2022

 Lo mejor de tocar fondo es que, a pesar de encontrarte cubierto de mierda y repleto de angustiosa ansiedad, es tener la certeza de que ya no se puede caer más bajo. Sentir la relativa seguridad de quien sabe que por mucho que patalee, ya ha llegado donde debía y que de allí no se va a mover. Tener la posibilidad de cerrar los ojos y esperar a que todo pase, con la certeza de que a lo sumo, todo seguirá igual.

Lo peor de tocar fondo, en cambio, es cuando te invade la sensación de que ese suelo no es tan firme como debería y que es posible que aún queden subniveles de horror por conocer.

lunes, 25 de julio de 2022

 

A veces uno divaga sobre el papel, se deja llevar por ideas y conceptos ajenos a su propio ser para crear historias de fantasía, ficciones más o menos creíbles o simplemente, como yo mismo he hecho durante años en este blog, trata de crearse otra vida alternativa en la que verse reflejado, con la intención de reivindicar ese “yo” reprimido o simplemente arrancar unas risas a los lectores.

Pero algunas veces uno divaga en su propia cabeza, sin encontrar la forma de exteriorizar esas ideas, se monta películas de acción sin espectadores y al final esos pensamientos intrusivos van ganando terreno hasta confundirse con la realidad, haciendo que la dulce monotonía de la vida, el trabajo de años y años de aprendizaje se diluyan, se vuelvan incómodos o incluso hostiles y sin darnos casi cuenta, arrojamos nuestra vida por la borda, en alta mar, en medio de una tormenta y sin flotadores con la que rescatarla.


Sé que escribo esto para justificarme ante el mundo. Y también sé que al mundo le darán igual mis excusas. Y también sé que si llega alguien hasta aquí y se muestra interesado por mi, no querré darle más explicaciones que la ambigüedad con la que escribo esto. ¿Por qué lo hago entonces? Supongo que por esa necesidad casi enfermiza de escribir que siempre he padecido. Supongo que porque ahora que estoy completamente solo sea la única forma de evitar que enloquezca, o por lo menos retrasar el momento. Supongo que porque la culpabilidad que ahora me aplasta es más fuerte que cualquier sentimiento que anteriormente haya degustado. Y supongo que porque escribir es la prueba de que todavía no estoy muerto, aunque solo siga aquí por responsabilidad con mis descendientes y con las personas que de algún modo siguen atadas a mi.


A veces uno divaga sobre el papel, y otras llega a creérselo. Como si esos cuentos de hadas con finales felices estuviesen esperándonos al girar cualquier esquina, como si la espada clavada en la piedra que nos convertirá en reyes pudiese ser encontrada una tarde cualquiera en medio del campo o como si al atravesar el espejo encontrásemos un nuevo y fascinante mundo. Para que luego creamos a los que dicen que la edad nos vuelve sabios y responsables, que los años nos hacen disfrutar de las cosas más simples y que todo adquiere un tono más cálido y apacible. Para que luego creamos a los que afirman que lo mejor siempre está por llegar.